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¿Quién tiene mejor buena suerte?

Cuando se leyó en voz alta la trayectoria militar del candidato a ser ungido como mariscal de campo y una vez subrayados sus impresionantes títulos obtenidos a un lado de los cañones, el titular del consulado preguntó:

Ya me fueron narrados sus méritos de campaña, ahora bien, ¿tiene usted buena 

suerte…?

Cuando se leyó en voz alta la trayectoria militar del candidato a ser ungido como mariscal de campo y una vez subrayados sus impresionantes títulos obtenidos a un lado de los cañones, el titular del consulado preguntó:

Ya me fueron narrados sus méritos de campaña, ahora bien, ¿tiene usted buena 

suerte…?

Cuando supe que AMLO, el héroe sin cabeza, había sido una penosa víctima de un mal cardiaco, de inmediato me pregunté si Peña Nieto o él tenían buena suerte. ¿A quién de los dos le convenía en las presentes circunstancias políticas que le diera un ataque al corazón? 

Cuando resultó imperativo amputarle a Santa Anna una pierna destrozada como consecuencia de la mala puntería de un artillero francés que había desembarcado en Veracruz para cobrar la deuda de un pastelero durante la Guerra de los Pasteles –y sostengo que mala puntería porque de haber apuntado a la cabeza hubiera cambiado la dolorida historia de México– el malvado veracruzano de triste recuerdo, llegó a ocupar más de nueve ocasiones la Presidencia de la República porque el populacho y el clero católico, deseaban compensarle la pérdida de su extremidad premiándolo con todo el poder para desquiciar a la nación con la máxima celeridad. 

¿Hasta qué punto los marginados sepultados en la ignorancia, desearán en la actualidad luchar con más fanatismo reñido, claro está, con la más elemental de las razones, para encumbrar a AMLO hasta una posición política desde la que se tomará de la mano con Maduro para sumarse a la destrucción de México? 

¿Acaso no ha trabado una alianza siniestra con los líderes de la CNTE, los feroces “maestros” defensores de la ignorancia? ¿Más…? Y sí que hay más, mucho más…

Si bien las masas decrecientes de seguidores estarían dispuestas a premiar rabiosamente con la presidencia a quien mando al “diablo a las instituciones de la República” para ayudarlo a sanar de su dolencia, por el otro lado, ¿Peña Nieto podría alegar buena suerte, elevar sus plegarias a la Guadalupana por haber enfermado a AMLO cuando se discutía la reforma energética en el Congreso y agradecerle su intervención divina en el preciso momento en que más necesitaba la desaparición física del más famoso demagogo del siglo 21 mexicano? 

¿Quién puede alegar tener una mejor suerte, AMLO porque crecieron sus índices de popularidad cuando estos iban en caída libre, o Peña Nieto porque logrará la semana entrante las reformas constitucionales con las que podrá, si no derrapa como en la patética miscelánea fiscal, detonar el desarrollo económico y social de México a niveles insospechados como lo hiciera el presidente Lula?

Por el bien de México, primero los pobres, ¡claro que primero los pobres!, por ello deseo que el afortunado sea Peña Nieto, porque de la reforma energética depende el ingreso de por lo menos 500 mil millones de dólares con los que podrá rescatar en los próximos años a por lo menos 30 millones de compatriotas de la pobreza…

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