La investigadora Aline Gallegos comparte algunos de los rituales que realizaban los antepasados para festejar el Año Nuevo

Aline Gallegos comparte los rituales de la celebración de año nuevo

La historia ayuda a comprender a las sociedades actuales y, con ello, sus ceremonias y festividades con las que celebran el inicio y fin de cada año. La investigadora Aline Gallegos comparte algunos de los rituales que realizaban los antepasados para festejar el Año Nuevo

La investigadora Aline Gallegos comparte algunos de los rituales que realizaban los antepasados para festejar el Año Nuevo.

Desde que la humanidad quiso comprender su existencia y lugar en el Universo, volteó al cielo para estudiar al Sol, la Luna, estrellas y galaxias; así surgió, también, la necesidad por registrar el tiempo, y se crearon los calendarios para, de alguna manera, organizar el día a día de una manera más funcional y efectiva.

Y aunque las culturas pueden estar muy distantes geográficamente, muchas de ellas coinciden en sus rituales, como el realizado para cerrar un ciclo y dar la bienvenida a un nuevo año. De manera particular, entre las sociedades mexica y maya, sus festividades y calendarios funcionaban casi de la misma manera que en la actualidad, no son tan distintos.

“Para nosotros sigue siendo un acontecimiento que implica una gran celebración; termina un año y comienza otro, de la misma manera que sucedía en la época prehispánica, variaba en cuanto a la forma de contar el tiempo, porque su sistema era vigesimal, eso hace que, por ejemplo, nuestro fin de año es en diciembre y para ellos, en lo mesoamericano, coincide porque era a mediados de enero y principios de febrero”, explica la historiadora Aline Gallegos Méndez.

A pesar de que las sociedades maya o purépecha tienen sus particularidades, como los rituales que realizaban, coinciden en que cada inicio de ciclo les significaba una renovación, un nuevo día.

La comida, los rituales y las celebraciones

De acuerdo con Gallegos, se organizaban rituales, fiestas, comidas especiales y grandes ceremonias dedicadas a los dioses, pues su pensamiento se regía por lo simbólico. Las deidades eran quienes les propiciaban una nueva vida para el siguiente año, a ellos les ofrecían banquetes, incluso ofrendas de sangre, se punzaban las orejas, y realizaban sacrificios humanos y animales.

“Coinciden en que todo lo viejo se desechaba, me refiero a las vasijas y utensilios de la vida diaria, se rompían y volvían a hacerlos. Con los dioses creían que si no hacían estas ofrendas y rituales tendrían un mal año, enfermedades, les iba mal en las cosechas”, agrega.

En el caso mexica, explica Aline, se regían por el Calendario civil (solar), xiuhpohualli, el cual está compuesto por 18 veintenas (o meses) de 20 días cada uno, que sumaban 360, más los cinco días conocidos como nemontemi, los últimos del año, considerados de mala fortuna.

Sus rituales consistían en recrear la imagen del dios con arquitos y palos atados, así como una máscara de mosaico de turquesas y chalchihuites, la cual llevaba un tocado de plumas de quetzal. Bajo el tocado le cosían una cabellera rubia. Sentaban la imagen en un trono con piel de jaguar, así como con cabeza y patas del felino disecadas.

A los 10 días de la veintena ponían fuego nuevo delante de la imagen, que estaba junto a la casa del calpulli. Al amanecer, los hombres jóvenes ofrecían los animales que habían cazado a los hombres viejos, quienes tenían el encargo de cuidar al dios. Luego echaban los animales al fuego.

Durante el vigésimo día elaboraban una nueva figura. A esta imagen le ponían una máscara de mosaico de pedacitos de conchas, su barba se la hacían con piedras negras. A la figura, agrega Aline, le llamaban Milíntoc. Le ofrecían cinco panecillos de harina de maíz rellenos de frijoles, los cuales se los ponían en los pies.

“En todas las casas del pueblo se hacían tamales de bledos (huauhquiltamalli). Al amanecer le ofrecían estos tamales a la imagen del dios. Todos los hacían, convidaban y comían. Los tlachiqueros traían el pulque en sus jarros y lo echaban en un lebrillo que estaba frente a la figura del dios, decían que quienes bebían este pulque no se emborrachaban”, platica.

Los tamales se acompañaban de un caldo de acociles que todos comían muy caliente y detrás del fuego; al terminar, los viejos del pueblo bebían pulque y cantaban delante del dios hasta el anochecer.

Ceremonia en honor al Dios del fuego

La última veintena era Izcalli, esto implicaba para los nahuas el fin del año. Transcurría del 1 al 20 de febrero. Este dato puede variar según la fuente que se consulte, y estaba dedicada a Xiuhtecuhtli (“Señor del año”), Dios del fuego, quien era el encargado de la regeneración del mundo.

Alrededor de este elemento se llevaban a cabo una serie de actos solemnes, mismos que se hacían más grandes hasta derivar en la gran ceremonia del Fuego Nuevo, que tenía lugar en el Cerro de la Estrella cada 52 años. El ritual provocaba gran incertidumbre porque se creía que, si el fuego nuevo no se encendía, el mundo se acabaría y las estrellas se convertirían en monstruos.

“Se apagaban todas las luces de México-Tenochtitlan y esperaban la culminación de las ‘Pléyades’ o ‘Siete cabrillas’ en el cenit, señal de que nacería un nuevo Sol. Cada año debió ser una especie de reminiscencia de este hecho. También se rompían vasijas, platos, para decir, de alguna manera, ‘no sabemos si podremos continuar’”, narra la historiadora.

“La cuestión de los calendarios es compleja en el mundo mesoamericano, los mexicas tenían diferentes, de acuerdo a cómo organizaban su vida diaria, rituales, o por ejemplo, los mayas, que era más complejo, tenían uno civil, uno de ritual y otro lunar”
Aline Gallegos Méndezhistoriadora

Durante las veintenas había varias celebraciones, pero la gran fiesta se realizaba durante el último día, se hacían preparativos llenos de ceremonias, comidas especiales, elaboraban efigies de los dioses a los que estaban dedicados con la finalidad de mantenerlos contentos, porque creían que eran merecedores de la vida ya que ellos les daban esta oportunidad, sobre todo, indica la historiadora, por la cuestión agrícola, pues era lo que regía a estas sociedades.

Entre las comidas destacaban bebidas y alimentos preparados con maíz y amaranto. Los sacerdotes se ahumaban frente a las deidades con tabaco y mezclas de maíz, todas estas ofrendas se pueden consultar en las fuentes, principalmente del siglo XVI y en los códices prehispánicos.

“Se sangraban ciertas partes del cuerpo y ofrecían esto, para la época prehispánica la sangre es un líquido precioso, así lo llaman, es algo digno de ofrendar a los dioses, por eso también los sacrificios de animales, afligir al cuerpo como dar una ofrenda, era su creencia y parte de su devoción para estar en comunión con su divinidad”, declara.

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