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¿Cuánto ‘cuesta’ tu tiempo?

Se dice que “el tiempo es dinero”. Más que una simple declaración, funciona como máxima de vida bajo la cual nos regimos en sociedad. Para quienes asociamos el tiempo con un valor monetario, el ocio –o cualquier distracción– es visto como una amenaza a nuestra “productividad”.

Pensar en nuestro tiempo en términos de dinero nos vuelve inmunes a cualquier tipo de goce que podamos recibir fuera del ámbito laboral.

Se dice que “el tiempo es dinero”. Más que una simple declaración, funciona como máxima de vida bajo la cual nos regimos en sociedad. Para quienes asociamos el tiempo con un valor monetario, el ocio –o cualquier distracción– es visto como una amenaza a nuestra “productividad”.

Pensar en nuestro tiempo en términos de dinero nos vuelve inmunes a cualquier tipo de goce que podamos recibir fuera del ámbito laboral.

Así lo demuestran tres experimentos que formaron parte de un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Toronto, publicado en el Journal of Experimental Social Psychology, por la editorial Elsevier.

En un inicio, se les solicitó a un grupo de 53 universitarios que contestaran preguntas que apuntaban a conocer cuáles eran sus expectativas de empleo durante su primer año de egresados. Datos como número de horas que esperaban trabajar por semana, número de semanas por año y cuánto esperan obtener de ingresos anuales. De estos 53 estudiantes, hubo un grupo al que, adicionalmente, se le solicitó calcular el salario por hora.

Después se les dio a los participantes 10 minutos para navegar en la Red, sin restricción alguna de sitios, con el fin de probar la hipótesis de que si se les solicitaba a los participantes pensar en el tiempo en términos de dinero, seguido de una “interrupción repentina” para navegar en Internet, al final del tiempo de ocio se sentirían menos contentos.

Los resultados confirmaron la hipótesis: aquellos que no tuvieron que pensar en el salario por hora, reportaron estar más felices al fin de los 10 minutos de navegación en Internet que antes de involucrarse en esta actividad, mientras que quienes sí calcularon su salario por hora, no mostraron incremento alguno en su felicidad.

Lo que sucedió con aquellos a quienes “(…) se les recordó el valor económico de su tiempo”, explican investigadores, fue que “su experiencia de este periodo de ocio, perdió parte de su valor hedónico, y no pudo producir alguna mejora en su felicidad”.

Luego, con la hipótesis de que al pensar en nuestro tiempo en términos de dinero nos sentimos impacientes porque sentimos que lo estamos “gastando” si no estamos, por ejemplo, “produciendo”, se llevó a cabo el segundo experimento con cientos de personas empleadas.

Los participantes contestaron preguntas alusivas al empleo e ingresos y la dinámica consistió en escuchar 86 segundos de “The Flower Duet”, de la ópera Lakmé.

Quienes pensaron en su tiempo en términos monetarios reportaron una mayor impaciencia mientras escuchaban la música, en lugar de haber tomado la experiencia de relajación. Por último, en el tercer experimento, se investigó qué es lo que sucedería en caso de que los participantes recibieran un pago simbólico por escuchar música.

Se encontró que quienes calcularon su salario por hora y recibieron el pago por su participación, no solo disfrutaron más de la música que cuando no fueron compensados, sino que pudieron disfrutarla de la misma manera que quienes no tuvieron que pensar en la relación tiempo-dinero.

Cuando el factor “tiempo” lleva un signo de pesos, despejar la mente y vivir el momento no es un estado que se logra de inmediato: “Una vez que la meta de maximizar el valor económico del tiempo ha sido satisfecha”, dicen investigadores, “la gente que piensa en el tiempo en términos de dinero ya no se sentirá impaciente” y “son libres de disfrutar las experiencias agradables que tienen a su alcance”.

Si “el tiempo es dinero”, a nuestro bienestar emocional definitivamente le cuesta caro.

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