Miguel León-Portilla recibió un homenaje de cuerpo presente en Bellas Artes

Bellas Artes para Miguel León-Portilla

La Secretaría de Cultura federal y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) convocaron a honrar la memoria del filósofo e historiador con un homenaje de cuerpo presente; poesía, música y danza rompieron el silencio para aplaudir la grandeza del hombre

Nunca hubo un minuto de silencio. Esa expresión de luto y condolencia no era para alguien como Miguel León-Portilla.

El filósofo e historiador estuvo tan activo en la vida cultural y académica durante sus 93 años, que en el homenaje que se le rindió en el Palacio de Bellas Artes la poesía, música y danza honraron su memoria.

La calma era para el Senado de la República, órgano legislativo que en la sesión ordinaria recordó al galardonado con la medalla Belisario Domínguez mediante un minuto de silencio. Pero el recinto cultural más importante del país, en lugar de callarse se llenó de vida, a pesar de la muerte de Miguel León-Portilla.

Ni siquiera al medio día, cuando el féretro cruzó las puertas del palacio de mármol, reinó la quietud. El público que asistió comenzó a aplaudirle de pie al doctor Honoris Causa.

La marcha fúnebre del músico polaco Frédéric Chopin sonó hasta que el ataúd quedó al centro del Palacio de Bellas artes

Fue entonces cuando Beatriz Gutiérrez Müller, presidenta honoraria del Consejo de la coordinación de Memoria Histórica y Cultural de México, colocó sobre éste banderas del país y de la Máxima Casa de Estudios.

La primera guardia de honor fue integrada por sus familiares: Ascensión Hernández, viuda del escritor; María Luisa León-Portilla, su hija; Gerardo Hierro, su yerno; y sus nietos Miguel Diego y Fabio Hierro.

Los asistentes llegaron antes de las 10:00 de la mañana, hora en la que el edificio de mármol abrió sus puertas. Llevaban flores como ofrenda al miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y de El Colegio Nacional.

Familiares, amigos, colegas, alumnos y admiradores se dieron cita para despedir al filólogo. Acudió Lucina Jiménez, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma y el secretario de Cultura capitalino, Alfonso Suárez del Real.

Los arreglos de flores blancas de la Secretaría de Cultura federal y del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) contrastaban la tela negra sobre la cual había un retrato de León-Portilla. Incluso, llegó una corona fúnebre desde Tizatlán, Tlaxcala, realizada con hojas de maíz. “Nunca morirán tus flores, jamás morirán tus cantos. Grande, maestro”, puede leerse en la cruz de madera que le da forma.

Adiós al tlamatini, al toltécatl Miguel León-Portilla

Durante el homenaje, la titular de Cultura federal, Alejandra Frausto Guerrero, fue la primera en dedicarle unas palabras al historiador fallecido el 1 de octubre a los 93 años.

“Hoy México llora agradecido de su caminar por esta tierra, seguiremos honrando la flor de su palabra para que nos reconozcamos en nuestra compleja diversidad. Hoy nos queda reconocer y construir los caminos fértiles de la riqueza indígena para que nunca más sea una visión vencida”, expresó la funcionaria.

Fraustro se refirió a Miguel León-Portilla como el último gran tlamatini. Este vocablo del náhuatl se traduce al español como ‘los que saben algo o los que saben cosas’. Así se nombraba a los poetas y filósofos que daban clases en el Calmécac, la escuela de la nobleza en el México-Tenochtitlan.

Destapó un cesto que se mantenía olvidado y lo puso sobre la mesa para entregarnos la cosmovisión filosófica, erótica y literata indígena, que seguirá ilustrando a las nuevas generaciones que hoy dialogan con el mundo
Alejandra FraustoSecretaria de Cultura

El rector de la UNAM también participó en la guardia de honor y en el homenaje luctuoso. Enrique Graue señaló que la partida de León-Portilla es como la de un toltécatl, palabra que citó de la tesis doctoral del historiador y que se refiere a los sabios nativos que componen cosas, obran hábilmente, crean y hacen todo lo bueno y hermoso.

“Con él se nos fue un toltécatl que se preparó con su intelecto para obrar con el corazón, disfrutando la vida y el conocimiento, brindando enseñanzas sabias y buenas. Se fue físicamente, pero nos deja su permanente sonrisa, su inmensa empatía por la humanidad, su libertad de pensamiento y su indomable espíritu de indagación”, comentó.

En la UNAM, Miguel León-Portilla fue profesor en la Facultad de Filosofía y Letras, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) e integrante de la Junta de Gobierno.

Mientras que su yerno, el abogado Gerardo Hierro Molina, leyó el texto “Rostro y corazón de Miguel”, de la escritora Clementina Díaz y de Ovando.

“Nunca se le verá ocioso, siempre está escribiendo libros, artículos, prólogos, paleografiando, interpretando códices, haciendo traducciones, preparando ediciones, rindiendo pleitesía a la musa de la historia, de la poesía”, dijo.

Con él se nos fue un toltécatl que se preparó con su intelecto para obrar con el corazón, disfrutando la vida y el conocimiento
Enrique GraueRector de la UNAM

La visión de los vencidos

Una interpretación coral de Solistas Ensamble dio inicio a las expresiones artísticas en memoria de Miguel León-Portilla. El grupo de cámara del Instituto Nacional de Bellas Artes, integrado por cantantes líricos y dirigido por Christian Gohemer, le dedicó la Pequeña misa solemne, del músico Gioacchino Rossini.

El homenaje continuó con un recital de poesía en lenguas índigenas tales como mixe, mixteco, totonaco, náhuatl y zapoteco por parte de los poetas Juventino Gutiérrez, Nadia López García, Alejandra Cruz, Iván León y Víctor Cata.

En la segunda ronda de poesía, la subsecretaría de Diversidad Cultural, Natalia Toledo, recitó en zapoteco; Natalio Hernández, en náhuatl; Celerina Patricia Sánchez, en mixteco; Juan Gregorio, en mazateco, y Briceida Cuevas Cob, en maya.

Finalmente, un ritual de danzantes que hacían música con caracolas y maracas despidió a León-Portilla en el Palacio de Bellas Artes, como si se tratara de Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, obra que escribió en 1961.

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