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‘No tengo trabajo’

Esa frase la he escuchado cada vez más frecuentemente entre los jóvenes y los padres de los jóvenes. 

Parece que la fórmula que enseñaron en la década de los 80’s, que era aprender que estudiar podía ser un paso para encontrar un empleo, se ha ido por la basura. 

No solamente eso, cada día hay más casos de jóvenes que han dejado de buscar alternativas para encontrar un empleo. 

Parece que en el país de los monopolios buscar uno y que de preferencia sea formal, es la búsqueda de la “aguja en el pajar”. 

Esa frase la he escuchado cada vez más frecuentemente entre los jóvenes y los padres de los jóvenes. 

Parece que la fórmula que enseñaron en la década de los 80’s, que era aprender que estudiar podía ser un paso para encontrar un empleo, se ha ido por la basura. 

No solamente eso, cada día hay más casos de jóvenes que han dejado de buscar alternativas para encontrar un empleo. 

Parece que en el país de los monopolios buscar uno y que de preferencia sea formal, es la búsqueda de la “aguja en el pajar”. 

Si nos vamos a otro tipo de comunidades, en donde ni siquiera los jóvenes han tenido oportunidad de estudiar, el escenario es peor. 

Para encontrar un trabajo que al menos deje un sueldo mínimo requieres estudios de secundaria o incluso de preparatoria. 

Estudiar, con el sistema educativo que tenemos, se ha vuelto un lujo que pocos pueden pagar, así que la gran mayoría ni siquiera tiene los documentos necesarios para aplicar. 

Todavía más, hablemos de los costos que para jóvenes con secundaria o prepa representa emprender la búsqueda, o “estar a prueba”. 

No suficiente con eso, para el que no tiene nada de estudios también implica un proceso de discriminación. 

“No te contratamos”, dice un joven de la colonia Independencia, “¿sabes por qué?… Porque vivo en la Indepe”. 

La discriminación no es sólo para ellos, también hay quienes están “sobrecalificados”.

Y entonces ese exceso de grados tampoco les permite que la búsqueda sea más sencilla. 

Así, jóvenes pobres y de clase media -que representan a la mayoría de la población en este país- padecen esa larga agonía de buscar un trabajo. 

Hay quienes encontrándolo también se topan con situaciones adversas. 

Las empresas ofrecen sólo contratos temporales, algunas ni siquiera tienen contratos,  otras más no les pagan, ni hablar de las prestaciones o servicios médicos porque no existen. 

¿En qué termina la búsqueda?: En el desencanto. 

Nada es como parece. La espera parece “eterna” y el círculo lejos de romperse es un torbellino que nos lleva al acabose. 

Tanto es el desencanto que eso puede convertirse en motor, como ha sucedido con algunos casos de emprendedores exitosos que han podido establecer sus propios negocios, o también en apatía. 

Ese síndrome fatalista cada día más contagioso en donde acostumbramos a nuestros jóvenes, y nos acostumbramos como jóvenes,  que no hay más salida que la evasión del problema.

La aceptación del “maltrato laboral” que esto representa o, en lo que ya hemos experimentado como sociedad: la violencia y la delincuencia como “armas” para la desigualdad, la exclusión, la pobreza. 

Por eso, el tema de juventudes y sus oportunidades de creación de sus propios empleos o sus contrataciones en las empresas debe ser una de las prioridades en la agenda pública, pero también en las empresas. 

México tiene una gran ventaja para la competitividad, pero no la ha aprovechado.

Y ésta es la juventud de sus jóvenes, pleonasmo que vale la pena escribirlo porque con el paso del tiempo, como escribiera Jaime Sabines, la juventud sólo es por contagio.

Entonces, si vamos a poner sobre la mesa las alternativas de solución al conflicto, los empresarios no sólo deberían salir a declarar su hartazgo por la violencia.

También debieran hacer válidos los derechos laborales y la creación de empleos. 

Los gobiernos, en vez de usar a los jóvenes para sus campañas políticas, deberían estar implementando políticas públicas educativas que acompañen a la inserción laboral. 

Y, nosotros, en lugar de lamentarnos por todo lo que está pasando en nuestro país, debemos aprender que no hay queja más audible que la de las acciones para la corresponsabilidad en los derechos laborales que nos corresponden.

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