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Su propio Mundial

Son esa especie de casta divina según se sienten ellos, o quizá una especie en extinción, todos aquellos que por vocación, lo dicen de sus propias palabras, se dedican al arbitraje, la profesión más ingrata de todas en el futbol. 

Son esa especie de casta divina según se sienten ellos, o quizá una especie en extinción, todos aquellos que por vocación, lo dicen de sus propias palabras, se dedican al arbitraje, la profesión más ingrata de todas en el futbol. 

Sin embargo cuando ellos se colocan el uniforme, cuando saltan a la cancha, toman el silbato, entonces sí, se convierten en las divas, en los protagónicos, en el fiel de la balanza y en muchas ocasiones en el niño del bautizo, son pues los árbitros esta casta que sienten ellos es divina, los que también juegan su propio Mundial paralelo a la Copa del Mundo y esto se repite cada cuatro años.

Los requisitos…

A final de cuentas, para asistir a un Mundial de futbol como árbitro se necesita antes que nada tener la vocación, el corazón, el espíritu, la piel gruesa, la mamá, la abuelita y los familiares guardarlos aparte, y principalmente un carácter decidido, mucha seguridad en ellos mismos, mucho estudio, mucho trabajo, condición física y por supuesto también un ingrediente importante que se llama suerte y relaciones.

Al final del camino, los árbitros también se mueven en su propio mundo, es un universo paralelo al futbol de cancha, a pesar que ellos también están en la cancha, los árbitros tienen su propio estilo, su propia forma de hacer las cosas, de viajar, su lenguaje corporal y hasta su forma de peinarse, ellos en el futbol son parte importante, indispensables, son fundamentales, también son necesarios y en muchas ocasiones son el blanco perfecto para las excusas de aquellos equipos que pierden un partido, con todos estos ingredientes más un poco de suerte, los árbitros también tienen su propia competencia y llegan a alcanzar lo que hoy solamente un árbitro mexicano puede presumir, Marco Antonio Rodríguez, “Chiquimarco” es nuestro árbitro mundialista.

El niño del bautizo…

Sin duda alguna, de todos los árbitros mexicanos, Marco Antonio Rodríguez desde el momento en que apareció, con ese peinado hacia atrás lleno de vaselina o gel y con esas entradas tan pronunciadas con el triangulito en la frente, inmediatamente se le comparó con “Chiquidrácula”, personaje de Carlos Espejel, basado en la serie de los Monster, me quedaría más con ese personaje que el de “Carlitos” Espejel.

Desde el primer partido que tuve la oportunidad de verlo, lo he visto en muchos, siempre ha sido el protagonista, el temperamental, el que quiere estar perfecto e impecable, ha dado bandazos sin duda, desde uno al otro lado del péndulo. Recuerdo bien cuando decidió repartir bendiciones en lugar de tarjetas, parecía que traía biblias en el bolsillo, después volvió a transformarse como todos aquellos artistas o cantantes que deciden ir o venir de religión o sus propias creencias que son muy respetuosas, hasta volver a tomar el justo medio en el sitio que le corresponde y que para “Chiquimarco” es sin duda el centro de la cancha.

Más que polémico

“Chiquimarco” tiene ventajas y desventajas. Es árbitro con carácter, seguro de sí mismo y creo que hoy cuando el arbitraje mexicano atraviesa por uno de sus peores momentos, hay muy pocos que pueden contarse con una sola mano y sobrarían dedos, con personalidad, con presencia en la cancha, que se imponen a base de buenas actuaciones, seguridad y respeto. Y esto es lo que se ha perdido mucho en el arbitraje mexicano, Marco Antonio Rodríguez podría salvarse, no es que sea ave que cruza el pantano sin que su plumaje se manche, pero en muchas ocasiones se ha manchado, su estilo a veces chocante, marcar una jugada donde se equivoca y después repetirla por otro lado como diciéndonos que él tiene la razón, también propicio al dialogo y de pronto a convertirse según su propio estilo en el centro de un partido de futbol.

Hoy es el árbitro mexicano sin duda de mejores calificaciones, pensábamos en uno o dos más, pero nuestra cantera de árbitros está agotada.

La Selección Nacional…

Tiene su propio Mundial y nuestro árbitro nacional, en este caso Marco Antonio Rodríguez, tiene su propia competencia, en donde en muchas ocasiones se trata de compaginar actividades. Mientras la Selección Mexicana va a estar en un grupo peleando con Brasil, Camerún y Croacia, “Chiquimarco” seguramente va a estar pitando por otro lado y a medida que se va cerrando la llave, los árbitros que pasan a las siguientes rondas que deben hacerlo por las calificaciones de los instructores, muy severas por cierto, que les revisan hasta el color de las agujetas, uno de los grandes obstáculos para que un árbitro vaya desarrollándose y llegue hasta la final es justamente que el equipo de su nacionalidad siga avanzando, de tal manera que ellos al principio con el rabo del ojo y después con el corazón en la mano están esperando el momento que su selección sea eliminada, y que ellos se mantengan con vida dentro del corte de cabezas que se da en la primera y segunda ronda.

Sentimientos encontrados

Probablemente si soñáramos en un quinto partido para nuestra Selección Nacional y que estuviéramos en los previos a los cuartos de final o semifinal, les aseguro que si le preguntáramos al árbitro mexicano, en este caso Marco Antonio Rodríguez qué preferiría, él diría de bocajarro que la Selección Mexicana alcance incluso el sueño de una final, aunque la realidad, porque somos humanos, es que él quisiera ser el que llega a la final. 

Estos sentimientos encontrados son parte del juego de la Comisión de Arbitraje de la FIFA y también es su propia competencia, su propio Mundial.

Recuerdo de los árbitros mexicanos

Así a bocajarro, en personalidad Antonio R. Márquez en el Mundial de México 86. 

En capacidad Edgardo Codesal en el Mundial de Italia 90, con ese penalti que todavía los argentinos dicen que fue fantasma, Andreas Brehme anota ese penalti que le da el 1-0 y Alemania es campeón. A final de cuentas lo marcó, el partido iba a favor de Alemania porque Argentina no agarraba el balón, sí, pero el penalti a final de cuentas lo definió.

Arturo Brizio Carter, uno de los mejores árbitros que he visto en el futbol mexicano e internacionalmente, se acuerdan que en Francia 98 primero expulsó al “Burrito” Ortega, con eso se ganó la portada de muchos periódicos, sobre todo en Sudamérica, pero no contento con esto expulsó en el partido de Francia contra Arabia a Zinedine Zidane  por aquel patadón y se consagró, pero antes que esto, en el Mundial del 94, en el partido inaugural jugaba Alemania contra Bolivia, que había sido la sorpresa en Sudamérica y ahí jugaba Marco Echeverri. Acababa de entrar al campo el “Diablo” Echeverri, creo que no había acabado de persignarse cuando ya lo había expulsado Arturo Brizio.

Y otra cosa más polémica que podría darse, lo de Felipe Ramos Rizo, árbitro mexicano que tenía enormes facultades para desarrollar hacia adelante en Japón-Corea 2002, pero tuvo aquel enfrentamiento, como el que hoy están teniendo los panistas entre ellos en darse de golpes sin darse cuenta que los dos lados se hacen pedazos, es lo mismo que ocurrió en aquella ocasión. 

Edgardo Codesal y Ramos Rizo se enfrentaron en un problema extra cancha que llegó incluso a sus propias familias y el resultado es el retiro anticipado de Ramos Rizo y después la caída en tobogán de Codesal, que hoy podría ser, por el camino que llevaba, el presidente de la Comisión de Árbitros en la FIFA.

Mario Rubio en España 82 fue nuestro único representante, generalmente los mexicanos tenían fama de buenos árbitros, hoy padecemos escases de buen arbitraje, de personalidad, de buenos criterios, hoy nuestros árbitros están debajo del promedio, personalidad, seguridad en sí mismos, desarrollo y sobre todas las cosas quitarse de encima el “queda bien”, eso marcaría un buen árbitro y en nuestro país no tenemos ni uno como le acabo de describir… Así de fácil.

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