Sed de conocimiento social

Nos sentimos en sincronía con otros seres humanos. La convivencia es un bien social, incluso para los introvertidos, quienes gozan de reuniones con poca gente. Somos seres sociales por naturaleza. El arte es también otra forma de convivencia o entendimiento con las personas. Unos son más populares que otros, pero, ¿realmente a cuánta gente conocemos? […]

Nos sentimos en sincronía con otros seres humanos. La convivencia es un bien social, incluso para los introvertidos, quienes gozan de reuniones con poca gente.

Somos seres sociales por naturaleza. El arte es también otra forma de convivencia o entendimiento con las personas. Unos son más populares que otros, pero, ¿realmente a cuánta gente conocemos?

Según un estudio publicado a través del periódico español El País, el rango de conocidos o relaciones sanas que somos capaces de tener no sobrepasa los 5 mil en toda nuestra vida. O al menos se considera un “buen número”, un equilibrio. Eso contando desde las más afines, como familiares o amigos cercanos, hasta las interacciones más insignificantes, como el cerillo del supermercado o la vendedora de la tienda de electrónicos.

¿Por qué no se debería de tener más? Nos encontramos con muchas personas, pero no cabe dentro de las posibilidades reconocer a la mayoría. Tal como menciona ese escrito, “Las redes sociales, la tecnología y la facilidad de movimiento dan la sensación de que tenemos el mundo en las manos. Pero es solo una sensación”. En realidad, la gente con la que tenemos interacción es una cifra muy pequeña comparada con la inmensa cantidad de personas que existen en el globo terráqueo. “Ese grupo incluye toda la gente susceptible de convivir contigo, de aparecer en tu vida o de influir en tus decisiones: familiares, profesores, colegas, amigos y toda nuestra experiencia directa. Nuestra capacidad de comprender íntimamente las motivaciones de personas distintas es ridícula. Apenas existe”.

Creemos que nuestro pequeño mundo es lo más importante, cuando existe una cantidad vasta de exploraciones por descubrir, un laberinto de cabezas que desmenuzar. Con las cercanas a veces tenemos suficiente, pero no podemos evitar el querer conocer más personas. Sin embargo, es una utopía. Aquí no importa si somos influencers, celebridades o cuántas visitas hay en nuestro sitio web. ¿Cuántas personas realmente te conocen?

Nadie tiene total certeza de quiénes son todos sus amigos en Facebook. Ni quienes tienen 200, ni quienes tienen 10 mil. Podremos registrar cientos de caras, ¿pero con cuántas hemos realmente tenido una interacción?

Para determinarlo, los investigadores usaron un procedimiento con el cual observaron las relaciones sociales: “Primero establecimos una metodología que nos permitiera determinar cuando una relación social se activa o se desactiva”, explica Miritello. “Si nos fijamos en una ventana temporal para cada usuario somos capaces de medir tres cosas: relaciones que no existían antes, relaciones que no se van a observar en el futuro y relaciones que persisten tanto antes como después de esa ventana temporal”, añade.

Así, un límite se determina ante las relaciones ya establecidas, más aquellas incapaces de regresar a su estado preexistente. O aquellas que se pierden con el tiempo.

¿Pero por qué sentimos una necesidad de obtener nuevas amistades, de satisfacer una sed insaciable de interacción social? Si es en serio que buscamos más gente distinta, ¿hay forma de lograrlo? ¿De superar los 5 mil conocidos sin perder la cabeza?

En esta forma de relación existe una paradoja. Por un lado queremos entablar otro tipo de amistades, “salir” de la zona de confort. Por otro, con la rutina, el tipo de actividades de ocio y nuestros lugares frecuentes evitan hallar otro tipo de personas. “Escogemos los lugares donde vivimos y donde vamos a comer o de vacaciones porque están segregados a favor de gente como nosotros. De ese conjunto de clones saldrán los amigos y todas las parejas que alguien acabe teniendo.”

Si continuamos esta conducta, será inaccesible la relación con otro fuera del “yo”, o por lo menos una verdadera relación con otro individuo más allá de los estándares preestablecidos de convivencia en nuestro sector poblacional. ¿Estaremos realmente atrapados en una “burbuja”?

Con un mundo tan complejo, eso está en tela de duda. Por lo pronto, hagamos un esfuerzo por realmente conocer a los demás, para conocernos. De “salir” de la caja: cambiar hábitos, probar nuevas actividades, asistir a distintos tipos de eventos. O, si no queremos, realmente conocer la propia, para aprender a adorarla.

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