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Recuperar la memoria (Parte II)

Para las familias Mercado Alonso y Arredondo Verdugo. Por su valor civil.

“Haces como que la virgen te habla” es una frase común entre los mexicanos para señalar la gran capacidad que tenemos de ignorar a la hora de confrontar un problema.

Es altamente probable que la falta de memoria tampoco sea desconocimiento, sino esa “habilidad” que hemos gestado como sociedad para olvidar aquello de lo que no conviene hablar.

Pero como no se puede “tapar el sol con un dedo” por más que se quiera opacar, el pasado sale a flote.

Para las familias Mercado Alonso y Arredondo Verdugo. Por su valor civil.

“Haces como que la virgen te habla” es una frase común entre los mexicanos para señalar la gran capacidad que tenemos de ignorar a la hora de confrontar un problema.

Es altamente probable que la falta de memoria tampoco sea desconocimiento, sino esa “habilidad” que hemos gestado como sociedad para olvidar aquello de lo que no conviene hablar.

Pero como no se puede “tapar el sol con un dedo” por más que se quiera opacar, el pasado sale a flote.

Es decir, la memoria colectiva puede ser selectiva, pero de ahí a que no exista es otra cosa.

Lo que hoy se sabe del asesinato de los estudiantes del Tec de Monterrey, Jorge Mercado y Javier Arredondo, de aquel fatídico 19 de marzo, es todavía más grave de lo que se pensaba.

Sus padres han declarado que existe evidencia de que Jorge regresó a advertir a los militares que tanto él como su mejor amigo eran estudiantes. No obstante, aún con eso, abrieron fuego contra ellos, ¿suficiente? No. Les sembraron armas y los hicieron pasar por sicarios.

Ahora que se conoce esta información es importante aún más sostener la exigencia de sus familiares.

Que se resuelva el caso, se haga justicia, pero también que, como han hecho mención en diferentes entrevistas, se limpie la memoria de sus hijos mediante una disculpa pública de la Secretaría de Defensa Nacional.

Sobre todo, porque los militares implicados siguen sosteniendo que los estudiantes formaban parte del crimen organizado.

A siete –largos- años de esta tragedia, con menos voces exigiendo que al principio, es en sí mismo una tarea titánica hacer visible la situación actual de este caso: decir abiertamente que no fue un error.

Quizá no sea el único, si pensamos en que desde los más mediáticos, como la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa hasta los más añejos que estremecieron al mundo como la matanza de Tlatelolco en el 68, tampoco han tenido resolución por parte de autoridades ni seguimiento de una ciudadanía que hace que no se acuerda de nada.

Al menos una masa crítica ha creado el movimiento social “Todos somos Jorge y Javier”, que ha estado acompañando a sus familias para sostener el rumbo de la exigencia del apego a la verdad y generando información actualizada de esta ejecución extrajudicial.

A veces lo que más tristeza me da es la incapacidad que no sólo es de las instituciones públicas, sino también de quienes se supone moralmente deberíamos estar ahí porque fuimos testigos, resistimos, acompañamos, sobrevivimos a una guerra contra el narcotráfico de la cual nadie puede evadirse de sus lamentables consecuencias.

Sin embargo, no toda la comunidad está. Incluso el propio Tec de Monterrey no ha vuelto a tocar el tema de forma institucional.

Sin embargo, sí hay algo que podemos hacer para reinvidicar un pasado que nos hizo daño, pero que a la vez sacó lo mejor de nosotros para cambiar a la ciudad.

Necesitamos tener un espacio común en ese acceso de Luis Elizondo y Garza Sada en donde dejaron a los dos mejores amigos.

Esa puerta tiene que estar abierta a la vida. Porque la muerte de Jorge y Javier no puede ser en vano ni puede estar manchada de dudas sobre su excelente conducta.

Ahí tenemos nuestra deuda regiomontana. La de transformar ese lugar que ahora luce lúgubre y abandonado.

Estoy convencida que no merecemos vivir en la indignidad y la indignación constante.

Merecemos cambiar esta ciudad necesitada de paz, así como no seguir haciéndonos “de la vista gorda” en el país donde no pasa nada hasta que pasa.En donde cuando pasa hay olvido. Y lo único que nos puede asegurar no repetir es recuperar la memoria.

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