La dualidad del Sol

A principios de agosto, la policía rusa encontró una secta de más de 60 personas que tenían casi 10 años viviendo bajo tierra. Entre estos había alrededor de 15 menores de edad, algunos de ellos –presuntamente– no habían visto la luz solar en toda su vida.

A pesar de que días después se dijo que las autoridades habían exagerado por el estilo de vida de esa secta, esto nos hace preguntarnos ¿podemos vivir sin luz solar?

A principios de agosto, la policía rusa encontró una secta de más de 60 personas que tenían casi 10 años viviendo bajo tierra. Entre estos había alrededor de 15 menores de edad, algunos de ellos –presuntamente– no habían visto la luz solar en toda su vida.

A pesar de que días después se dijo que las autoridades habían exagerado por el estilo de vida de esa secta, esto nos hace preguntarnos ¿podemos vivir sin luz solar?

Toma en cuenta lo siguiente: Si el Sol desaparece completamente, la temperatura global de la superficie del planeta descendería hasta -17.8 ºC en tan solo una semana, y en un año hasta los -129 ºC, según el divulgador científico Sergio Parra.

Tampoco habría fotosíntesis y la mayoría de las plantas moriría en un par de semanas, junto con organismos de la corteza terrestre.

Estudios recientes muestran que vivir sin luz solar puede incrementar la susceptibilidad a padecer una amplia gama de enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión arterial, así como enfermedades infecciosas como resfriado común y tuberculosis.

Sin ponernos fatalistas, una persona podría vivir toda su existencia sin luz solar, pero con una dieta adecuada.

A pesar de esto, es difícil que los seres humanos se “escondan” por mucho tiempo del sol y aún más difícil que un adulto muera por esta causa.

El escenario más plausible sería que sin luz solar nuestro cuerpo no podría producir vitamina D, lo que podría inhibir la absorción de calcio. Tener bajos niveles de calcio puede conducir a que se produzcan espasmos en la laringe, causando asfixia.

Este tipo de eventos se puede evitar con una dieta adecuada, consumiendo vitamina D, la cual se encuentra en alimentos como queso, pescado, yema de huevo, leche, jugo y cereales.

¿Amigo o enemigo?

Promover los efectos del sol en la salud –ya sean buenos o malos- parece ser una práctica cíclica.

En el siglo 19, cuando se descubrió que la falta de luz solar causaba raquitismo (enfermedad caracterizada por deformidades esqueléticas), se puso de moda la terapia solar. Los médicos recetaban a sus pacientes tomar el sol, y los niños que vivían en latitudes más altas tenían que pasar tres horas a la semana absorbiendo los rayos.

La gente creía que curaba enfermedades como úlceras, gota y artritis. En esa época la piel bronceada era vista como un signo de salud y riqueza.

Pero, en 1930, se empezó a hablar del cáncer en la piel y durante las siguientes décadas, la luz solar pasó de ser el remedio de todos los males a convertirse en casi una toxina y los doctores recomendaban a sus pacientes refugiarse en la sombra.

Ahora, de nuevo la luz ultravioleta está experimentando algo como una especie de renacimiento médico. Cada semana aparece un nuevo estudio que liga la falta de luz solar con todo, desde esclerosis múltiple hasta asma.

Pero aún es difícil ligar definitivamente a la vitamina D –o a la falta de ésta- con problemas a largo plazo como la diabetes y enfermedades del corazón.

Niños al Sol

Los niños son más vulnerables que los adultos a la deficiencia de vitamina D, por lo que sí podría hablarse de una muerte por falta de luz solar.

El riesgo más obvio es el raquitismo, enfermedad que provoca malformaciones en dientes y huesos. En casos extremos puede conducir a otros problemas de salud como irregularidades respiratorias y problemas cardiovasculares. Pero, al igual que en los adultos, una dieta adecuada puede prevenir estas complicaciones.

La luz solar también ayuda a desencadenar el ciclo diario de producción de serotonina. Si ese ciclo se vuelve irregular se pueden sufrir problemas con el sueño y el estado de ánimo.

El Sol no es nuestro enemigo, la clave –como en todo- está en la moderación.

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