El oficio de Leñero

Vicente Leñero cerró su ciclo vital en congruencia con su timidez. Durante toda su vida se negó a recibir premios y le llovían. Se negaba a homenajes y mañana será justamente reconocido en Bellas Artes. 

Se negaba también a la traición, se negó a traicionar sus convicciones y se negó a ceder, en 1976, a la presión que el gobierno de Luis Echeverría quería imponer sobre el derecho a la información. 

Norma Garza Norma Garza Publicado el
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Vicente Leñero cerró su ciclo vital en congruencia con su timidez. Durante toda su vida se negó a recibir premios y le llovían. Se negaba a homenajes y mañana será justamente reconocido en Bellas Artes. 

Se negaba también a la traición, se negó a traicionar sus convicciones y se negó a ceder, en 1976, a la presión que el gobierno de Luis Echeverría quería imponer sobre el derecho a la información. 

Entonces, en uno de los pasajes más emblemáticos de la historia del periodismo mexicano, su actuación y la de sus compañeros de lucha por la libertad de pluma, sigue siendo el ejemplo de que no se puede tapar el sol con un dedo. Ni las notas periodísticas que dicen lo ineludible. 

Escritor prolífico, maestro de generaciones de periodistas, Leñero enseñaba aún sin proponérselo. Su testimonio, probablemente el mejor, del terrible día de represión en que Julio Scherer, Miguel Ángel Granados Chapa y Vicente Guerrero tuvieron que dejar la redacción de Excelsior a solicitud del Ejecutivo Federal, es un documento imprescindible sobre la honestidad y la convicción que debieran prevalecer en la labor de informar. 

El “Golpe a Excelsior” del 8 de julio de 1976 significó un parteaguas tanto en la vida de los destacados periodistas que salieron siguiendo a Scherer, como para el país al iniciarse un nuevo periodismo que difícilmente podría reprimir el gobierno. 

Al poco tiempo Scherer y Leñero fundaron el semanario Proceso, que a través de los años se ha mantenido en su posición de crítica al gobierno, a los políticos y a los funcionarios corruptos. 

Como en Excelsior, en donde dirigía Revista de Revistas, en Proceso impulsó la sección cultural sopesando de igual forma su importancia con la noticia política. Y desde las páginas culturales siempre fue el descubridor y guía de muchos escritores emergentes. 

En su equipo estaban José Agustín, Gustavo Sainz, Ignacio Solares, Parménides García Saldaña, René Avilés Favila. Y también a quien consideraba su “único compañero de generación” José Emilio Pacheco, quien igual que Leñero fue un fiel colaborador de Proceso. 

Ricardo Garibay y Jorge Ibargüengoitia emergieron en la literatura mexicana al mismo tiempo, y también con un sentido político que respondía a una época de transición. 

Entre sus libros destacan “Los Albañiles” y “El Evangelio de Lucas Gavilán”, este último un reflejo de la reacción al catolicismo tradicional que aprendía en su cercanía a la Teología de la Liberación. 

En épocas que no se apreciaba el periodismo cultural, Leñero se impuso como director de la revista Claudia al inicio de los 70, medio que lejos de permanecer en su calidad de espectáculos y sociedad tenía una sección cultural que demostró que la buena literatura y los ensayos de fondo se pueden posicionar en los públicos más inesperados. Ahí empezó a formar su equipo de escritores que lo consideran su maestro, su promotor y su guía al colocar lo “culto” entre lo popular. 

Scherer, entonces como director de Excelsior, en 1972 lo invitó a crear una revista cultural e hizo Revista de Revistas, que continuó hasta que el grupo de 200 trabajadores dejaron el medio que criticaba al presidente Luis Echeverría, quien apoyó que quedara Regino Díaz Redondo como director durante dos décadas más. 

Es difícil, o imposible, clasificar la obra de Vicente Leñero como dramaturgo guionista, ensayista, novelista o periodista. Es todo a la vez, y sus libros de ficción y no ficción han sido best seller desde su narrativa fácil y contenidos complejos. 

“Los Periodistas”, además de ser una obra literaria de no ficción, significa un documento imprescindible para la formación profesional de muchos jóvenes noveles en el oficio. En los contenidos amenos y a la vez profundos Leñero cuestionaba el cohecho como práctica común de una época: “Se les ofrecía como premio el poder; se les exigía un precio: la traición. Para los ambiciosos, para los resentidos, para los mediocres, no era un precio excesivo; la  operación no era un cohecho más, otro embute que valía aceptar clausurando el último temblor de la consciencia”.

En el oficio de periodista dejó piezas memorables, entre ellas la entrevista al Subcomandante Marcos en 1994, que realizó a petición expresa del jefe del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, quien decidió que él podría hacer el documento más fidedigno de sus intenciones. Así empezó a forjarse un personaje sólido con intereses legítimos y el mensaje que quiso trasmitir Marcos tuvo trascendencia internacional.

En el cine mexicano destacan el guión de la novela de Mariano Azuela, “Los de Abajo” y “El Callejón de los Milagros” del Premio Nobel egipcio Naguib Mahfuz y la multipremiada “El Crimen del Padre Amaro” del portugués Eça de Queirós escrita en 1875 y modernizada por Leñero. 

Y como novelista, por su contenido político se coloca junto a Martín Luis Guzmán y Juan Rulfo.

Leñero ayer falleció a consecuencia de un cáncer pulmonar. Estaba en su casa de la Ciudad de México acompañado por su esposa, Estela, y sus hijas Estela, Isabel, Eugenia y Mariana. Descanse en paz Vicente Leñero.

Escritor profesional

Vicente Leñero nació el 9 de junio de 1933 en Guadalajara. Estudió Ingeniería Civil en la Universidad Autónoma Nacional de México y periodismo en la Carlos Septién García.  Fue director de la revista Claudia y subdirector de Proceso de 1977 a 1998, además de miembro del Consejo Administrativo hasta su muerte. 

Recibió el Premio Xavier Villaurrutia por su antología “La inocencia de este mundo” y el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el área de Lingüística y Literatura, ambos en 2001. 

También le otorgaron el Premio Mazatlán de Literatura (1987), el Mayahuel De Plata por su aportación al cine mexicano y el Premio Nacional de Periodismo Carlos Septién García. Además del Biblioteca Breve por “Los Albañiles”; Premio Mazatlán de Literatura 1987, por “Puros cuentos”; Premio de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón 1992. El Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez, en 1997. Y en 2011 ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua.

Se le cataloga, junto a Carlos Fuentes, como el otro protagonista mexicano del boom. Y escribió en total 20 guiones de cine, 13 novelas, 14 obras de teatro, tres colecciones de cuentos y miles de artículos periodísticos. 

En 2013 no aceptó homenajes ni festejos por sus 80 años y repitió: “Siempre fui muy tímido y aislado. Me choca cumplir años y no lo voy a celebrar, ya se lo dije a todo mundo. Uno puede celebrar publicar un libro y el acierto o la fortuna de los amigos y de la amistad, pero no debería hacerlo con los cumpleaños”.

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