La historia de Mary Bell, la niña asesina que mutiló los genitales a su víctima

La pequeña, de 11 años, conmocionó al mundo por los crímenes que cometió, pero también por la crueldad con la que fue tratada por su madre

Mary Bell era una pequeña niña inglesa de 11 años que vivía en Newcastle cuando conmocionó al mundo entero por su historia, la cual a su corta edad ya sumaba dos crueles asesinatos pero también una serie de maltratos deleznables de parte de su progenitora, quien en más de una ocasión intentó matarla.

Está claro que el maltrato infantil tiene consecuencias negativas en el desarrollo de la personalidad y en el caso de Mary, quien desde los cinco años fue abusada por las múltiples parejas de su madre, estas se concretaron en una conducta agresiva hacia otros, en especial hombres.

Quien tuviera que ser una guía para Mary Bell durante sus primeros años en un mudo caótico, el de los sesentas, aquel de la posguerra, en el cual miles de familia seguían de luto, abusó de ella desde que estaba en el vientre.

La propia señora Betty Bell llegaría a confesar, en historias que vendió a la prensa, que embarazada, a los 16 años, se golpeaba el estómago pues no deseaba que Mary naciera.

INICIO DE VIDA DESASTROSO

Mary nació, pese a los golpes de su madre en su vientre, lozana y con una sonrisa y mirada cautivadoras, mismas que conservó toda su vida.

Hija de algún cliente de la señora Betty, quien se dedicaba a la prostitución, la pequeña nunca fue querida en el hogar; la alimentaban poco, estaba desatendida, regularmente sucia pues su madre, además, era drogadicta.

La propia Mary declararía tiempo después que desde los cuatro años sufrió abuso sexual. Su progenitora la vendía al mejor postor, obligándola a mantener relaciones sexuales con depravados a los cuales poco les importaba la tierna sonrisa que poco a poco se borraba de su rostro.

La señora Bell confesaría en las historias “exclusivas” que vendió a diversos medios ingleses que en más de una ocasión intentó asesinar a su hija tratando de aparentar accidentes. En una ocasión mezcló drogas en su almuerzo, lo que provocó que la pequeña Mary experimentara su primera sobredosis de la cual sobrevivió “de milagro”.

CONSECUENCIAS FATALES

Está comprobado que el maltrato infantil, si se logra sobrevivir, deriva en una actitud violenta en la edad adulta, además de otras consecuencias que incluyen depresión, ansiedad, drogadicción y falta de autoestima.

Mary mostró las primeras consecuencias a muy corta edad. A los 11 años ya mataba animales a diestra y siniestra, se mostraba siempre a la defensiva y tenía el gusto raro de golpear a sus compañeros de colegio más pequeños.

Era cuestión de tiempo para que “la bomba explotara” y fue en un cálido mayo de 1968 cuando Mary decidió traspasar una frontera, invisible, y matar a sangre fría a un ser humano, un pequeño llamado Martin Brown, quien apenas tenía 4 años.

MARY SE DESQUITA CON EL MUNDO

Mary Bell estaba peleada con el mundo; nunca, en su corta vida, había conocido el amor, los abrazos en su casa no existían, los “te quiero” nunca se escuchaban y por el contrario los golpes, abusos sexuales, groserías, drogas y comida putrefacta eran cosa de todos los días.

En una decisión que cambiaría su vida para siempre, el 25 de mayo, justo antes de cumplir los 11 años, la niña condujo al pequeño Martin a una casa abandonada donde lo estranguló hasta la muerte.

Mary tuvo la osadía de contarle su “aventura” a su mejor amiga, Norma Bell (no tenían parentesco), con quien, harto emocionada, tomó por asalto una guardería en donde dejó mensajes escritos en los que se leía: “yo asesiné, así que tal vez vuelva”.

Las autoridades que ya buscaban a Martin no tomaron en serio los mensajes “dejados por dos inocentes niñas”.

Cuentan las crónicas periodísticas de aquel entonces, como la que publicó la revista alemana Stern, que la pequeña asesina se unió a las brigadas que buscaban desesperadas a Martin y que incluso avisó a sus familiares en donde podrían encontrarlo, a lo que su madre le contestó que era imposible que el pequeño se dirigiera a ese lugar pues no era de “sus preferidos”.

Días después encontrarían el pequeño cuerpo precisamente en el lugar señalado por Mary, aunque las sospechas no apuntaban, ni por lo mínimo, hacia ella.

La niña Bell fue más allá al presentarse al funeral, junto con su amiga Norma, y preguntar a diestra y siniestra a los deudos si la partida de Martin les dolía, si lo sentían, si lo extrañaban, lo que, ahora sí, levantó sospechas que no llegaron a buen puerto pues las autoridades dictaminaron que el pequeño había muerto víctima de “un huidizo asesino”.

Fue en un caluroso julio de 1968 cuando la policía de Newcastle recibió un llamado que cambiaría la vida de michos de sus oficiales: el cuerpo del pequeño Brian Howe, de tan sólo 3 años, había sido encontrado en un escampado. La forma en la que fue asesinado dejó petrificados a los policías, algunos de los cuales declararon no haber visto nunca algo similar: el niño fue golpeado con una piedra, estrangulado, sus genitales habían sido mutilados y le faltaban varios mechones de cabello. Las alarmas se encendieron inmediatamente.

BREVE INVESTIGACIÓN Y POLÉMICA CONDENA

Los agentes británicos que se encargaron del caso narraron a la prensa que no tardaron en vincular los asesinatos de Martin y Brian por la manera en que se cometieron, las marcas en su cuello y la saña con la que trataron sus cuerpos. Trascendió, en aquel entonces, que el estómago del segundo niño había sido marcado con unas tijeras, que después fueron clave en el juicio, con las iniciales M.B.

Niñas dejando notas en una guardería sobre asesinatos, Mary asistiendo a los funerales de las víctimas, con las cuales nunca había tenido contacto, haciendo preguntas incomodas a los familiares, huellas dactilares en unas tijeras y las iniciales en el cuerpo llevaron a los agentes a sospechar inmediatamente de la menor, a la que no tardaron en detener.

Junto con Mary, fue detenida Norma. Ambas negaron las acusaciones pero después, y ante las contradicciones en las que cayeron durante los interrogatorios, las dos terminaron echándose la culpa, lo que enredó aún más el caso que era francamente “increíble” para los investigadores quienes se preguntaban constantemente cómo era posible que unas niñas, que no pasaban los 12 años, hubieran cometido tales crímenes.

Finalmente, Mary cedió a la presión de los interrogatorios y confesó los crímenes. Norma la acompañó y presenció sólo uno, el de Brian, por lo que las autoridades no tardaron en soltarla y mandarla directamente a un hospital psiquiátrico en el que pasó algunos años. Una vez que salió no se supo más de ella.

Las cosas fueron distintas para Mary, a quien especialistas psiquiatras diagnosticaron psicopatía, por lo que fue condenada a prisión indefinida. Por sorprendente que parezca, ya adolescente, Mary se escapó de la prisión en 1977 para “irse de fiesta”, “divertirse un poco” … la policía no tardó en dar con ella y la volvió a encerrar.

Finalmente, y ante decenas de protestas, Mary fue liberada en 1980 tras cumplir 12 años de condena. Autoridades británicas le otorgaron un nuevo nombre y le garantizaron el anonimato mandándola a otra parte de Inglaterra donde supuestamente “jamás” sería encontrada.

Su madre, la señora Betty, terminó ganando cierta cantidad de dinero pues, con todo y que fue blanco de críticas tras develarse la manera en que trataba a su hija, por lo cual nunca fue condenada, se atrevió a vender su historia y la de Mary a diarios sensacionalistas, cada uno de los cuales decía “tener la exclusiva”.

FUTURO ¿PROMETEDOR?

Mary nunca perdió su angelical sonrisa. Tras ser liberada, a la edad de 23 años, comenzó a trabajar en un comedor escolar, atendiendo a pequeños alumnos, hasta que se descubrió su “oscuro pasado” y la corrieron… con todo y su angelical sonrisa.

En 1998 se embarazó y dio a luz a una pequeña niña, por lo que acudió a un Tribunal Supremo para pedir que se preservara el anonimato que le había sido otorgado apenas fue liberada y se extendiera a su hija de por vida.

El tribunal accedió a su petición bajo una orden que después se aplicó para otros exconvictos y que precisamente fue bautizada en Reino Unido como “orden Mary Bell”.

Se dice que, hasta la fecha, Mary continúa su periplo en este mundo, siendo abuela. Su hija, por supuesto, conoce la historia de su madre debido a la mediatización de la cual siguen siendo objeto sus crímenes.

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