El libro se encuentra a la venta en Siglo XXI y en la mayoría de las librerías del país

Con un abordaje interdisciplinario Lu Ciccia hace una reconstrucción del discurso científico para dialogar con los feminismos y entender las diferencias biológicas y los estados mentales
José Pablo Espíndola José Pablo Espíndola Publicado el
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El desencanto con la producción de conocimiento neurocientífica por sus sesgos, sus propias inquietudes y el encontrarse con toda una corriente de epistemología feminista hicieron que la neurocientífica Lu Ciccia emprendiera un nuevo camino de investigación para responder cuestionamientos como: ¿Está el sexo en la naturaleza? o ¿quién dijo que hay dos géneros o dos orientaciones sexuales?

Los resultados del camino que tomó se pueden leer en su nuevo libro La invención de los sexos. Cómo la ciencia puso el binarismo en nuestros cerebros y cómo los feminismos pueden ayudarnos a salir de ahí, publicado por Siglo XXI Editores.

“Pude conocer autoras de ciencia y género y tomar esas herramientas y críticas que han hecho a la sociología de la ciencia y conectarlas con otras autoras que trabajan en las neurociencias, para también hacer un aporte singular que tiene que ver con una interseccionalidad entre lo que será la filosofía analítica, es decir, los estudios de la mente, y con una epistemología feminista propia del ámbito de las neurociencias”, comenta la autora.

El libro se encuentra a la venta en Siglo XXI y en la mayoría de las librerías del país

Los sesgos que encontró

Lu Ciccia, quien es licenciada en Biotecnología por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQUI), realizó dos años de investigación en el departamento de Fisiología del Sistema Nervioso de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

La investigadora reorientó su trabajo hacia la Epistemología Feminista, finalizando el doctorado en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, por lo sesgos científicos que encontró.

“Siendo parte de la propia producción neurocientífica vi sesgos que me alarmaron y cuando voy a ver qué había al respecto me topo con toda una corriente de epistemología feminista que estaba cuestionando los criterios de objetividad, neutralidad y de universalidad”, comparte la autora.

La invención de los sexos versa sobre de los principales sesgos que encontró Lu; el primero es la idea del dimorfismo sexual, es decir, que sólo hay dos formas biológicas  sobre la base de las posibilidades reproductivas. Como biotecnóloga estaba convencida de ello, porque se lo habían enseñado durante toda la carrera y ella suscribía.

Ciccia trabajaba con ratones y le habían dicho que sólo usara a los machos para hacer experimentos y a las hembras para engendrar camadas experimentales.

“Mi investigación se basaba en encontrar el rol de un receptor de ciertas poblaciones neuronales del cerebro y como es ciencia básica no se sabía qué hacía ese receptor; ahora bien, si había dimorfismo sexual implicaba que había dos cerebros y si hay dos cerebros cómo vamos a estudiar sólo a machos si estos resultados los vamos a extrapolar a nuestra especie, entonces, no debe haber dos cerebros”, se cuestionó la investigadora.

Por lo que recurrió a PubMed, la base de datos biomédicos más grande, donde buscó “sexo y diferencias cerebrales” y encontró montones de investigaciones que suscribían, justificaban y reafirmaban el dimorfismo sexual cerebral; es decir, la existencia de dos cerebros.

Lo anterior no solamente implicaba la diferencia entre la química y la mecánica de reproducción, sino también diferencias cognitivas-conductuales, donde el cerebro del cis varón estaba hecho para pensar y el de la cis mujer para la empatía, la comunicación y el cuidado.

“En mi situación tenía que hacerme a la ciencia, porque todo lo que necesitaba para hacer buena ciencia no estaba en mi cerebro o dar cuenta de un cerebro masculinizado, ese fue el primer sesgo con el que me encontré”, describe la autora.

El segundo tenía que ver con el ámbito en el que trabaja, que era el de la salud mental, porque el receptor que quería buscar estaba muy ligado a una habilidad que se llama flexibilidad cognitiva; es decir, con cómo se adaptan las personas a los cambios que hay en el entorno.

Se dice que esta habilidad está disminuida en personas que están diagnosticadas con algún tipo de psicosis, especialmente con esquizofrenia.

“Lo que decimos cuando pensamos que ese receptor tiene una relación con la esquizofrenia, estamos diciendo que hay una contribución genética, una predisposición, esto es lo que se llama una conceptualización biologicista de nuestros estados psiquiátricos, entonces, yo abonaba esa idea y decía ‘OK, el cerebro es nuestra mente’”, recuerda la investigadora.

Sin embargo, también colaboraba en un hospital psiquiátrico de puros varones en Buenos Aires, Argentina, donde veía las condiciones infrahumanas en las que estaban: pacientes caminando descalzos sin buena alimentación y con un tejido social roto.

“Entonces decía ‘OK, estoy con una línea de investigación con animales transgénicos en Estados Unidos buscando contribuciones genéticas para explicar la esquizofrenia, cuando en el contexto social en donde estoy esa predisposición genética no es lo principal para entenderla’. Eso me hizo reconceptualizar mis propios sesgos”, platica.

La mente es más que el cerebro, afirma Lu Ciccia

La idea de dimorfismo sexual y del biologismo para entender la mente se articularon en la experiencia subjetiva de la investigadora Lu Ciccia, como una mujer cis lesbiana, porque el discurso decía que estos dos cerebros explicaban la orientación sexual, es decir, que también había una causa genética para decir que ella era lesbiana.

Sin embargo, el dimorfismo sexual, la sexualidad predispuesta  prenatalmente y el estado psiquiátrico de esquizofrenia dispuesto en el estadio fetal fueron los que le hicieron dar cuenta a la investigadora argentina de una producción de conocimiento que no era  neutral ni objetivo, sino que tenía intereses.

“Fue ahí cuando encontré epistemología feminista criticando estos valores de objetividad, de neutralidad y objetividad, pero por su puesto no era tan rica la información. 

“Ese abordaje interdisciplinario me permitió en este libro hacer una reconstrucción del discurso científico y de hacerlo dialogar con los feminismos y, finalmente, hacer un aporte que rompa con lecturas esencialistas y biologistas para entender, en primer lugar, las diferencias biológicas y en segundo nuestros estados mentales”
Lu CicciaAutora

Ciccia afirma que el cerebro no define la sexualidad ni la identidad de género de una persona, pensar eso sería asumir que nuestro cerebro es la mente.

“Si yo necesito hablar de neurodiversidad para dar inteligibilidad a personas que se no ajustan a la normativa por uno o más motivos, estoy reduciendo al cerebro esa identidad de género, esa sexualidad y esa forma de aprender”, comparte.

Si bien el cerebro es necesario para tener mente, la cognición, identidad y sexualidad, señala, no es independiente del contexto de cada persona; pero no se tiene que entender de una manera constructivista.

“Yo no soy discurso, no es que diga hoy soy Lu y mañana no, no, son trayectorias vitales encarnadas y elegir no me hace superficial, no es que no tenga un compromiso ontológico con lo que soy, la diferencia es que ese compromiso no es esencialista, sino que está actualizado a través de mi trayectoria vital, yo no hubiera sido la misma persona si nacía en Buenos Aires a que si nacía en Ciudad de México con otro contexto y otra experiencia, a eso me refiero”, finaliza la autora.

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