Un ideal compartido

En pleno Tercer Milenio de la era cristiana, inmersos en la conocida sociedad del conocimiento, portadora de los mayores descubrimientos científicos y tecnológicos, altamente competitiva, con un ecosistema de información saturado, los ciudadanos del mundo, atentos de su devenir, reconocemos la necesidad de tener muy claros, tanto los objetivos personales, como aquellos propios de la […]

En pleno Tercer Milenio de la era cristiana, inmersos en la conocida sociedad del conocimiento, portadora de los mayores descubrimientos científicos y tecnológicos, altamente competitiva, con un ecosistema de información saturado, los ciudadanos del mundo, atentos de su devenir, reconocemos la necesidad de tener muy claros, tanto los objetivos personales, como aquellos propios de la sociedad a la que pertenecemos.

Ciertamente las características del mundo en el que vivimos es que; «ya no habitamos la Tierra ni el cielo, ahora es Google Earth y la nube» como advierte el filosofo contemporáneo Byung-Chul Han en su libro NO-COSAS, en el que reflexiona y concluye que actualmente, nuestra obsesión es la información y los datos…que nos volvimos «infómanos controlados por algoritmos en una sociedad donde los afectos humanos han sido sustituidos por likes y emojis»

Podrás estar de acuerdo o no con la conclusión personal del filósofo, sin embargo, en mi opinión, en medio del escenario que impone la realidad actual, vale la pena ocuparnos de rescatar nuestra capacidad de «volver a ser humanos»

En este sentido, considerar que, un ideal compartido por muchos ciudadanos, es el de ser parte de una comunidad Sana, Madura, Segura y Humana por excelencia, por lo que convendrá, trabajar para desarrollar la sociedad civil, capaz de querer objetivamente, pensar creativamente y realizar responsablemente. Una sociedad dialogante, incluyente, corresponsable y solidaria, en la que el principal rasgo de identidad, sea el nosotros, que defina, sin egoísmos, que nos importamos los unos y los otros, y que juntos, trabajamos por materializar nuestros anhelos.

No somos pocos los ciudadanos que demandamos una sociedad, sensiblemente humana, capaz de dominar sus pasiones, que comparte valores, alienta el trabajo en equipo e impulsa la práctica de la cooperación como una constante.

Aspiramos ser parte de una sociedad que reconoce la justicia como valor rector de la vida en comunidad, exigente de sus derechos y estricta en el cumplimiento de sus deberes.

Sociedad tolerante, no conformista, libre, no sometida, comprometida, que no indiferente, que se ocupe de forjar todos los días, presente y futuro seguro, para la humanidad y el planeta.

Aspiramos ser, una sociedad comprometida con las futuras generaciones, agradecida y cuidadosa de la naturaleza y la vida, apasionada del conocimiento, de la investigación científica, del desarrollo tecnológico, económico y especialmente, del desarrollo humano.

Queremos que nuestra sociedad vea en la educación de niños y jóvenes, la más importante prioridad que tienen bajo su inestimable responsabilidad, porque son la generación que une los tres tiempos de la historia; pasado, presente y futuro. Descendencia que, mediante la educación y formación, cosecharán los mejores frutos de experiencia y conocimiento, para beneficio y perfeccionamiento del proceso natural de evolución de la humanidad.

Muchos queremos una sociedad amante del arte en todas sus expresiones.

Una sociedad que no se acostumbre a lo peor, por considerar su inevitabilidad.

Comprender que creer en un futuro distópico, es caminar en esa dirección.

Por lo tanto, aspiramos ser, una sociedad que valore la oportunidad de vivir, que confíe en el mejor porvenir y contribuya con su parte, para alcanzar el ideal que unifique a todos en acción colectiva.

Por otra parte, vale reconocer los tiempos que generacionalmente nos tocó vivir y las prioridades en las que nuestra atención deberá estar enfocada.

En un arrebato simplista, puedo identificar dos aspectos principales; lo externo y lo interno a las personas que somos:

Lo exterior, que corresponde a lo cotidiano que se muestra cada día. El mundo material de las cosas, lo cuantitativo, rasgo principal de la cultura consumista que nos mantiene cautivos a través de los medios de información y redes sociales.

Por otro lado, lo referente a lo interno, lo cualitativo, lo que no se ve con los ojos, lo intangible, es decir, lo que tiene que ver con el cuerpo emocional de las personas, generalmente ignorado, tanto por las políticas públicas de casi cualquier gobierno, como por la sociedad a la que pertenecemos.

En este sentido, ¿dónde ha quedado el sentimiento de la compasión que define nuestro mejor lado, como seres humanos?
Tal parece que a muy pocos importa lo que piensas y sientes.

Necesitamos rescatar nuestra capacidad de volver a ser humanos, ¿suena raro, verdad? aprovechar el potencial que nos es inherente a los seres humanos; la capacidad de elegir.

Luego entonces, reflexionar sobre el ideal de un ciudadano común y corriente, es anhelar, querer, soñar con algo específico. Es un propósito que, en el menor de los casos, aporta un rumbo definido, un adonde ir, un porque luchar, una razón y sentido de vida, que dé claridad y empodere al ser humano del que se trate. A fin de cuentas, un ideal se constituye, en el poderoso motor, que impulsa la vida de las personas y de la sociedad.

Pienso que una mejor comunidad, si es posible, sin olvidar que un sueño o ideal no se materializa por arte de magia. Acompañado a visión, deberá estar la planificación y la acción perseverante, necesarias para alcanzar cualquier meta. Los ciudadanos deberemos comprender claramente el costo de nuestra pretensión.

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