“Arropan”, entre aplausos y ovaciones, al director de orquesta Gustavo Dudamel en el Teatro Juárez

Junto con la Filarmónica de Los Ángeles, el director de orquesta venezolano ofreció una noche potente en el Teatro Juárez, durante el último fin de semana de la edición 50 del Festival Internacional Cervantino
José Pablo Espíndola José Pablo Espíndola Publicado el
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El público no lo soltó. Lo abrazó tan fuerte, a través de aplausos y ovaciones, que el director de orquesta Gustavo Dudamel no podía dejar el escenario. El concierto había acabado, pero su gente lo quería ahí, enfrente, recibiendo toda su gratitud.

Los presentes pedían más. No querían que la noche acabara, que la música parara. Los aplausos continuaban, más de 10 minutos de ellos, y es que Dudamel junto con la Filarmónica de Los Ángeles habían ofrecido una de las funciones más poderosas de la edición 50 del Festival Internacional Cervantino (FIC). Él regresó y hubo más música.

El Teatro Juárez, por más de dos horas, resonó. La mano de Dudamel guió a los músicos. Su dirección entrelazó las cuerdas, los vientos, las percusiones y los metales. Todos ellos envolvieron el recinto cultural más importante de Guanajuato y transportaron al público a un universo onírico, donde el silencio era importante para apreciar hasta el más mínimo detalle de las piezas que se estaban interpretando esa noche.

La violinista María Dueñas también estuvo ahí. Deleitando con su destreza y precisión al público cervantino. Sus dedos marcaban el camino y la gente la seguía, la observaba, no perdía detalle de lo que hacía. Su cabeza se movía al ritmo de sus manos, mientras su cabello, cual péndulo, iba de un lado para el otro. El público también tuvo aplausos para ella. Muchos.

La primera obra que sonó fue “Altar de cuerdas. Concierto para violín y orquesta”, de la compositora mexicana Gabriela Ortiz. La sutileza de su interpretación y los detalles con los que está escrita exigían que no hubiera ruido en la sala ni siquiera el de las cámaras fotográficas o de celulares. Así, para muchos, el recuerdo de esa primera parte quedará sólo en su memoria.

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Vino el intermedio y los presentes tomaron aire. Los músicos descansaron y Dudamel fue a cobrar más fuerza porque aún faltaba un largo camino para que la noche acabara. María ya no regresó a escena.

Entre aplausos, nuevamente el director de orquesta venezolano fue recibido en el escenario. Tomó aire. Exhaló. Movió sus manos y la Filarmónica de Los Ángeles ahora le daba vida a la Sinfonía número 1 en re mayor, “Titán”, de Gustav Mahler.

Esta sinfonía, compuesta en 1888, tuvo un fuerte rechazo por aquellos años de parte del público y de la crítica especializada, quien tachaba el trabajo de Mahler de “vulgar y demente”; sin embargo, ahora era diferente, y esos “diversos motivos de asombro” que esperaba provocar el compositor con su pieza sí estaban sucediendo en el Teatro Juárez, en 2022.

El público del Cervantino no se cansó de aplaudir, de ovacionar, de gritar “bravo, maestro”, porque lo que ahí se había vivido, para muchos, era lo mejor de los 50 años del FIC.

Pero la “Fiesta del espíritu” no había acabado. Si bien la Filarmónica de Los Ángeles y Gustavo Dudamel ya no estaban sobre el escenario tocando y el público del Teatro Juárez salía del recinto, las calles de Guanajuato estaban más vivas que nunca. Los tambores, la música popular y los grupos de estudiantinas también ofrecían su talento, porque eso también es el Cervantino.

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