El capitalismo convirtió al festival Holi en un producto más

La festividad religiosa que se celebra en la India con motivo de la llegada de la primavera se ha convertido en un producto cultural que se comercializa en festivales de música o eventos deportivos

Una explosión de polvo de colores que nubla la vista, el estremecedor contacto del agua que eriza la piel, el murmullo de cantos y rezos que inundan los oídos, el aroma de las flores que vuelan en el aire, los jóvenes que coquetean abiertamente después de unos tragos de bhang, una bebida típica de leche con marihuana y especies, los adultos que estrechan sus manos sin importar la casta a la que pertenecen y la momentánea desaparición de la rígida estructura social de la India, forman parte del festival Holi, el cual se celebra con motivo de la llegada de la primavera y que sirve para ahuyentar a los malos espíritus.

El origen de esta festividad religiosa se basa en diversas leyendas. Una de ellas es la del Rey de los demonios, Jirania Kashipú, quien obligaba a su pueblo a venerarle, mientras su hijo Prajlad le rendía culto al dios Vishnu, por lo que Kashipú ordenó a su hija Hólika (inmune al fuego) entrar a una hoguera con su hermano Prajlad y matarlo; sin embargo, la devoción de Prajlad a Vishnu lo salvó, y su hermana ardió en el fuego. Es por eso que en el crepúsculo de la víspera de Holi se prende una hoguera, y la gente baila a su alrededor al ritmo de tambores, símbolo de triunfo del bien sobre el mal; con esta sencilla ceremonia se da inicio a la celebración en la que, durante 16 días, se olvidan los problemas, los errores y se perdonan las deudas.

En Estados Unidos les pareció tan divertido y tan buen negocio el asunto de lanzar polvo de colores, que decidieron hacer una reproducción del festival, por lo que en marzo de 2011 se fundó The Color Run, un evento que consiste en correr cinco kilómetros mientras alguien lanza harina de colores a los participantes por una módica suma de 45 dólares. Para 2014 se estimó la realización de 300 eventos en más de 50 países, superando el millón de corredores.

En 2012, la compañía Holi Concept GmbH con sede en Berlín, Alemania, lanzó el primer Festival of Colours un evento en el que esencialmente se toca música electrónica por horas, mientras los asistentes son espolvoreados de colores despedidos por sopladores o por otras personas que compran, por dos euros, un paquete de polvo. Aunque es seguro que los asistentes compren otro tipo de polvo, algunas pastillas y un par de cigarros para ponerse a tono y conservar la tradición de los conciertos de música electrónica.

En México, a partir de 2012, se comenzaron a realizar este tipo de eventos recreativos con el objetivo de promover la “salud” y el “sano esparcimiento”. Nada tiene de saludable y mucho menos de divertido tratar de correr mientras alguien te lanza a la cara polvo que entra directamente a tu sistema respiratorio, por lo que sí es todo un logro llegar a la meta sin ahogarte. Pero, ¿quién pagaría por semejante tortura? Pues miles de personas que buscan reconocimiento y pertenencia, jóvenes, una fracción de los 30.6 millones de jóvenes de 15 a 29 años, que representa 25.7% de la población total de acuerdo a cifras del INEGI en 2017.

Los festivales de entretenimiento anteriormente mencionados se llevan a cabo gracias a la industria cultural que predomina en la actualidad, en la cual incrementan las ganancias económicas de las empresas las empresas que organizan Festival of Colors y The Color Run debido a que satisfacen una “necesidad social” de pertenencia y estatus relacionada con bienes materiales o, en este caso, con bienes culturales.

Theodor Adorno y Max Horkheimer, representantes de la Escuela de Frankfurt, analizaron la incidencia del sistema capitalista en la producción y distribución de bienes culturales de forma masiva con la ayuda de los medios de comunicación, que le indiquen a la sociedad lo que es cultura y lo que no, para así poder posicionar los productos culturales.

En la pagina de internet de Holi Festival of Colors, hay 11 logotipos de medios de comunicación que promueven Festival of Colours, mientras que tanto el festival de música como el evento deportivo se encuentran presenten en internet con una cuenta en cada una de las redes sociales que existen para así lograr que su producto cultural llegue al segmento indicado, el cual pasa día y noche pegado a un smartphone.

La industria cultural actual conoce su mercado, sabe el valor social y afectivo que los jóvenes le dan a los productos. Asistir a The Color Run o Holi Festival of Colors es pertenecer al grupo de los chicos “cool” de las generaciones Z y Millennial; es un evento que marca su vida y se gana un espacio en su cabeza, al estar cubiertos de polvo de colores con unos lentes fosforescentes, sin siquiera entender porqué les provoca un sentimiento de felicidad indescriptible.

Es así como una tradición sagrada en la India llena de misticismo, de una efímera y sublime belleza, se corrompe por la reproducción de la industria cultural de occidente que la convierte en un producto cultural más a consumir para que los nativos de la era digital lo puedan plasmar en la eternidad de sus redes sociales.

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