Polaroid, sonríe y muere; ¿una aterradora experiencia o pérdida de tiempo?

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Muchos han despreciado el cine de terror moderno. ¡Y con cuánta razón! La mayoría de las entregas de este género no solamente son ideas mal ejecutadas, sino historias recicladas.

Por lo anterior, es natural que remakes como It, Chucky y Masacre en Texas vayan cobrando fuerza y cada vez sean más comunes. Mientras que las ideas originales cada vez sean menos.

En este caso, analizaremos Polaroid. Una película dirigida por Lars Klevberg (El muñeco diabólico, 2019) basada en su cortometraje de 2015.

La historia es simple, una chica encuentra una cámara fotográfica que está maldita. Ya que cada vez que las personas se toman una fotografía con este aparato, mueren a manos de un demonio.

LO PEOR, CASI TODO

Empezamos por lo peor. ¿Una cámara asesina? Por demás, esta idea ya está muy desgastada aunque no lo parezca. Por ejemplo, fue en 1992 cuando el escritor de cuentos de terror infantiles Robert Lawrence Stine escribió Sonríe y muérete!

Para su serie infantil de cuentos Escalofríos, Stine desarrolló esta idea en la que a partir de una fotografía las personas quedan malditas. El mismo concepto se desarrolla en Polaroid.

Además, se vuelve a reciclar el planteamiento de la muerte gradual de los integrantes de un grupo de adolescentes. Algo que se nota, casi calcado, de Destino Final (James Wong, 2000).

Sumado a esto, el fantasma que se encuentra disque atrapado dentro de la cámara y que asesina a cada uno de los jóvenes es infame y cuando se muestra está hecho de la peor animación posible.

Los personajes, además, son los más clicheados. La chica guapa y el chico guapo, el tipo sensible que se preocupa por la protagonista, y la joven nerd y marginada que al final consigue sobrevivir.

LO MEJOR, ¿?

Por otra parte, no hay casi nada bueno en esta cinta. A excepción de la mitad del guion, que en algunas partes consigue atraparnos con una buena introducción, pero acaba con una resolución pésima.

RECOMENDACIÓN

Amigos, no desperdicien su tiempo con propuestas como esta. Aunque el director Lars Klevberg consiguió entregar una decente película de El muñeco diabólico, en esta, su ópera prima, falla de una manera horrible.

Sin temor a equivocarme, esta es una pérdida de tiempo ya que el concepto ha sido explorado de mejor manera hasta para un público infantil como la serie Escalofríos.

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