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Los estragos de volar

Cuando hacemos largos viajes alrededor del mundo sabemos que el jet-lag nos afectará tarde o temprano, pero también está el gut-lag, una descompensación estomacal que nos perjudica durante y después de arribar a nuestro destino final

Nada nos quita el ánimo de viajar cuando se trata de ir hasta el fin del mundo, pero tarde o temprano el cuerpo resiente los estragos de la travesía y lo primero que nos afecta es el famoso jet-lag, condición que nos trastorna por completo el hábito del sueño.

Pero además del dormir, también hay otro aturdimiento que nos causa problemas en el cuerpo, uno que hasta ahora es casi desconocido y pocos estudios se han realizado al respecto: el gut-lag.

Su traducción al español sería “retraso intestinal” (gut de intestino y lag de retraso, en inglés) y es que cuando llegamos a nuestro destino, después de un largo viaje, el estómago decae por algo sumamente básico en el funcionamiento humano, el ritmo circadiano.

La primera vez que el término se utilizó de manera formal fue en la publicación médica británica The Lancet, en 1997

El habitar la Tierra desde hace miles de años nos ha hecho adaptarnos a los ciclos solares y a tener un compás que cumple funciones de 24 horas, dígase dormir, comer y elaborar actividades predeterminadas con un horario.

Entonces al viajar —literalmente— en el tiempo que nos resulta ajeno, nuestro cuerpo tiene que habituarse tanto a un nuevo ciclo de sueño, como de digestión, por eso es que ocurre primordialmente el jet-lag y en ciertos casos el gut-lag.

“Gut-lag puede correlacionarse con el jet-lag en el sentido de que los hábitos digestivos y excretores están vinculados con momentos particulares del día”
Caroline WellberyDoctora

“La recalibración de los reflejos digestivos (hambre y evacuaciones intestinales) requiere tiempo, al igual que los ajustes del sueño. Pero en la medida en que el intestino tiene un microbioma particular, la respuesta del intestino a los cambios en la ubicación puede interactuar con los cambios temporales”, precisa Caroline Wellbery, doctora del Departamento de Medicina Familiar del Centro Médico de la Universidad de G eorgetown, en entrevista para Reporte Índigo.

Adaptarse para el bienestar

La primera vez que el término se utilizó de manera formal fue en la publicación médica británica The Lancet, en 1997. Wellbery tomó la denominación y la reinventó, ella cree que los ritmos circadianos forman una “crono-depenencia” que tienen distintos órganos corporales a los usos horarios.

“Si ese es el caso, que es pura especulación, entonces es posible que el gut-lag produzca síntomas gastrointestinales adicionales (que sólo estreñimiento o urgencia incómoda). Pero esto es algo que aún no sabemos, ya que estamos empezando a aprender sobre la importancia y las funciones del microbioma intestinal”, añade la también profesora, vía correo electrónico.

Más allá de preocuparnos innecesariamente por cómo nos puede afectar el gut-lag, lo importante es aclimatarse al lugar que se visita, ya que de momento no se pueden comprobar riesgos por los cambios de horario.

“Gut-lag es sólo un nombre para una experiencia incómoda. En la medida en que es una cuestión de ajuste, probablemente se resuelva al mismo ritmo que el jet-lag. En la medida en que se ve influenciado por cambios en la dieta, los contactos en la nueva ubicación, que afectan al microbioma, probablemente sean más largos. Pero no sabemos nada de eso”, comenta la investigadora médica.

Seguir estudiando el impacto

El revertir el horario al contrario del nuestro, como hacer turnos nocturnos, está comprobado que implica riesgos para la salud, por ejemplo, las personas se vuelven propensas a ganar peso, a desarrollar obesidad tipo 2, hay una pérdida de sueño, entre otras afectaciones, pero como justo el viajar está asociado con una actividad de esparcimiento es que hace falta mayor análisis para saber si puede haber distintas alteraciones crónicas en caso de que haya una constante de ir de un lado al otro en el mundo.

“La facilidad de adaptación varía según el individuo. Aunque no sabemos esto, es menos probable que los jóvenes tengan síntomas digestivos molestos (especialmente estreñimiento), que las personas mayores”
Caroline WellberyDoctora

“En función de lo que sabemos sobre los turnos nocturnos o el ‘jetlag social’, el estrés y el trabajo desempeñan un papel en la susceptibilidad”, agrega la doctora.

La académica recalca que más allá de la documentación que ella ha logrado del tema, se requiere profundizar en este tipo de experiencia para determinar si los viajes continuos pueden repercutir en la salud.

“El gut-lag no es un trastorno médico definido, ni debería serlo. Se ha investigado a fondo el tema y encontrado que ahora sabemos más sobre la bioquímica y la rítmica circadiana del intestino, pero este conocimiento no se ha aplicado a su impacto en los viajes, y puede que nunca lo sea, a menos que descubramos importantes impactos a la salud a largo plazo de los viajes”, puntualiza Caroline Wellbery

Recomendaciones básicas

La profesora señala que al menos podemos cuidar nuestro cuerpo con las siguientes observaciones, antes y durante nuestro viaje, para que sea más placentero, ya que también depende de cada persona, no a todas les puede llegar a afectar el gut-lag

>Mantenerse hidratado en todo momento

>Saber que podemos requerir de un baño en cualquier instante

>Usar laxantes en caso de severa constipación

>Programar pequeñas comidas de acuerdo a los tiempos del destino

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