El laboratorio social

Antes de lanzar un nuevo medicamento al mercado, se tiene que demostrar científicamente que es efectivo y que no resulta dañino para el organismo. Mediante estudios estrictamente controlados y evaluaciones rigurosas se prueba la efectividad y la viabilidad antes de que este fármaco pueda comercializarse.

Este método de rigor científico también  podría utilizarse para evaluar la efectividad de los programas públicos enfocados en el combate a la pobreza.   

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No hay recetas mágicas, la fórmula que funcionó en un país no necesariamente será efectiva en otro
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Antes de lanzar un nuevo medicamento al mercado, se tiene que demostrar científicamente que es efectivo y que no resulta dañino para el organismo. Mediante estudios estrictamente controlados y evaluaciones rigurosas se prueba la efectividad y la viabilidad antes de que este fármaco pueda comercializarse.

Este método de rigor científico también  podría utilizarse para evaluar la efectividad de los programas públicos enfocados en el combate a la pobreza.   

La iniciativa parte de Poverty Action Lab (J-Pal), una organización que trabaja para mejorar la efectividad de los programas sociales a nivel mundial. 

Su finalidad es garantizar que dichas evaluaciones se basen en evidencia científica haciéndolas más efectivas.

Para Ryan Cooper, director de J-Pal para Latinoamérica y el Caribe, actualmente las decisiones gubernamentales en cuanto a política pública no están basadas en evidencia: “Los gobiernos normalmente se basan en intuiciones, teorías, ideologías, presiones políticas, peticiones de la ciudadanía…”.

Aunque reconoce que la evaluación rigurosa para la generación de evidencia no sustituye la ideología, sí la considera una herramienta de apoyo para probar la efectividad de los programas:

“Queremos que la evidencia sea una herramienta más al servicio de la política, para que haya políticas más eficientes, que los que tomen las decisiones tengan datos duros que les ayuden a equilibrar en fondo las decisiones que toman”, dice Cooper.

No hay recetas mágicas, la fórmula que funcionó en un país no necesariamente será efectiva en otro, por ello es necesario realizar múltiples evaluaciones para contestar las preguntas que existen y abarcar los distintos contextos que existen en el mundo.

Los investigadores de J-Pal realizan evaluaciones aleatorias para probar y mejorar la eficacia de los programas y las políticas que apuntan a reducir la pobreza; la evaluación consiste en elegir dos grupos comparables, un grupo recibe un programa, el otro grupo no recibe el programa y se comparan, explica Cooper:

“Si soy capaz de generar dos grupos iguales, con diferente programa, si yo los comparo después y veo diferencia, puedo confiar en que el resultado se debe al programa y no a algún otro factor”.  Así, se parte la evaluación previo a que empiece el programa, “entonces el diseño de la evaluación va junto con el diseño del programa, es lo que llamamos una ‘evaluación prospectiva’”, agrega.

Rompiendo paradigmas

Los gobiernos tienen periodos definidos y objetivos de corto plazo y muchas de las preguntas importantes a contestar por este método requieren más tiempo. Actualmente no se puede medir la efectividad de los programas, ya que al evaluarse en retrospectiva, se compara a quiénes recibieron el programa y a quiénes no lo recibieron, no se puede separar, no se puede tener claridad sobre si lo que se está observando es producto del programa o producto de otros factores que son distintos entre los dos grupos.

“Se requiere de coraje político, de tener una institución que sea un tipo de laboratorio donde se puedan aprender cosas que nutran las decisiones políticas de futuros gobiernos”, señala Cooper. Y advierte que los primeros resultados de estas evaluaciones se podrían ver en los primeros dos o tres años, tras ver si el programa implementado tuvo un impacto positivo; sin embargo destaca la importancia de que haya una continuidad en las evaluaciones, permitiendo la acumulación del conocimiento en el tiempo y la generación de evidencia en el largo plazo:

“No solo sirven a una población o a un programa puntual, sino que esa información puede ayudar a tomar decisiones a otros gobiernos del mismo país y también a otros gobiernos de otros países”.

La importancia de la participación ciudadana

En las sociedades modernas es fundamental la participación de la sociedad civil, siempre en conjunto con el gobierno: “Si asumimos que los políticos tienen incentivos de corto plazo, entonces ¿Cómo funciona la política? Los políticos representan a la gente. 

Entonces, ¿No debería la ciudadanía, la sociedad civil exigir evidencia?”.

“La sociedad debe preguntar a los políticos ¿cómo lo va a hacer, tiene evidencia, hay estudios que den confianza en lo que se está prometiendo, cómo se va a lograr?”

“Si hubiera mecanismos, campañas, donde se incite a la sociedad civil a exigir a los políticos evidencia, eso podría alinear los incentivos con los políticos, para que se pongan a producir evidencia”, subraya.

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