La gordofobia —el rechazo a las personas con cuerpos grandes— no es un tema nuevo, pero ha cobrado la visibilización necesaria

Gordofobia: la discriminación normalizada

El rechazo hacia una persona de talla grande es una de las violencias más normalizadas por la sociedad. Tiene repercusiones graves en todos los ámbitos, desde el laboral, social e incluso en el de las relaciones y vínculos sexoafectivos

A lo largo del tiempo, el discurso sobre el propio cuerpo y el ajeno ha cambiado de acuerdo con la cultura y sociedad, pero en la actualidad, la tendencia hegemónica señala que los cuerpos delgados son saludables, sobre todo, si se trata de las mujeres.

Frases como “si eres gorda nadie te va a querer”, “las niñas gordas no deben usar falda porque no les favorece” o “esconde tu panza” son parte del cotidiano de miles de mujeres, porque se trata de una forma de discriminación aceptada y normalizada por la sociedad.

Para Hortensia Vásquez Montes, especialista en Derechos Humanos y colaboradora de Mujer Ideas Desarrollo e Investigación, S. C., la gordofobia —el rechazo a las personas con cuerpos grandes— no es un tema nuevo, pero ha cobrado la visibilización necesaria en la agenda pública porque se atraviesa con otros temas de salud.

“La gordofobia es la discriminación y miedo a estar gordo; es un asunto complejo porque, por un lado, es el rechazo a las personas que son de talla grande y la violencia que sufren. En el caso de mujeres es más evidente por el asunto cultural, de la necesidad que sus cuerpos sean ‘estéticamente bellos’, entendiendo esto como parte de una cultura patriarcal”, específica a Reporte Índigo.

Es un tema con muchas aristas, pues no sólo es el rechazo, sino todo lo que implica alrededor del estigma.

Vásquez Montes se interesó en el tema debido a un folleto informativo que realizó Presidencia sobre la obesidad en México, en el cual, a decir de la especialista, se hizo un uso indebido para hablar de este padecimiento. Desde entonces, se ha dedicado a divulgar el tema desde una perspectiva más sensible y humana.

“Era una caricatura, la cosa más estigmatizadora y horrenda, porque presentaba a un niño gordo rico y una niña delgada pobre, pretendiendo que con eso se iba a sensibilizar a la gente. Si bien tenemos problemas de obesidad, también se atraviesa el asunto de la pobreza extrema que la gran mayoría de la población padece”, explica.

Junto a un equipo de especialistas se ha dado a la tarea de visibilizar esta discriminación, la cual puede ir acompañada de estereotipos sociales, prejuicios, incluso, otros tipos de violencia como la física, psicológica; económica; barreras de tipo ambiental, por ejemplo, espacios diseñados solamente para determinados tipos de cuerpos delgados, generalmente en el transporte público, o las barreras sociales.

A nivel nacional, el 20.2 por ciento de la población de 18 años o más declaró haber sido discriminada en 2017. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS), los motivos principales fueron por la forma de vestir o el arreglo personal, el peso o estatura, la edad y las creencias religiosas.

“Después de la pandemia, evidentemente, el sedentarismo fue mayor, hubo repercusión en los cuerpos, no se puede negar, pero la obesidad no se tiene que tratar desde el estigma ni violencia. Incluso, este discurso medicalizado de que las personas gordas son poco saludables, pero, la verdad, no es así de sencillo”, explica Hortensia.

“Tenemos gran deuda con las mujeres, sí creo que falta acceso a la justicia y un mecanismo de denuncia contra el hostigamiento y acoso”
Hortensia Vásquez MontesEspecialista en Derechos Humanos

La gordofobia médica y las dietas

El prejuicio de creer que “las personas son gordas porque quieren serlo” o que es una condición por falta de voluntad para cambiar sus cuerpos, muchas veces, implica que, en el momento de asistir a una consulta médica, se recomienden dietas como solución por ser “obeso”.

Sin embargo, de acuerdo con Vásquez Montes, en muchos casos, debido al prejuicio, muchos de las y los pacientes en vez de recibir un trato digno fueron violentados al grado de, en algunas ocasiones, generar algún trastorno alimenticio.

“En mi caso, me hice estudios y mis niveles de colesterol y azúcar están bien, pero constantemente, los doctores insisten con mandarme a nutrición porque tengo 10 cm más de cintura, y así como yo miles. Tiene que haber una sensibilización y enfoque más integral para quienes están en los servicios de salud, públicos, educación y de toda la sociedad”, aclara.

Si no se trata desde estas esferas públicas y de salud los casos llegan a suceder desde edades más tempranas, pues se entiende que un cuerpo gordo es sinónimo de personas poco saludables. Además de poner en riesgo su salud al someterse a dietas que no son supervisadas por un nutriólogo.

“Impera la idea del cuerpo atlético que se tiene que ejercitar, cuando también hay cuerpos grandes que hacen yoga, pero se piensa que no son ágiles, que son cuerpos lentos, torpes. Aquí entra el tema de que no todo el mundo tiene acceso a una alimentación adecuada.

“En muchos casos una torta de tamal resuelve sentirse saciado, y no tiene que ver con cuestión estigma, sino tomar en cuenta que no puedes hacer una política pública con una población que sólo tiene acceso a ese tipo de alimentación. Gente que hace más de dos horas para su trabajo, que quizá no le da tiempo para prepararse algo, el sedentarismo, que duermen poco, es un ciclo difícil de romper”, explica.

La especialista en Derechos Humanos reitera que los prejuicios y los estigmas relacionados con el peso y la gordofobia pueden mermar el ejercicio de derechos, pero más allá del estado de salud de un cuerpo, de su forma, de su peso, de sus capacidades o de su apariencia, todas las personas merecen respeto y vivir una vida libre de discriminación y violencia.

“Ha sido muy complicado reivindicar el concepto de gorda, deberíamos asumirlo desde otros lugares más amables y empáticos. Es uno de los temas pendientes de la agenda feminista, porque, además, puede tener una repercusión que puede terminar en suicidio.

“Desde mi trinchera es alzar la voz de denuncia en el legislativo, y seguir colocándolo en la agenda pública. Hace falta que haya una política pública de atención a la salud, pero con enfoque integral, menos violento y no con un discurso patriarcal, porque nadie tiene derecho de opinar sobre los otros cuerpos”, reflexiona.

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