‘Locos’ por las estrellas

Seguramente conoces a alguien que está “obsesionado” con algún artista, que incluso guarda sus fotos, se sabe su vida y milagros, y sigue todos sus pasos. Aquí y en China, el culto a aquello que ostenta fama y poder no es nada nuevo. La cultura de la celebridad, “(...) tiene sus raíces en los instintos humanos más básicos (...), que han sido cruciales para el éxito evolutivo de nuestra especie”, escribió en la BBC Jamie Tehrani, antropólogo social. 

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Seguramente conoces a alguien que está “obsesionado” con algún artista, que incluso guarda sus fotos, se sabe su vida y milagros, y sigue todos sus pasos. Aquí y en China, el culto a aquello que ostenta fama y poder no es nada nuevo. La cultura de la celebridad, “(…) tiene sus raíces en los instintos humanos más básicos (…), que han sido cruciales para el éxito evolutivo de nuestra especie”, escribió en la BBC Jamie Tehrani, antropólogo social. 

Según la teoría de Tehrani, las sociedades de nuestros ancestros no estaban regidas por la ley del más fuerte –como las de otros primates–, sino por el prestigio, “una forma de estatus social (…) que permitió a nuestros antepasados reconocer y premiar a las personas con habilidades y conocimientos superiores”, como también “a aprender de ellos”. 

De la admiración a la obsesión

Independientemente de cuál sea el factor detonante de husmear en la vida de los deportistas y las celebridades del mundo del espectáculo –admiración, complicidad o mero morbo– lo cierto es que el público les suele prestar una atención desmedida, que en ocasiones raya en lo absurdo. 

Y sobre todo en la era de Twitter y Facebook, que han dejado la privacidad al descubierto y han “cortado” la distancia entre los fanáticos y las estrellas. 

Ahí está el caso de la popular actriz estadounidense Angelina Jolie, cuya pierna al descubierto en la gala de los Oscares en febrero del 2012 fue objeto de burla en Twitter. A los pocos minutos de que apareciera en pantalla, su pierna derecha ya contaba con su propia cuenta en esta red social. Con la publicación de posts sarcásticos como “¡Mira esta pierna!”, @AngiesRightLeg atrajo más de 30 mil seguidores. 

Sin embargo, las obras altruistas de la también madre de seis hijos –tres de ellos adoptados– y Embajadora del Alto Comisionado de la ONU la han llevado a convertirse en un modelo a seguir tanto para las jóvenes actrices en Hollywood como para el resto de la comunidad global. 

Lo mismo sucede aún cuando la reputación de las celebridades dista de ser digna de admiración.

Su fama alcanza un nivel tan alto que, hagan lo que hagan, el público no los deja de tener en un pedestal. Ante las noticias que han surgido en los últimos meses acerca de la conducta errática de Justin Bieber, por ejemplo, la fidelidad de las fans hacia la estrella pop parece mantenerse intacta. 

Este lunes, #justinandbeliebers areeternal (o Justin y sus seguidores son eternos) estuvo entre los Trending Topics en Twitter, con publicaciones en defensa del cantante canadiense como “los medios, TMZ y los tabloides no pueden romper nuestro vínculo”, “tenemos algo especial” o “nuestra relación es inquebrantable”. 

Pero este supuesto inocente interés en la vida de los famosos no está exento de llegar a transformarse en lo que el antropólogo social Jamie Tehrani llama “una obsesión enfermiza con las celebridades, a quienes prestamos mucha más atención de la que se merecen”. 

Y esto puede ir desde lo que los psicólogos sociales llaman “culto a la celebridad”, hasta el acoso patológico y el “Síndrome de Clerambault”, también conocido como “erotomanía”. Esta última no es otra cosa más que la convicción delirante que tiene una persona de que una celebridad –o algún individuo que goza de popularidad y de alto nivel socioeconómico– está enamorado de él o de ella. 

Para Tehrani, “la fama es un poderoso imán cultural”. 

Como especies hipersociales adquirimos la mayor parte de nuestros conocimientos, ideas y habilidades copiando a los demás, mediante el ensayo y error. Sin embargo, se presta mucha más atención a los hábitos y comportamientos de los famosos que a los de miembros ordinarios de nuestra comunidad”. 

Pero a diferencia de las sociedades ancestrales, dice el especialista, en el mundo moderno esta atracción por el prestigio no promueve ni conocimientos culturales ni habilidades superiores.

“Con frecuencia copiamos rasgos que tienen poco –o nada– que ver con lo que los hizo exitosos (a los famosos) en primer lugar: la ropa que usan, sus peinados, cómo hablan (…)”. 

Placer por su decadencia

Siempre “acompañamos” a los famosos, tanto en las buenas, como en las malas, literalmente. Y es que es en los tropiezos o en las caídas que sufren las celebridades cuando más los ponemos bajo nuestra lupa. No necesariamente se trata de una muestra de apoyo moral a distancia. La realidad es que, hasta cierto punto, disfrutamos estas desgracias ajenas.

Después de la cuesta abajo de Britney Spears y Lindsay Lohan, el caso más reciente es el de la actriz estadounidense Amanda Bynes. De ser una estrella en shows de comedia infantil en Nickelodeon, la joven de 27 años no ha dejado de ser noticia en los últimos meses gracias a sus conductas antisociales y cada vez más extrañas. 

Desde su detención por posesión ilegal de marihuana en mayo de este año, Bynes ha hecho de su cuenta en Twitter su medio de desahogo. Sube imágenes en las que aparece topless, rapada o con una larga peluca rubia. Insulta a otras celebridades y escribe comentarios despectivos como “si no eres atractivo, no me importa tu opinión”, entre otros tuits que han dado mucho de qué hablar. 

Al día de hoy, la cuenta de Twitter de Bynes supera los dos millones de seguidores. 

En el último episodio de su programa “Super soul sunday”, la diva de la televisión estadounidense Oprah Winfrey nombró a esta obsesión cultural por la derrota del famoso como “fallen celebrity syndrome” (o “síndrome de la celebridad en declive”). 

Y el filósofo Mark Nepo señaló que esta obsesión es un reflejo de que en silencio estamos anhelando tener motivos para celebrar, así sea la desgracia ajena.

Todo por Paris Hilton

La obsesión por la vida de los famosos puede llegar a parar tras las rejas. Así lo retrata “The Bling ring”, la nueva película de Sofía Coppola. La cinta, basada en hechos reales, narra la historia de una banda de jóvenes adolescentes de Los Ángeles –cuatro mujeres y dos hombres– que se dedicaba a saquear millones de dólares en pertenencias de las residencias de celebridades como Paris Hilton, Orlando Bloom y Lindsay Lohan. La película llegará a México este año.

Fijación con los artistas
Trailer de ‘The Bling ring’

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