El Premio Nobel de Literatura, J.M.G. Le Clézio, comparte sus preocupaciones personales en la actualidad, su sentir como extranjero

Con un corazón tribal eterno y en constante movimiento, así es J.M.G. Le Clézio

El Premio Nobel de Literatura, J.M.G. Le Clézio, comparte sus preocupaciones personales en la actualidad, su sentir como extranjero al vivir en distintas partes del mundo y su nuevo libro Canción de infancia, inspirado en sus vivencias de niñez en el periodo de la Segunda Guerra Mundial

El destino de Jean-Marie Gustave Le Clézio estuvo marcado desde su nacimiento como alguien de origen errante, tuvo un padre inglés y una madre bretona, quienes vivieron en África durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial, pero sus caminos se dividieron por el bien y el futuro común de la familia: él se quedó atrás sirviendo como médico en las Fuerzas Armadas Británicas y ella partió a Niza, Francia, huyendo de la Gestapo.

Ahí nació Jean-Marie Gustave Le Clézio, en 1940. Ocho años después alcanzaron a su padre en Nigeria y el éxodo comenzó, el futuro autor se desplazaría entre Francia e Inglaterra para sus estudios universitarios y, eventualmente, llegaría hasta México.

Su español se distingue por un acento característico, se expresa con fluidez, y la frase “El hogar es donde el corazón está” le es casi un mantra de vida. El escritor admite que junto a su esposa ha construido una vida de constante desplazamiento por el orbe.

“El mundo para mí se reduce muchas veces a una tribu, me siento muy tribal de este punto de vista, por eso soy capaz de vivir por cualquier lado, porque a partir del momento que no estoy demasiado lejos de mi familia, puedo sobrevivir en cualquier lugar; además, me gusta mucho estar en un país donde no conozco tanto a la gente y tengo algo que aprender cada día”, describe Le Clézió.

El autor Premio Nobel de Literatura ha vivido en Tailandia, República de Mauricio (donde nació su padre), Panamá, Estados Unidos, China, Corea del Sur, México y más; de todos estos lugares, guarda recuerdos particulares y vívidos que le gusta compartir no solo en sus libros y ensayos, sino también de viva voz.

A pesar de que él vivió hace décadas en México, las postales que guarda en mente son igual de presentes ahora, por ejemplo, enfrentarse al bestial tránsito vehicular en una avenida como lo es Paseo de la Reforma.

“Un señor vino y me dijo ‘¡Sígame, le voy a enseñar como uno cruza la calle en México!’ y brincó en medio de los coches e hizo como un torero, evitaba a los coches, no gritaba ‘¡Olé!’ pero casi, y siguiéndolo crucé hasta el otro lado de Paseo de la Reforma, es la única vez que lo hice”, narra con humor.

A sus 81 años, la memoria prolífica de Le Clézio sigue dando frutos, ahora publica Canción de infancia, libro en el que destila los pasajes que le quedan de su niñez en las afueras de Niza, y lo que le contaban su abuela, su madre y hermano de lo que ocurría en el conflicto bélico mundial.

Este volumen será presentado de manera virtual en México en la edición híbrida del HAY Festival en Querétaro, donde el autor platicará con su homólogo Juan Hérbert el 2 de septiembre, a las 9:00 horas.

El fruto pandémico

La familia Le Clézio huía de los estragos que causaban los Nazis en Europa, en una casa cercana a las montañas, escondidos y con miedo a ser encontrados, con hambre y en confinamiento; este pasado vívido para el Nobel fue de provecho durante la actual pandemia, memorias que alojó en Canción de infancia, publicado por Lumen.

“Los primeros años de mi vida los viví como vivimos el año pasado durante la pandemia de COVID-19: encerrado, sin posibilidad de salir, aunque era mucho más severo durante la guerra, porque había un peligro de muerte inmediata y padecíamos de hambre y la falta de todo, no teníamos carbón para calentarnos”, agrega.

El también doctor en Letras admite que estas vivencias similares le despertaron el interés de escribir acerca de su infancia, previamente había hecho algo parecido con Onitsha, novela publicada hace 30 años en la que relata sus días en Nigeria, donde al fin se sintió en libertad al término de la guerra.

“Yo tenía esta impresión de que tenía una deuda y tenía que pagarla con relación a esta memoria de infancia, el sufrimiento y la libertad, la riqueza interior y la pobreza exterior, todo esto lo viví de manera muy encarnada, muy real. Empecé a escribirlo un poco antes de la epidemia y seguí escribiendo durante el encerramiento, está muy conectado con este acontecimiento que el mundo entero ha experimentado”, dice.

Le Clézio guarda cariño en los latinoamericanos

Le Clézio ha repasado autores de América Latina durante el confinamiento, uno de ellos ha sido Álvaro Mutis; sin embargo, reconoce que tiene un enorme gusto por los escritores mexicanos, en especial por Juan Rulfo, su novelista favorito. A partir de eso le ha nacido el interés por escribir un volumen dedicado a los intelectuales de México.

“Estoy tratando de preparar un libro sobre la literatura o el pensamiento mexicano, yo lo quiero llamar Tres genios mexicanos, se trataría de Juan Rulfo, Sor Juana Inés de la Cruz y del historiador Luis González y González, fue mi maestro en México hace muchos años”, revela.

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Esta genialidad de la que habla Le Clézio es una metáfora como la que se presenta en la historia de Aladino, en el sentido de que son personalidades que han otorgado iluminación y conocimiento a posteridad. “Son figuras que alumbran a la sociedad moderna y que dan fuerza para combatir a los malos elementos de nuestro mundo contemporáneo”, reconoce.

‘El mundo se está cayendo’

Más allá de la crisis sanitaria, el profesor de literatura se encuentra preocupado por sus hijas y el futuro que les depara a los jóvenes, porque observa que hay una incertidumbre constante de lo que pueda pasar en los siguientes años.

“No estoy seguro de la suerte que van a encontrar, esa es mi preocupación mayor, claramente eso significa que tengo mucha preocupación para todos los jóvenes y los niños que me encuentro en mi vida, los veo y pienso que no van a conocer un mundo tan afortunado como el que yo he conocido a pesar de la guerra”, afirma.

Reconoce que el pesimismo es un sentir en él, además de que en su natal Francia ve una polarización de la sociedad, se ha perdido el sentido del humor y del burlarse de sí mismos, situación que sucede en general también en Europa, lo que trae un radicalismo exacerbado y peligroso.

“El mundo se ha reducido, la capacidad de la riqueza de la vida se ha reducido mucho desde mi juventud. El mundo se está cayendo poco a poco, esa es mi preocupación (…) La gente se está radicalizando, eso no me parece bueno, creo que es más importante en la sociedad es su capacidad de humor, esto conserva cierto modo de optimismo”, subraya.

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