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Responsabilidad civil

Queridos lectores: Este 29 de agosto fue un parteaguas en la historia de mi vida. Pero más aún, en la del país. Las legisladoras y legisladores que decidieron que estuvieran representando a la ciudadanía en el Poder Legislativo, tomamos protesta. Después de ocho meses como novata en la política, he descubierto que, efectivamente, en este […]

Queridos lectores:

Este 29 de agosto fue un parteaguas en la historia de mi vida. Pero más aún, en la del país. Las legisladoras y legisladores que decidieron que estuvieran representando a la ciudadanía en el Poder Legislativo, tomamos protesta.

Después de ocho meses como novata en la política, he descubierto que, efectivamente, en este país quienes la hacen en su mayoría no son personas con alta capacidad, talentos y ética. Sin embargo, hay excepciones. Más allá de provocar desencanto y desesperanza (más de la que ya hay) quiero que sepan que cualquier intento que la ciudadanía haga para cambiar será válido siempre que no perdamos el rumbo.

Porque difícil es hacer que las cosas se transforman. Más cuando nos han acostumbrado a que eso sucede por dádivas, por mesías o porque sí. Tenemos que incrementar ante las crisis que estamos viviendo, nuestra creatividad para no sólo aceptar que tenemos una responsabilidad propia frente a los problemas públicos, sino para crear entre la diversidad de actores que existimos, otras realidades.

Me metí a la política para sacar lo mejor de mí y de quienes estén dispuestos a dar algo de sí mismos para cambiar, si no del todo, al menos de la queja eterna que en poco abona a lo que necesitamos.

Aprendí que pese al escenario adverso del ambiente de la política perversa, ensimismada en intereses que no pertenecen a las comunidades, con personas indeseables pero acomodadas al sistema que, a pesar de todo eso, siempre hay personas que te encuentras y que son brújula de otros mundos posibles en la política de lo que es correcto.

Así pues, tomé protesta recordando a cada una de esas personas que desde hace 10 años me acompañan en las causas que defiendo, o bien, en las que soy aliada. Esos ciudadanos y ciudadanas sin miedo son los que valen la pena para pensar que podemos construir en todo momento y bajo cualquier circunstancia nuevas realidades.

Porque de eso se trata. De sumar, contribuir, crear. Es algo que debe ir marcando el ritmo del futuro de la política. Porque aquella que se hace en la opacidad, sin apego a la Ley, sin compromisos con la sociedad, debería ser sólo referente de nuestro pasado.

En este hecho histórico de cambiar de gobierno, de poderes, de las personas que nos representan en la vida pública, no es algo menor insistir que sin la participación activa de nosotros esto tiene pocas posibilidades de hacer cambios radicales en los cortos plazos.

Por eso, es trascendental que no se limiten en pensar que el voto ha sido suficiente. Este es el momento para comenzar a involucrarse, y no solamente exigiendo, también colaborando, haciendo agendas, constituyendo asambleas, asociaciones vecinales, fundaciones y todo lo que sea posible para juntar esfuerzos.

Agradezco a quienes con paciencia me acompañan desde hace años. Esto no es más que una nueva responsabilidad para seguir contribuyendo en lo que se puede. Si cada uno de nosotros lo hiciéramos así, acortaríamos el tiempo para hacer realidad los sueños.

Esta carta abierta es una invitación a que ustedes también sumen su compromiso con Nuevo León y el país. Que por igual hagan sus propios juramentos de estar al pendiente de lo que sucede en la política, de ser observadores y no dejar ni permitir que se trastoque lo público que es sagrado. Que, para variar, ya vamos muy tarde en algunos asuntos.

Podemos dejar a un lado la apatía para darle la bienvenida, no a un nuevo sistema político (porque quedamos muchos “remanentes”), pero sí a una nueva forma en que la ciudadanía no va a dejar ni a soltar a sus políticos.

Porque si no lo hiciéramos de esa forma entre todos nosotros, pues “que la nación nos lo demande”.

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