La artista chilena Cecilia Vicuña enfrentó la marginación y el rechazo de su trabajo

Cecilia Vicuña vence 50 años de censura

La artista chilena Cecilia Vicuña enfrentó la marginación y el rechazo de su trabajo por apoyar la resistencia política, la defensa de las culturas indígenas, el feminismo y la justicia ecológica. Ahora, una retrospectiva de su trabajo se presenta en el MUAC con el objetivo de llevar sus ideales directamente a los jóvenes

Por más de 80 años su obra fue marginada y censurada en toda Latinoamérica, así como en el resto del mundo. Mujeres y hombres de izquierda y derecha tenían motivos para repudiar el trabajo de la artista chilena Cecilia Vicuña (Santiago de Chile, 1948), por lo que pensaba que así sería toda su vida.

La censura la llevó a la destrucción de su trabajo, la inmensa mayoría de sus pinturas y óleos fueron tirados a la basura, porque llegó a creer que, efectivamente, no tenían ni valor ni significado para nadie.

Por otra parte, vivir esa marginación, de manera paradójica, tuvo el efecto contrario, Vicuña se “paró en la hilacha”, se sustentó en la nada, y siguió haciendo su trabajo con la misma pasión, como si fuera plenamente reconocido. No le interesaba en realidad qué pasaría con él, sino lo que vivía dentro de su universo creativo.

Esas dos dualidades, los procesos de creación y de disolución, son fundamentales en su trabajo, porque parten de una idea andina, la cual dice que a través de la disolución, la vida se regenera, entonces, al permitir que algo desaparezca, se está asegurando que se renueve y se reinvente.

El golpe de Estado de 1973 en Chile moldeó la estructura emocional de Cecilia Vicuña en sus años de formación. Su trabajo está vinculado con la resistencia política, la defensa de las culturas indígenas, el feminismo y la justicia ecológica.

Vicuña desarrolla un cuerpo de trabajo variado y multidisciplinario, el cual se construye a partir de palabras, imágenes, entornos y una combinación de lenguajes, medios y técnicas, todo a partir del poder de la poesía.

Todas sus obras son una especie de acontecimiento poético, un ejercicio de expandir la poesía a diferentes lenguajes, estructuras y espacios. Su trabajo no viene de la genealogía del performance de las artes visuales, sino de un verso de Octavio Paz que dice: “La poesía es un acto”.

“Eso es en realidad un concepto indígena, ancestral, de todas las culturas del mundo, no sólo de las de América; entonces, al ser un acto, es colectivo, participativo en la transformación de la vida misma, de la muerte y de nuestro entendimiento de uno con respecto del otro”, explica Cecilia Vicuña

La idea de que la poesía es el todo es fundamental para la artista chilena, porque muestra la humanidad del ser, la cual está en riesgo en estos momentos en los que la vida se está convirtiendo en algo que corre peligro de extinguirse por la destrucción.

Para Vicuña, resulta trágico que los temas que trabajó en sus obras en los años 70 sigan vigentes y sean la bandera de los jóvenes en la actualidad, porque significa que no se han considerado.

“Los derechos indígenas no son respetados, los derechos de la mujer no son respetados y para mí es muy aterrador lo que está pasando en este momento en el mundo. México, lugar que yo amo y admiro, es la capital del feminicidio, la capital de la masacre de líderes indígenas; entonces, cómo podemos continuar con semejante barbarie”, indica.

Una retrospectiva al trabajo de Cecilia Vicuña

Vicuña comenta que siente alegría de que su trabajo finalmente tenga significado, porque las mismas razones que provocaron que fuera marginada, censurada y despreciada durante casi 50 años, fueron las que le llamaron la atención al curador Miguel A. López, quien califica la obra de la chilena como de una “inteligencia fulminante”.

“Yo había visto cosas sueltas de Cecilia, pero creo que lo que capturó mi atención y mi fascinación fueron unas pinturas que ella realizó a los inicios de los años 70, donde generaba imágenes feminizadas de las figuras políticas de la izquierda. Me parece que esa manera tan absolutamente delicada, inteligente y casi lúdica de poder reimaginar un proyecto político desde el placer, el deseo y lo erótico, desde el cuerpo y la sexualidad, era de una inteligencia fulminante para el momento en el cual eran producidas, que fue durante el contexto del gobierno popular de Salvador Allende en Chile”, platica el curador.

Esas pinturas las encontró Miguel casi de casualidad, pero le hicieron ver que tenía que conocer personalmente a Cecilia, por lo que se fue a visitarla a Nueva York. Desde ese encuentro se dio cuenta que tenía que trabajar con ella y hacer un proyecto.

Así nació Veroír el fracaso iluminado, exposición retrospectiva, que se presenta en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), y que reúne más de 100 trabajos de la poeta, artista visual y activista.

La muestra Veroír el fracaso iluminado estará abierta hasta el 2 de agosto en las salas 7 y 8 del MUAC

“Hay algunas piezas que se rehicieron, pero es muy bonito porque la exposición incluye mucho material original, sobrevivientes de momentos clave de la obra de Cecilia que no habían podido ser exhibidos, ni siquiera cuando habían sido reproducidos”, comenta Miguel A. López.

El curador se refiere a registros fotográficos de las acciones poéticas de la Tribu No, que es un nombre que Cecilia invitó a través de propio trabajo poético en el año 77 y que dio lugar a una serie de acciones espontáneas; también hay volantes e, incluso, una pintura temprana de Vicuña.

Además, cuenta con piezas textiles, collage del tiempo que Cecilia Vicuña vivió en Colombia como exiliada de la dictadura chilena, piezas sobrevivientes de la serie Homenaje a Vietnam y la pintura La mulata costeña de Colombia.

“En algunos casos puntuales hemos realizado reconstrucciones de algunas Palabrarmas, que es también otro proyecto de Cecilia muy importante, pero la exposición está compuesta por un número enorme de obra original que realmente ha sido muy bonito poder encontrar”, cuenta López.

Cecilia, para la muestra, ha podido ubicar piezas que tenía guardadas de una forma amorosa, pero que incluso se había olvidado que tenía, por ejemplo, Chile saluda a Vietnam, la cual estaba en una pequeña cajita de bambú. La han estirado después de 40 años de haberla guardado, esperando el momento de poder surgir.

Cuando Miguel invitó a Cecilia a hacer esta muestra, ella construyó El pueblo de altares, que es una recreación hecha en el Museo de una playa de arena llena de pequeños objetos hechos de basura que encontró en el MUAC y en los jardines de lava del espacio escultórico y de las facultades.

Otros elementos que aparecen a lo largo de la exposición y que son aspectos recurrentes en el trabajo de Vicuña son el honrar la tierra y vincularse con ese sentido de complementaridad y la resistencia y la lucha de las mujeres, que aparecen desde el comienzo hasta el final de su obra.

“Para mí es una dicha que esto llegue directamente a los jóvenes sin mayor intermediación, es la posibilidad de poder tener un contacto directo con algo que es frágil y precario, que desaparece, que se esfume y que, sin embargo, continua viviendo con pasión por la continuidad de la vida; es lo único que nos puede llevar a otra dimensión humana, a otras formas de coexistir con la tierra, con el agua y con el aire, que ya no sea destructiva”, opina la artista.

Para Vicuña, al arte siempre se anticipa a la política, por eso ha tenido tanta importancia en Latinoamérica, porque ha fomentado una conciencia de liberación y de transformación, que ahora es muy necesaria, ya que domina una extrema derecha violenta y fascista, como en Brasil o Chile.

En ese sentido contestatario, el arte es fundamental y no sólo como protesta, porque la protesta es limitada, pero sí en cuanto a proponer otros modelos de ser, de relacionarse, de sentir y de actuar colectivamente, por eso tiene la oportunidad de ser significativo
Cecilia VicuñaArtista

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