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Patricia Aridjis: El ojo que expone la vida en prisión

Pese a los prejuicios sociales con los que son señaladas las presas, la exposición Las horas negras demuestra que hay más que contar sobre la vida de esas mujeres

[kaltura-widget uiconfid=”38728022″ entryid=”0_5j0sqnzx” responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /] Una imagen habla más que mil palabras. Eso lo demuestra Patricia Aridjis, fotoperiodista independiente, quien buscó transmitir los sentimientos ocultos de mujeres reclusas con dos herramientas: su cámara y su respeto.

Antes de que Aridjis decidiera fotografiar a un grupo de presas, su objetivo era reportear sobre los reclusos en general, no sólo a las mujeres. En una ocasión, cuando trabajaba para la prensa mexicana a inicios del siglo XXI, visitó una prisión femenil y desde ese momento Patricia se dio cuenta que quería retratar las historias humanas que esas personas tenían por contar.

En el 2000, el INEGI registró que las presuntas delincuentes y procesadas en juzgados del fuero común sumaban 17 mil 558, y en 2007, año en el que la fotógrafa terminó su trabajo, el número creció a 18 mil 255. En los siete años que la comunicóloga pasó conviviendo con las reclusas hubo un incremento del 3.6 por ciento.

En la inauguración de la exposición fotográfica Las horas negras, en el Museo de la Mujer, la autora del libro con el mismo nombre aseguró que su presencia en los centros penitenciarios no causó mayor conflicto con las mujeres porque ellas ya estaban acostumbradas a que eso pasara.

“La gente está acostumbrada a la cámara porque de repente iban personas de la prensa, pero sí están un poco hartas de que vayan y les tomen fotos. Algunas veces ellas me decían bueno, es que nosotras no somos changos para que sólo vengan a fotografiarnos y que ni siquiera nos pregunten cómo nos llamamos”
Patricia AridjisFotoperiodista

Aunque las razones por las que las autoridades trasladan a una persona del suelo de la calle al piso de una cárcel varían indeterminadamente, a la ganadora del primer lugar del Concurso de Fotografía Antropológica del ENAH en 2001 le interesó poco, y se enfocó más en las personas que habitan entre los muros de una prisión.

“Comencé a fotografiar la maternidad, pero también otros aspectos que me parecieron relevantes”, especificó Aridjis, quien capturó a Lupita Ramírez, una de las tantas reclusas que posaron para su cámara. Ramírez estuvo presa ocho meses luego de haber robado cuatro desodorantes, tres cortavidrios y tres paquetes de plumones.

“Ellas cambiaron de actitud porque se dieron cuenta que yo iba más allá de una cita o de una publicación. Una vez que iba, una o dos veces a la semana, establecí vínculos fuertes, e incluso con algunas de ellas sigo teniendo contacto”, reveló la autora de Arrullo para otros, uno de sus libros de fotografía que están disponibles en formato digital.

Durante su inauguración, Patricia le contó al público que una de las fotografías presentes era muy significativa, ya que retrataba a una mujer dándole de comer a su hijo no mayor de tres años. La imagen capturó el momento en el que el brazo de la presa atravesaba las barras de metal que se interponían entre su hijo y ella.

Vidas tras las rejas

Luego de haber visitado las prisiones de Oriente, Norte y Santa Martha Acatitlan, la fotógrafa, nacida en Michoacan, explica que las mujeres viven una reclusión dentro de la misma institución penal. Es decir, ellas cumplían parte de su pena fuera de una celda, pero obligatoriamente debían estar tras las rejas por algunas horas del día.

Aridjis comentó que sólo los niños nacidos en las prisiones era los que se quedaban al cui dado de su madres, hasta que cumplieran entre cinco o seis años para que los ingresaran a una guardería.

Uno de los momentos que Patricia resaltó de su libro Las horas negras, es la vez que un niño, hijo de una reclusa, le pidió a su madre que no actuara mal porque si no sería encarcelada. Al preguntarle al pequeño dónde creía que era la cárcel, el niño señaló una de las ventanas que mostraba la luz del día, de la libertad.

Victoria Adato Green asegura en el texto La situación actual de las mujeres en reclusión, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, que entre los 10 centros exclusivos que hay para mujeres en el país, estos lugares no reúnen las condiciones tanto de espacio adecuado, como de seguridad y respeto a la dignidad de las mujeres privadas de la liberad: las que cumplen prisión preventiva y las que cumplen una pena de prisión.

Aridjis coincidió con ello, pero señala que a pesar de los contras que se le puedan adjudicar a una prisión, la mayoría de las reclusas veían a la cárcel como a una madre que les da comida y una cobija para pasar la noche hasta que cumplieran su condena.

“(Mi experiencia) me cambió el esquema de lo que es una cárcel. Sobre todo porque para algunas de las internas en una sociedad tan injusta económica y socialmente hablando, la cárcel representa como el útero de una madre que quizá no es el mejor, que les da cobijo y afecto, algunas de las cosas que no reciben allá afuera”
Patricia AridjisFotoperiodista

“Y pese a ese anhelo de salir para tener una vida distinta, vuelven a entrar a prisión. La sociedad no les da un mundo diferente porque afuera salen estigmatizadas, difícilmente consiguen un trabajo y algunas veces vuelven a los mismos ambientes que las llevaron a prisión”, contó Aridjis, quien les agradece a las presas que, admite, le dieron su tiempo, le abrieron su corazón y le contaron sus historias de vida, algo que hizo de su trabajo algo más íntimo, cercano y mucho más humano.

Patricia señaló que la imagen de las prisiones se divide en dos: “Por un lado está la parte ríspida, la convivencia diaria de no tener lo más elemental y pelear por ello, como por un jabón o una toalla sanitaria. Pero por otro lado está la parte amorosa, la del afecto y solidaridad, e incluso el establecimiento de relaciones que son muy estrechas”.

La ganadora del Premio Periodismo Cultural Fernando Benítez 2008 contó que hubo un caso de una pareja lésbica en el que una de ellas salió de presión, cumplió su sentencia y no podía vivir sin su pareja, entonces propició que la encarcelaran de nuevo inventando un robo para poder estar con su pareja.

Ese es el tipo de historias que retrata Patricia Aridjis en la muestra Las horas negras que estará abierta en el Museo de la Mujer hasta el 11 de agosto de este año.