La historia de ‘El Pelón’ Sobera, el terrible asesino necrófilo de los cincuenta

El personaje padecía de intensos y raros ataques de risa; provenía de una familia acomodada y decía que le dolía el cabello, por lo cual se lo rapaba constantemente

La esquizofrenia, esa enfermedad mental que descontrola los sentidos y que tiene su origen en factores genéticos, químicos y hasta ambientales ha cobrado demasiadas víctimas alrededor del mundo; tanto pacientes que incurren en suicidio, diagnosticados o no, como personas que viven alrededor de algún enfermo o que lo encuentran por mera casualidad.

El caso de un esquizofrénico mexicano llamado Higinio Sobera de la Flor captó la atención mediática en los años cincuenta, principalmente por la forma en que fue enjuiciado por los crímenes que cometió y que a muchos no les pareció correcta.

Sobera, descendiente de una familia acomodada, nació en la Ciudad de México en un lejano 1928. Su padre fue un migrante español que llegó a tierras aztecas a hacer fortuna y su madre era hermana de Noé de la Flor Casanova, abogado y poeta que fungió como gobernador de Tabasco de 1943 a 1946.

Higinio estudió algunos años en el Colegio Franco-Español, en Xochimilco, de donde fue expulsado debido a su raro comportamiento. Poco después su familia decidió internarlo en el Hospital mental de La Floresta, de donde escapó a los pocos días.

Como nunca le hizo falta dinero, a Sobera poco le importaban los estudios por lo que se dedicó su vida al despilfarre, la fiesta y los desmanes durante el tiempo que vivió en la calle de Uruguay, en pleno Centro Histórico.

Hasta que llegó el trágico 11 de mayo de 1952, cuando él tenía 24 años.

“El Pelón”, apodo con el que se le conocía a Higinio, se encontró ese día con el capitán Armando Lepe Ruíz; ambos circulaban en calles de la colonia Roma y venían echando pleito, picándose entre sí a bordo de sus flamantes automóviles (el de Higinio, regalo de su madre), cuando en un arranque de ira Sobera mató al militar disparándole en cinco ocasiones.

El ahora criminal escapó a toda velocidad pero la policía, con ayuda de testigos, pudo rastrear la placa del automóvil y dio rápidamente con el domicilio de “El Pelón”. Los diarios de aquella época describen que su madre, al enterarse del horrendo crimen, prometió a los policías que su hijo se entregaría, aunque eso nunca sucedió.

Dos días después, el 13 de mayo, Sobera fue capturado en una habitación del Hotel Montejo, ubicado en la colonia Anzures. Cuando los oficiales irrumpieron en el cuarto lo vieron lleno de sangre, con su vestimenta sucia y sus zapatos llenos de lodo.

La Prensa, diario que siguió de cerca el caso, refirió que en su declaración ante un juez “El Pelón” confesó el crimen del capitán a quien, dijo, segó la vida pues lo había insultado y llamado payaso, palabras que significaban para él la peor injuria; pero también confesó otro crimen que dejó boquiabiertos a todos los que presenciaron el juicio.

Sobera había matado a una mujer llamada Hortensia López Gómez, por el simple hecho de que le gustó y ella no le hizo caso… “La maté porque me gustó mucho desde que la vi, le hablé con buenas palabras, no me hizo caso y su desprecio me enfureció”.

Las palabras del asesino dejaron helada la sala en donde se pronunciaron y más aún cuando detalló que, tras no hacerle caso, empujó a la mujer al interior de un taxi, intentó violarla ahí mismo y tras su reiterada negativa le disparó en el rostro para después ordenarle al chofer que bajara de la unidad y llevar él mismo el cadáver a un hotel, en donde cometió necrofilia para después tirar el cuerpo en una barranca de la zona de Cuajimalpa.

El caso fue tan sonado que sectores de la sociedad clamaron al entonces presidente Miguel Alemán que dictara la pena de muerte para el sádico asesino, quien finalmente terminó cumpliendo una pena de 15 meses en Lecumberri para después ser trasladado al Hospital Psiquiátrico Samuel Ramírez Moreno, ubicado en Valle de Chalco, de donde salió en 1985.

Para lograr que su cliente pisara la cárcel sólo unos meses, el abogado Alfonso Quiroz Cuarón, considerado el primer gran criminólogo de México, adujo que Sobera sufría esquizofrenia -hecho comprobado por doctores de Lecumberri -, por lo que no podía ser castigado como cualquier otro criminal, hecho que marcó un parteaguas en el trato judicial a los enfermos mentales en el país.

Se dice que tras salir del Hospital Psiquiátrico, “El Pelón” Sobera deambuló por calles de Xochimilco, en donde murió de causas naturales en 1992.

DATOS:

Su apodo: Desde pequeño, Higinio se quejaba pues decía que le dolía el cabello; por eso, cuando tuvo edad de decidir por sí mismo, cogió unos centavos de la cómoda de su madre y se fue a la primera peluquería que encontró para pedir que lo raparan pelón. Desde esa fecha jamás se volvió a dejar crecer el cabello

Los antecedentes: Higinio sufría de pequeño ataques incontrolables e indescifrables de risa, además de que hablaba sólo y siempre pensaba que los demás lo insultaban, por lo que estaba a la defensiva. Tenía un hermano, del cual no se volvió a saber nada tras quedar internado en un Hospital Psiquiátrico de Barcelona por una crisis nerviosa.

El diagnóstico: Aunque el diagnóstico oficial de que Sobera sufría de esquizofrenia se levantó en Lecumberri, crónicas de la época refieren que su madre ya sabía de su enfermedad pues cuando estuvo internado en La Floresta los médicos se lo refirieron, a lo que ella prefirió guardar silencio.

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