No hay imagen disponible

Libres como el viento

Al ritmo de Pérez Prado, las luces de la cocina se apagan y el cuerpo de una mujer se contorsiona en una danza erótica que seduce al espectador, una sonrisa inunda a la bailarina con escasa ropa y su felicidad irradia el cuarto rodeado de cazuelas y una estufa, el alma de Rossy Mendoza sigue siendo joven, pero su piel ya denota el paso de medio siglo.

5
años le tomó a la cineasta capturar la vida de las artistas de cabaret
"Nunca me llevaron a ver ‘La guerra de las galaxias’ (en la infancia), pero ahí estaba yo viendo a Lyn May (risas)”
María José CuevasVivir del pasado
El testimonial busca hacer a un lado el amarillismo que se tiene acerca de las ficheras y refleja el lado humano fuera del personaje que interpretaron en su juventud

Al ritmo de Pérez Prado, las luces de la cocina se apagan y el cuerpo de una mujer se contorsiona en una danza erótica que seduce al espectador, una sonrisa inunda a la bailarina con escasa ropa y su felicidad irradia el cuarto rodeado de cazuelas y una estufa, el alma de Rossy Mendoza sigue siendo joven, pero su piel ya denota el paso de medio siglo.

Las vivencias del pasado de esta artista de cabaret, más las de Princesa Yamal, Wanda Seux, Olga Breeskin y Lyn May son traídas al presente en “Bellas de noche”, documental de María José Cuevas, quien entró al lado íntimo de las mujeres y sacó a relucir sus experiencias de vida con su lente.

Todo en familia

La hija del artista plástico José Luis Cuevas narró que su padre nunca marcó un límite de pudor o prohibicionista ante el desnudo y los temas tabúes de la sociedad, además de que tenía amistades del gremio artístico del momento.

“Mi papá era muy amigo de las rumberas, Ninón Sevilla, Rosa Carmina, Tongolele y de todas ellas. Para mí de niña era muy natural llegar a la casa y que estuvieran todas estas mujeres, y después me toca a mí más la generación de las vedettes”, comentó la realizadora.

Su primer encuentro con el espectáculo de revista se dio en el “Teatro Blanquita”, cuando el pintor llevaba a su hija María José. Pero a su padre las vedettes lo invitaban directo al cabaret.

“Había un libro de mi papá, increíble, de fotos de Daisy Ascher –que era mi libro favorito–, me la pasaba viéndolo y había fotos de mi papá con Olga Breeskin y Rossy Mendoza, entonces siempre tuve esta familiaridad”, especificó Cuevas.

Su hermana Ximena Cuevas fue la editora de “Bellas de noche”, que tuvo que lidiar con 180 horas de material rodado a lo largo de cinco años, haciendo primero un corte individual de cada una de las celebridades, para después ensamblar el pietaje en un solo documental.

Montenegro y Lea: Las musas perdidas

La cineasta escogió cinco nombres del mundo nocturno para llevarlos al testimonio audiovisual, pues de lo contrario habría tenido que hacer secuelas del tema.

“Me encantaría hacer ‘Bellas de noche 2’, tres y cuatro, e irme con Thelma Tixou, Grace Renat. Y eso también fue una decisión… de que ya no cabían”, platicó María José.

Y es que desde antes de rodar hubo una aproximación con Sasha Montenegro, con quien forjó una amistad y la consideró su coach en el tema. “Me apoyaba mucho”, sin embargo se mantuvo fuera de aparecer a cuadro.

Otro encuentro que se dio pero no se tuvo una entrevista en cámara fue con la vedette Princesa Lea, de quien se grabó un baile árabe en su casa en Chiapas.

Peligrosas como el mar

Lo recopilado en video por Cuevas fue la soltura con la que las artistas se dejaron retratar, ya que la directora las dejó sentirse libres y ella solo capturó los momentos.

“El juego fue ese, yo desde el principio les dije ‘ustedes llámenme, invítenme, ¿cuándo voy a tu casa y platicamos?’, entonces yo iba de pronto a casa de Rossy Mendoza y me recibía con alas de ángel o en una cama de pétalos de rosa, pero nada de esto yo lo construí, yo no monté absolutamente nada”, explicó alegre la cineasta.

El largometraje se llena de momentos íntimos de las cinco mujeres más allá de revivir la gloria de su juventud, algunas de ellas cuidando mucho su imagen a cuadro y otras siendo naturales, sin maquillaje, barriendo su casa o haciendo de comer.

La libertad es un sentir latente en “Bellas de noche”, ya que aunque actualmente unas siguen dedicando su vida al espectáculo como Lyn May, otras como Olga Breeskin viven en el extranjero y se han convertido al cristianismo, o como Princesa Yamal, que se dedica al esteticismo con la aplicación de botox.

“Son realmente admirables”, se sinceró Cuevas.

Vivir del pasado

A pesar de no ser un documental histórico, “Bellas de noche” se siente cargado de nostalgia y deseo por un tiempo atrás. Un sentimiento que nace del testimonio de las mujeres a cuadro.

“Siguen siendo (vedettes), lo que es increíble es esta línea, todo el tiempo ahí, como muy tenue, de ser el personaje”, dijo Cuevas.

Te puede interesar
YOSIVEODOCUMENTAL Cine conquista al Nevado

El caer de la tarde, Mauricio examina con su linterna de minero el terreno irregular, extiende su carpa e inicia casi al borde de la oscuridad el levantamiento de su campamento.

Pero hace un año hubiera sido imposible que el joven pudiera estar haciendo senderismo en los bajos del Volcán en Texcaltitlán, ya que se encontraba en coma.

YOSIVEODOCUMENTAL Heridas de impunidad

Dicen que la lluvia lava las heridas, pero el dolor permanece como una mancha que no logra irse aunque pase el tiempo y los años.

La calma llega al terminar la borrasca, aunque en los corazones se guarde el recuerdo de un pasado imborrable. Y Miriam sabe lo que fue vivir a través de la incesante tormenta de injusticias que no vio venir y solo le cimbró al pasar.

Lo mismo le ocurrió a Adela, quien en las palabras de Cortázar, no eligió la lluvia que le iba a calar hasta los huesos y que todavía en el presente le carcome hasta la médula de su alma.

YOSIVEODOCUMENTAL Cuando los años se van

A tres calles de Palacio Nacional se vive otro México fuera de la solemnidad y los grandes vitoreos políticos.

En los alrededores de Plaza Loreto, las vecindades, el comercio informal y el tránsito de millares de peatones que mercadean son la jornada de ese pulso distinto de la ciudad.

De día algunas son amas de casa ordinarias. Preparan la comida, barren la casa y planchan su ropa, pero al despuntar el atardecer, avientan el delantal y la escoba para cambiarse de hábito y tomar el rímel y vestido, para empezar su jornada laboral.