No hay devoluciones

Hace un par de semanas, se difundió en Instagram y Twitter la imagen de un letrero, impreso en una hoja tamaño carta, que un residente de Los Ángeles encontró en un cine de la ciudad. 

El texto señala que “no hay reembolsos por ‘The wolf of Wall Street’” y que el filme “tiene una clasificación R por su lenguaje y contenido explícito”. El cartel agrega que, aunque algunos se ofenden por estos elementos, el trabajo de Martin Scorsese es considerado brillante por críticos y “bastiones del pensamiento”. 

La mercadotecnia de la cinta de Martin Scorsese, nominada al Oscar de este año, atrajo a una audiencia que de saber desde el trailer el tipo de obra que era, no habría acudido
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Hace un par de semanas, se difundió en Instagram y Twitter la imagen de un letrero, impreso en una hoja tamaño carta, que un residente de Los Ángeles encontró en un cine de la ciudad. 

El texto señala que “no hay reembolsos por ‘The wolf of Wall Street’” y que el filme “tiene una clasificación R por su lenguaje y contenido explícito”. El cartel agrega que, aunque algunos se ofenden por estos elementos, el trabajo de Martin Scorsese es considerado brillante por críticos y “bastiones del pensamiento”. 

Pero, más allá del expertise de quienes disfrutan la película, el anuncio deja en claro una cosa: a pesar de que la actuación de Leonardo DiCaprio ha sido aplaudida y le ha valido un Globo de Oro (y quizá un Oscar), el público tiene opiniones divididas sobre la obra de Scorsese. 

Cinemascope, que mide la reacción del público a través de encuestas a la salida de las salas de cine, le dio una C, muy por debajo de la calificación usual de películas tan anticipadas.

Sexo, drogas y tres sorprendentes conteos

Existen varias razones por la que los expertos creen que la recepción de la audiencia no ha sido precisamente entusiasta. Pero una de ellas es la más evidente de todas.

La película no es para los débiles de corazón, pues está plagada de escenas de sexo, palabras altisonantes, actividades políticamente incorrectas (como un concurso de lanzamiento de enanos) y consumo constante de drogas. 

La cantidad de insultos es tan alta, que las revistas Variety, Slate y Vulture realizaron conteos para saber cuántas se utilizaron en las tres horas que dura la película. Los primeros dos enfocados en “fuck” y sus variaciones, y la última considerando toda clase de vocablos. 

Variety cita a Wikipedia con 506, Slate contó 544 ocasiones (en ambos casos de derivados de “fuck”) y Vulture, la más minuciosa, 569 de esta palabra y un total de 687. Los números varían por la rapidez de los diálogos y la facilidad con que fueron usadas.

En cuanto al sexo y las drogas, las escenas son frecuentes, explícitas y aparecen sin ningún tipo de aviso. Una de las primeras tomas muestra a Jordan Belfort, el personaje interpretado por DiCaprio, inhalando cocaína del ano de una prostituta. 

Sin embargo, no se puede culpar al director, que fue ignorado para las nominaciones más importantes de la industria, pues la película está basada en la autobiografía de Belfort, que lleva el mismo nombre que el filme. 

De hecho, TIME cotejó (con el libro) cada una de las escenas más difíciles de creer, y el resultado fue abrumadoramente positivo. 

¿El primer jefe de Belfort le dijo que la clave del éxito eran la masturbación, la cocaína y las prostitutas? Cierto. ¿Manejaban un Lamborghini bajo la influencia de Quaalude, un poderoso sedante? Cierto, excepto porque el coche era un Mercedes. 

¿Competencia de lanzamiento de enanos, prostitutas con la tarjeta de crédito de la empresa, choque de helicóptero en su propio patio y hundimiento de yate? Todo verdad. Por lo menos según el célebre estafador.

El libertinaje y el desenfreno de la vida de Belfort quizá sean demasiado para el público promedio. 

El problema con las expectativas 

Pero además de la sensibilidad de muchos ante la temática, hay dos elementos más que pueden haber resultado decisivos para que jamás llegara a la gracia de los espectadores. El primero es la mercadotecnia engañosa, por lo menos hasta cierto punto.

El nombre y el trailer hablan de Wall Street, de dinero y de una vida de lujos, con escasas y rápidas escenas sugestivas, pero no explícitas. 

El enfoque, entonces, atrajo a una audiencia más amplia que la que realmente disfrutaría de este tipo de obra. Es cierto que está clasificada como una película para adultos, pero filmes con muchas menos menciones de palabras que parecen protagonizar “The wolf of Wall Street” comparten el honor de ser rated R (el equivalente a una clasificación C en México). 

La otra causa del desagrado del público tampoco fue culpa del director, los escritores o los actores. Porque la otra causa es la realidad, y la realidad es que Jordan Belfort fue a la cárcel, sí, pero solo por cuatro años (por revelar secretos de sus socios) y después salió de ella para convertirse en orador motivacional y continuar con la vida de un millonario. 

Difícilmente un final feliz, sobre todo para quienes sienten empatía con los que perdieron los ahorros de su vida por las estafas de Belfort. 

Entonces, después de tres horas de desenfreno, la audiencia se queda sin la satisfacción de un castigo tradicional para el villano. Y aún más que eso, este continúa su vida sin más que un cosquilleo en su riqueza. La mayor parte de los espectadores fueron criados por películas del estilo de Disney… y Disney jamás les haría eso.

 

 

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