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El negocio de las ambulancias particulares en la CDMX: documental Familia de Medianoche

Esta crítica de ’Familia de Medianoche' sobre las ambulancias NO CONTIENE SPOILERS, por lo que si no has visto la película puedes leerla tranquilamente

La nariz de una joven sangra como llave abierta. Su novio le rompió el tabique nasal de un cabezazo. Pronto, una de las muchas ambulancias particulares de la Ciudad de México llega para, antes que auxiliarla, preguntarle sobre su seguro médico y su capacidad financiera para pagar una clínica.

Esta es una de las escenas del documental Familia de Medianoche, del cineasta norteamericano Luke Lorentzen, que se estrena este 6 de marzo y que conllevó un seguimiento de aproximadamente 2 años a una ambulancia particular.

¿DE QUÉ VA?:

La familia Ochoa dirige un servicio de ambulancias en un contexto en el que el gobierno de la Ciudad de México tiene menos de 45 unidades para 9 millones de personas. Por ello, los Ochoa compiten con otras empresas que también lucran con la prestación de auxilio a quien lo solicita.

LO BUENO: SU INTIMIDAD

Quedarse a poco de ser incluido en las nominaciones a Mejor Documental de la 92 edición de los Premios Oscar de la Academia no es cosa menor. La obra de Luke Lorentzen es una mirada sumamente íntima a la vida de la familia Ochoa.

Se trata de un padre, Fernando, y sus dos hijos, Juan Alexis de 17 años y Josué de 10 años, quienes a pan duro trabajan en el sistema de las ambulancias particulares en la Ciudad de México y padecen hambre, peleas, emergencias y corrupción de la policía continuamente.

Accidentes que apachurran el corazón, groserías que nos trasladan al barrio, albures y mañas que nos demuestran la elegancia callejera son vistas por el lente de Lorentzen de una forma íntima. Por este efecto, el cineasta parece envestir al público como un fisgón que mira a escondidas la vida de la familia Ochoa.

Y es que Familia de Medianoche retrata partes del sistema de ambulancias particulares, pero más que eso nos convierte en un integrante de la familia Ochoa.

La intimidad es tal que el público también puede fisgonear la relación amorosa que sostiene Juan Alexis con su novia Jessica, a quien nunca vemos pero entendemos la magnitud de su cariño.

Por ello, no es extraño que nos sintamos culpables de mirar las discusiones y la forma en cómo trabajan los Ochoa. La corrupción que sufren a manos de la policía y la manera en cómo lucran con los heridos son los hechos de este crudo documental.

De hecho, a pesar de que la familia Ochoa lucra con los heridos al llevarlos a una clínica privada con la que ya tienen convenio, el espectador podrá ser empático de la razones que los llevan a hacer esto.

Sí, el hambre es canija. Y en Familia de Medianoche se demuestra con las tensas carreras que hacen las ambulancias entre sí para ganar al herido, quien más que ser su paciente será su cliente y la fuente de su sustento.

Sus interacciones con los heridos, por el contrario, no son duras ni indiferentes. Aunque lucran para sobrevivir, la familia Ochoa ofrece respeto y atención a sus clientes que, generalmente, se encuentran bajo catarsis por su accidente.

Para comer, los Ochoa ocultan información sobre hospitales y se valen de la crisis nerviosa de los heridos para llevarlos a servicios privados, mismos que les dan cierta cantidad de dinero por trasladar pacientes.

El lucro y el hambre son filmados a partir de una elegante fotografía de Lorentzen, quien teniendo la oportunidad de jugar con el morbo al grabar a los heridos prefiere esconder su cámara y no retratar los rostros de los pacientes.

LO MALO: POCA INFORMACIÓN

Quizás la debilidad del documental resida en la poca información que comparte acerca del servicio de ambulancias particulares. Sin embargo, conforme el largometraje avanza, uno se percata que se trata de una película sobre los Ochoa más que del negocio de las ambulancias.

RECOMENDACIÓN: 5 ESTRELLAS DE 5 (EXCELENTE)

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