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PAPI transgrede las azoteas

Bajo el Programa de Arte Público Independiente, Antonella Rava, busca habilitar azoteas de la Ciudad de México con instalaciones de arte plástico emergente

Todo surgió en un techo, en una charla informal con el cinefotógrafo Federico Cantini y la idea de cómo nombrar a un proyecto que se dedicara a impulsar el arte de manera distinta, se tejió en el aire de la conversación.

Así nació el Programa de Arte Público Independiente, mejor conocido como PAPI, que en septiembre pasado tuvo su primera instalación en una azotea del centro de la Ciudad de México, de la artista alemana Zehra Arslan.

Quien levantó esta iniciativa fue Antonella Rava, que decidió aprovechar estos espacios al aire libre para generar arte, además de utilizar los recursos que propiamente hay a la mano del lugar para erigir un montaje plástico.

“La idea era no usar ni una galería, ni una institución y no teníamos presupuesto pero con la economía de los préstamos, de lo que se tiene acceso poco a poco aprendimos a trabajar con lo que se tiene”, precisa Rava en entrevista para Reporte Indigo.

Uno de los propósitos es que las instalaciones puedan tomar un carácter mucho más público, para involucrar a la sociedad en general, sobre todo a aquellos que pueden estar ajenos al arte.

“La idea es un poco tratar de llamar audiencias que no normalmente están relacionadas con el arte contemporáneo pero eventualmente me gustaría que se volviera mucho más público”
Antonella RavaFundadora de PAPI

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Los próximos proyectos de Rava y su colectivo serán anunciados en su página de Facebook @PapiCDMX

Público y lugares distintos

Una de las intervenciones que realizó Rava en conjunto con Sira Piza y Nika Simone Chilewich, titulada “Trapos sucios” en la colonia San Rafael, involucró a personas que administran puestos de comida corrida, cibercafés, entre otros, para precisamente incentivarlos al arte.

“Había dos salones de belleza, un cibercafé, una comida corrida, entre muchos otros. También en el mercado de San Cosme y el resultado fue increíble; había una ocupación de obras de arte, la gente no entendía pero los locales seguían con su operación normal”, narra la promotora artística.

Aunque también hubo otra reacción, personas que sabotearon el propósito del colectivo.

“En el techo de un edificio colgamos obras e hicimos un performance y los vecinos al día siguiente quitaron todo sin permiso. Es interesante cómo se comportan, la verdad es que si vino una audiencia que normalmente no iría a una galería o a lo mejor no está mucho cerca de ese circuito, en combinación con gente que sí está en ese circuito (…) la respuesta fue buena para ambos yo creo, salir de los lugares comunes”, afirma.