Maximo Bistrot. La cocina nace de la pasión

El chef Eduardo García es el ejemplo de que una persona puede ser exitosa en lo que decida hacer a pesar de las caídas rutinarias de la vida

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Los éxitos se obtienen gracias al esfuerzo. Eso es Maximo Bistrot. Hace siete años, el chef Eduardo García contaba sólo con seis mil pesos en su bolsillo para iniciar un restaurante que hoy está posicionado como el número 20 de toda América Latina.

El restaurante es muy exitoso porque dentro de este lugar existe mucha alma, no sólo de los dueños, sino de la gente que trabaja aquí”, asegura el chef a Reporte Índigo.

Desde las cinco y media de la mañana, el chef se dirige todos los días a su restaurante para comenzar el espectáculo, un show privado que sólo protagoniza con sus cocineros, las personas que le llevan los productos de la Central de Abastos, y el silencio casi absoluto de la madrugada.

Las órdenes llegan después, cuando los materiales están listos y la gente que trabaja con él confía en lo que el chef que ha visto, ha tocado y ha escuchado.

En Maximo Bistrot, ubicado en Tonalá 133, Roma Norte, el menú se reinventa todos los días, sólo depende de los productos de temporada y de los mejores vegetales que hayan llevado los proveedores a la Central.

Algunos de los platillos del menú que se ofrecieron el pasado 18 de noviembre, y a los que Reporte Índigo tuvo acceso, son Tortellini rellenos de costilla de res y morilla, Risotto con esencia de hongos con trufa blanca, Costilla de res braseada con gnocchi de papa y albahaca, y Tarda de creme brulée y dátiles.

El chef asegura que el ejemplo que le da a sus empleados todos los días es no abandonar la cocina, no dejar de trabajar en lo que verdaderamente aman y nacieron para hacer, a pesar de las caídas y golpes que les pueda dar la vida.

“Yo recuerdo que cuando abrí este restaurante, durante dos años y medio dormía dos horas. El domingo cerrábamos a la cinco de la tarde, y a las seis me quedaba dormido en el piso del salón por el cansancio. Fueron dos años y medio de ir a la Central de Abastos, llegar casi dormido y trabajar hasta las 11 de la noche”, asegura el chef.

El ejemplo del esfuerzo

Eduardo García es el claro ejemplo de que la gastronomía puede ser todo para una persona. Sólo depende de cuánto tiempo alguien se enfoque en dedicárselo.

Acámbaro, Guanajuato, vio crecer a un niño por muy poco tiempo, a una persona que comía los platillos más modestos, nutritivos y característicos de México: frijoles y tortillas. Pero sus padres se lo llevaron con ellos al país norte, a Estados Unidos, para cumplir el sueño americano.

“Yo ya estoy muy cansado. Imagínate que a los 10 años ya ganaba más que mi padres, porque para mí el campo se volvió un vicio. Como nunca tuve un juguete ni una niñez, mi vida sólo fue trabajar. Echaba carreras con adultos para ver quién le ganaba a la pisca de lo que sea”, recuerda el chef, mirando con los mismos ojos con los que ve a sus cocineros cuando les explica el procedimiento de un platillo.

Eduardo García asegura que comenzó a contar su historia desde que Donald Trump ganó la presidencia estadounidense hace dos años, cuando un migrante decidió quitarse la vida porque las autoridades norteamericanas lo deportaron a su país de origen.

El objetivo de este lugar (Maximo Bistrot) es sacar a la gente adelante. Los meseros en todos mis restaurantes son personas que si no tuviera un empleo como este, son justo las personas de las que Donald Trump estuviera hablando ahorita. Son esas personas que pueden pensar en irse de ilegales porque creen que México no tienen futuro”, recalca.

En 2007, García fue deportado de Estados Unidos luego de pasar cuatro años en la cárcel tras estar involucrado en un robo que él no presenció. Y aunque ahora es líder de múltiples restaurantes en México y tiene una esposa con la que comparte su amor por la comida, allá se quedó su hijo Maximo, la razón de que su primer restaurante lleve su nombre.

Él ahorita tiene 16 años y no lo he visto desde el 2007, cuando me deportaron a México y su mamá cortara toda la comunicación que teníamos. Entonces no sé si se debería sentir orgulloso, pero yo sí me siento así, de que todo lo que hago no sólo es por mis empleados o proveedores, sino también por él”, admite Eduardo García, quien se autodenomina cocinero amante de la comida.

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