Pandemia y democracia: urge acelerar el voto electrónico presencial y a distancia

A raíz de la pandemia y de su impacto sobre los procesos electorales, nuevamente ha cobrado relevancia a nivel global la discusión sobre formas alternativas de votación, así como el uso de nuevas tecnologías de la información y la comunicación. En la actualidad, en todo el mundo existe una larga tradición en el uso de […]

A raíz de la pandemia y de su impacto sobre los procesos electorales, nuevamente ha cobrado relevancia a nivel global la discusión sobre formas alternativas de votación, así como el uso de nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

En la actualidad, en todo el mundo existe una larga tradición en el uso de dispositivos electrónicos (pantallas táctiles, urnas electrónicas, computadoras en red o “aisladas”, lectores ópticos de tarjetas) pensados para agilizar y brindar certeza al proceso electoral en sus distintas etapas.

De acuerdo con un reciente reporte de IDEA Internacional citado por Parametría, 71 por ciento de los países donde hay elecciones utilizan alguna forma de apoyo tecnológico para el registro de votantes, 57 por ciento usan sistemas electrónicos para conocer los resultados oficiales, mientras que 21 por ciento hace uso de la tecnología para la identificación de electores en las mesas de votación, en 15 por ciento se utilizan mecanismos tecnológicos para el conteo de votos, pero solo ocho países (4 por ciento) utiliza alguna forma de voto electrónico.

La pregunta obvia es ¿Por qué, a pesar de los avances tecnológicos, solo unos cuantos países en el mundo (Bélgica, Estonia, Brasil, Estados Unidos, Venezuela, India, Emiratos Árabes Unidos y Filipinas) utilizan el voto electrónico de manera generalizada?

Es claro que la implantación de un sistema automatizado de sufragio genera ahorros en los costos de una elección, agiliza la obtención de resultados y puede producir mayores niveles de legitimidad y confianza. El problema es que cuando hablamos de voto electrónico generalmente pensamos solo en las ventajas y dejamos de lado los riesgos. En los pocos casos donde funciona un sistema generalizado de voto electrónico, se combinan un alto grado de confianza en la autoridad, un alto grado de transparencia y escrutinio de los procesos, así como un alto grado de certeza tecnológica y de seguridad informática.

Bélgica fue pionero en 1989, con la aplicación de voto electrónico mediante tarjetas de banda magnética. Hoy, el voto es mucho más sofisticado, didáctico y seguro ya que al momento de votar el sistema expide una papeleta encriptada para corroborar el voto antes de “depositarlo en la urna” electrónica, lo que le da certeza de trazabilidad y confidencialidad al voto.

En Estonia es posible votar a través de Internet desde 2005. En las elecciones parlamentarias de 2019, 44 por ciento de la población votó por esta vía. Para ello se requiere estar registrado como votante, contar con conexión a internet, contar con el Documento Nacional de Identidad que cuenta con certificados y códigos PIN. El votante puede votar entre cuatro y diez días antes del día de la elección y tiene derecho a cambiar su voto de manera ilimitada. Incluso puede votar de nuevo, de manera remota o presencial, el día de la elección y solo su último voto será el que cuente finalmente.

En Brasil, desde 1995 se aprobó la ley electoral que marca las directrices del voto electrónico mediante urnas electrónicas. Desde el 2002, 100 por ciento de los votos presenciales son emitidos electrónicamente. En 2008 se comenzó a utilizar la huella dactilar como identificación biométrica. Una vez emitido el voto, el sistema generaba una comprobante impreso, pero en 2018 la Corte Suprema eliminó esta disposición ya que ponía en riesgo el secreto del voto.

En Estados Unidos se han utilizado cinco tipos de sistemas de votación: máquinas de palanca, tarjetas perforadas, papeletas de votación con o sin sistemas de escaneo óptico y máquinas con botones o pantalla de digitalización del voto. En 2018 se aplicó un sistema seguro de Cadena de Bloques, que distribuye, descentraliza y sincroniza la información. Actualmente el estado de Utah planea comenzar a probar el voto online a través de una app para el móvil.

¿Dónde se encuentra México en el proceso de automatización de sus procesos electorales? ¿Es factible implementar el voto electrónico antes del 2024? ¿Qué piensan las y los mexicanos sobre esta posibilidad? En la próxima entrega continuaré con el tema.

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