Diles sí a los ‘guilty pleasures’

La comida es uno de los grandes placeres del ser humano. Son pocos los que no gozan el instante en el que las papilas gustativas tienen contacto con tan solo una pequeña chispa de chocolate, una cucharada de su helado favorito o cuando, pese a todo remordimiento, no se puede dejar de comer palomitas de maíz y/o bombones azucarados.

El chocolate es uno de los guilty pleasures más comunes, pero si se come cacao puro y con moderación, puede ser un beneficio, más que un “pecado” alimenticio
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La comida es uno de los grandes placeres del ser humano. Son pocos los que no gozan el instante en el que las papilas gustativas tienen contacto con tan solo una pequeña chispa de chocolate, una cucharada de su helado favorito o cuando, pese a todo remordimiento, no se puede dejar de comer palomitas de maíz y/o bombones azucarados.

Pero no todo es placer, éxtasis y satisfacción por los alimentos. Existen los llamados guilty pleasures (placeres culposos), aquellos que despiertan arrepentimiento, culpa, vergüenza y remordimiento tras haberlos disfrutado (no todos los placeres culposos están relacionados a la comida, pero sí son los más comunes, se puede sentir culpa al disfrutar una telenovela o escuchar algún tipo de música cargado de estereotipos).

Aunque la alimentación de una persona esté basada en el balance y combinaciones de ingredientes ligeros, orgánicos y dietéticos, es probable que haya un bocadillo o bebida que lo incite a pecar, olvidando la culpa por unos instantes.

Y, a pesar de que la tendencia se inclina hacia dietas ricas en vegetales y alimentación sana, lo cierto es que no desaparece la tentación por los carbohidratos, el azúcar y las grasas saturadas; todos son elementos que crean adicciones y dependencia, lo que hace aún más difícil alejarse de ellos.

En la porción está la proporción… de la culpa

Dependiendo de la porción que se consuma, la cantidad de culpa y remordimiento será equivalente… entre más se come, más culpa se sentirá.

Los hombres suelen sentirse felices después ingerir grandes cantidades de comida, mientras que las mujeres, señala la BBC, por la misma porción sienten el doble de culpa que ellos, según una investigación llevada a cabo por el Departamento de Psicología de la Universidad de Bristol.

Como era de esperarse, las mujeres que están a dieta experimentan el sentimiento de culpa con más intensidad, en comparación con las que se dejan llevar por los placeres culposos, pero que no están bajo un régimen alimenticio dietético, según la revista Psicología y Salud.

Y es que según expertos de la Universidad de Utrecht, en Holanda, el dejar de comer los placeres de azúcar espolvoreada no está ligado a la cantidad de la ingesta de alimentos, sino con el incremento del sentimiento de culpa después de haberlo hecho.

Pero la culpa puede disminuir si se consumen cantidades pequeñas de esos alimentos irresistibles que abundan en la publicidad que nos rodea y que inunda las redes sociales y los medios de comunicación.

Además, los alimentos como golosinas y helados transportan a más de uno a la infancia, cuando parte de las recompensas y premios se basaban en paletas, chocolates y nieve de todos los sabores.

Privarse totalmente no servirá de nada, solo se  necesitan ingerir cantidades moderadas de los placeres culposos para que la culpa y el remordimiento sea equivalente.

De hecho, entre las conclusiones del estudio de la Universidad de Bristol, resalta que los voluntarios demostraron sentir menos culpa cuando las porciones fueron menores.

Sobre todo si se toma en cuenta una investigación del Institute of Cognitive Neuroscience, de la University College London, la cual apunta que, contrario a lo que podría pensarse, las personas se sienten menos responsables por sus actos cuando tienen que enfrentar consecuencias negativas. 

No solo eso, de acuerdo a la revista TIME, las personas ven la situación muy diferente a como lo perciben cuando sus acciones generan resultados positivos.

Más allá de la falta de voluntad –y la satisfacción que provoca caer en las tentaciones de los placeres culposos–, el no asumir la culpa es otro de los factores que explican la facilidad con la que se cae en la tentación.

Muchos le hacen honor a las palabras de Oscar Wilde, quien decía que “la mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella”.

Placeres sin mucha culpa

No todo está perdido. Reducir la cantidad de la ingesta de placeres culposos es una opción, pero la mejor solución es mucho más saludable que solo comerse un chocolate en lugar de toda la bolsa, además, privarse por completo solamente aumentará la ansiedad y el deseo de comer lo prohibido.

Así que, por lo menos, se pueden suplir los placeres culposos por unos que no lo son tanto. No necesariamente se trata de llevar a cabo una dieta estricta, en la que solamente se consuman “agua y lechuga”, sino que se sustituyan ciertos alimentos por otros, siendo esta la mejor solución para tener placer y bienestar al mismo tiempo.

No en vano el lema “todo con medida” es la clave para disfrutar de todo, sin excederse o dañar la salud.

Los alimentos que sí son un placer, pero no generan la misma culpa pueden ser trigo, en lugar de harina, azúcar morena, no refinada, y por muy desagradable que suene, aguacate en lugar de crema para elaborar un pastel o tarta de chocolate, según recomienda en la BBC el chef Jordan Bourke, “la tarta quedará igual de cremosa y deliciosa”.

El café, el vino tinto y el chocolate son tres de los placeres culposos más comunes, pero, también pueden ser alimentos que si se consumen moderadamente, podrán deleitar el paladar y, a la vez, beneficiar la mente y el cuerpo.

Solo es cuestión de balance y selección. Por ejemplo, en lugar de un chocolate con leche y una cantidad excesiva de azúcar y conservadores, se debe optar por chocolate semiamargo, con más del 50 por ciento de cacao puro. El llamado “alimento de los dioses” –cuando es puro– previene contra enfermedades cardiacas y los flavonoides que contiene protegen al cerebro contra el deterioro cognitivo provocado por la edad. También ayuda a prevenir la pérdida de la capacidad de memoria.

Y el vino tinto ayuda a que aumente la producción de lipoproteína de alta densidad, que transportan el colesterol al hígado, liberando las arterias, por ello es conocido como el “colesterol bueno”.

Michael Blaha, cardiólogo del Johns Hopkins Ciccarone Center for the Prevention of Heart Disease, recomienda que si ya no se pueden tolerar las ganas de una botana, se opte por nueces y almendras, consideradas “grasas buenas”. Pero, nuevamente, todo con medida, pues contienen calorías.

El café –en cantidades moderadas– también puede ser un guilty pleasure saludable, ya que previene el riesgo de padecer demencia.

Y, por último, come pizza. Sí, la pizza puede ser una “bomba de calorías y grasas”, dice Blaha, pero si se prepara con harina de trigo y se llena de vegetales, puede ser un festín de sabor y placer sin culpa.

Dieta sana para el cerebro

Una buena alimentación se traduce en un cerebro activo, con un deterioro cognitivo lento. Comer nutritivo también ayuda a que este órgano esté oxigenado.

Uno de los platillos más recomendados para tener un cerebro sano es pescado. De hecho, la Universidad de California, publicó recientemente un estudio que señala que cuando se deja de comer pescado, el cerebro comienza a atrofiarse y, por ende, a envejecer.

Y la Universidad del País Vasco, descubrió que el tuétano y los tubérculos (como la papa) son energía pura que provocan el crecimiento de la corteza cerebral y reducen el tamaño del tubo digestivo.

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