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¡Tres embustes relativos al Ejército!

Primer embuste: 

Primer embuste: 

Según cuenta Bernal Díaz del Castillo en su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, a la ciudad de Tenochtitlan arribaron 250 españoles, de los cuales 43 eran de a caballo. ¿ Cómo fue posible que los invasores, integrados mayoritariamente por rufianes extraídos de las cárceles peninsulares, pudieran vencer a un ejército de decenas de miles de guerreros capacitados en el Calmecac, la gran escuela militar de los aztecas que dominaban un territorio que iba desde lo que hoy es el norte de Michoacán hasta el sur de Guatemala? A pesar de que los españoles contaban con ballestas, pistolas, arcabuces, cañones de mano y mosquetes operados con pólvora negra, el número de guerreros águila podría significar algo así como 400 contra uno, de tal forma que los invasores, después de disparar, hubieran carecido de tiempo para volver a cargar sus armas antes de haber sido devorados por los aborígenes, conocidos por sus prácticas antropofágicas… Los españoles se impusieron cuando el gobernador Velázquez de Cuba, mandó una misión militar a cargo de Pánfilo Narváez para arrestar a Cortés acusado de traición. Un negro infectado de viruela logró la así llamada “conquista de México” al producir una epidemia que arrasó con casi al 90 por ciento de la población del valle de México, indefensa ante los horrores de las pestes europeas del siglo XVI. No fue derrota militar, sino epidemiológica, la que acabó con las posibilidades de defensa de los grandes amos de Mesoamérica. La misma suerte corrieron los ilustres incas.

Segundo embuste: 

Los norteamericanos, invasores del México independiente en 1846, vencieron al Ejército Mexicano por superioridad militar. ¡Falso! Si los yanquis nos vencieron en esa guerra alevosa, que se tradujo en el despojo de más de la mitad del territorio nacional, fue porque Santa Anna le había ofrecido al presidente James Polk de los EU, dejarse vencer a cambio de 30 millones de dólares, según consta en el diario del jefe de la Casa Blanca. Pero no solo eso, otra infame traición se dio cuando el clero católico excomulgó a los mexicanos que atentaran en contra de la vida de los invasores, lo cual ayudó a la hecatombe. La guerra se perdió desde los púlpitos católicos y desde el Palacio Nacional, donde se tramaron las peores felonías del siglo XIX mexicano.

Tercer embuste: 

El Ejército Mexicano disparó arteramente en contra de la población civil el 2 de octubre de 1968. ¡Falso! Nuestras fuerzas armadas jamás dispararon en contra de la gente, sino que, como consta en diversos documentales y evidencias, nuestros soldados defendieron a los manifestantes pidiéndoles que se tiraran al piso, mientras que ellos disparaban en dirección al edificio Chihuahua, desde donde los francotiradores, a cargo de Alfonso Corona del Rosal y de Luis Gutiérrez Oropeza, masacraban a los estudiantes y a sus familiares para poder culpar al Ejército de la muerte de 43 personas y no de miles como lo han mencionado historiadores y periodistas amarillistas. La CIA y Lyndon Johnson, siempre estuvieron presentes en el gran crimen para imponer a Corona del Rosal como presidente de México.

Estos tres hechos significativos deberían vertirse en los libros de texto gratuito para evitar complejos innecesarios en el estudiantado mexicano.

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