Adaptándose a Chernobyl

Para el doctor Timothy Mousseau, las zonas cercanas a Chernobyl son mucho más que una tierra fantasma y un recuerdo del desastre nuclear de 1986. 

La ciudad ucraniana es un ecosistema ideal para estudiar la reacción de los seres vivos a los altos niveles de radiación.

El biólogo de la Universidad de Carolina del Sur, ha estudiado la zona de exclusión desde 1999, y entre las criaturas que ha observado están varias especies de pájaros, mariposas, abejas, arañas, murciélagos y roedores.

Ana Paulina Valencia Ana Paulina Valencia Publicado el
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Para el doctor Timothy Mousseau, las zonas cercanas a Chernobyl son mucho más que una tierra fantasma y un recuerdo del desastre nuclear de 1986. 

La ciudad ucraniana es un ecosistema ideal para estudiar la reacción de los seres vivos a los altos niveles de radiación.

El biólogo de la Universidad de Carolina del Sur, ha estudiado la zona de exclusión desde 1999, y entre las criaturas que ha observado están varias especies de pájaros, mariposas, abejas, arañas, murciélagos y roedores.

“Este nivel de exposición crónica está por encima de lo que cualquier especie puede tolerar sin mostrar signos, ya sea en términos de cuánto viven o el número de tumores que tienen, o mutaciones genéticas”, explicó a The New York Times. “Es un laboratorio perfecto para nosotros”.

La ventaja de realizar indagaciones en un ecosistema natural, es que “la naturaleza es mucho más estresante que los laboratorios”, así que los resultados son más precisos.

Entre los hallazgos de Mousseau, quien dirige una investigación similar en Fukushima, Japón, y pretende que estos estudios sirvan para predecir los efectos de la radiación en los seres humanos, se encuentran algunos que parecen obvios.

Es el caso de las frecuencias más altas de tumores y deformaciones físicas, que se notan en las manchas de ciertos insectos y los picos de algunas especies de pájaros. Además, hay una menor concentración de estos animales que en zonas de condiciones parecidas, pero que no están contaminadas.

Pero un proceso sorprendió al estudioso. Algunas especies de pájaros han conseguido adaptarse al ambiente radiactivo, a través de la producción de más antioxidantes, que los protegen contra la radiación y por lo tanto presentan menos daños genéticos. Mousseau lo llama “selección antinatural”.

Uno de sus aliados, el español Ismael Galván, apunta también a otro objetivo en sus investigaciones. Resulta que los pájaros con pigmentación oscura (melanina negra) son más resistentes a la radiación que los rojos (melanina roja), y algo parecido podría suceder con los humanos. 

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