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Más allá de Armstrong

Debo confesar que en las múltiples ocasiones en que salí en la defensa del prestigio, la honorabilidad y la carrera del enorme Lance Armstrong, aunque bien visto el texano no necesita abogados, ya gastó mucho dinero en ellos y todo resultó inútil. El que hace trampa es tramposo, definitivo, pero lo hice creyendo siempre en la limpieza, integridad y honorabilidad de quien se ha enfrentado a la muerte y ha logrado por lo pronto vencerla, haciendo de esa lucha por la vida algo más que una difícil empresa a título personal.

Debo confesar que en las múltiples ocasiones en que salí en la defensa del prestigio, la honorabilidad y la carrera del enorme Lance Armstrong, aunque bien visto el texano no necesita abogados, ya gastó mucho dinero en ellos y todo resultó inútil. El que hace trampa es tramposo, definitivo, pero lo hice creyendo siempre en la limpieza, integridad y honorabilidad de quien se ha enfrentado a la muerte y ha logrado por lo pronto vencerla, haciendo de esa lucha por la vida algo más que una difícil empresa a título personal. Lance Armstrong luchó contra el cáncer y lo venció y por esta razón con esa segunda oportunidad que Dios le da en la vida, por supuesto haciendo la tarea de la dolorosa recuperación, tanto en lo personal como siguiendo las indicaciones de los médicos que le salvan la vida y esta posición lo hacía para mí invulnerable, intocable, limpio de toda culpa, porque no es posible que alguien que se enfrenta a la muerte, la vea a los ojos y pueda salir victorioso, decida hacer de su vida…

Un culto a la trampa

Por esta razón siempre me negué a creer en su culpabilidad y cité en muchas ocasiones que esto se debía solamente a los envidiosos o a los que no podían alcanzarlo en las pistas o en las carreteras.

Hoy debo confesar con mucha tristeza y un enorme dolor producto del desencanto y la frustración, que me equivoqué y así como yo muchísima gente. Somos seguramente millones los que nos sentimos defraudados porque finalmente Lance Armstrong apostó contra sí mismo y perdió; podríamos decir con simpleza que le quitan sus títulos, sus blasones y una tajada del dinero que ganó y quedará manchado para siempre y hasta ahí, pero no. Aquí…

Es un golpazo al deporte

Para todos los que creemos en la limpieza y la honorabilidad de quien participa en una competencia deportiva, buscando la superación y la victoria solamente en la disciplina y el desarrollo de su técnica individual como marca el verdadero espíritu deportivo y que logra trascender, es sin duda un héroe deportivo; que se debe no solamente a sí mismo sino a la sociedad que lo proyecta y hasta lo idolatra.

Después viene todo lo demás: patrocinadores, triunfos, premios, hazañas, récords, libros y lo que me pongan, pero cuando un deportista traiciona de esta manera al primer eslabón de la cadena en este círculo perfecto que comienza en el aficionado, el fanático, el espectador, después puede ir a los patrocinadores, los medios, la televisión, a los equipos; el profesionalismo, a las competencias mismas, los premios, las medallas, a los Olímpicos, los mundiales, todo cierra en este círculo en el propio aficionado y es a éste al que ha golpeado Lance Armstrong con una certeza casi de muerte, a partir de hoy…

Todo será más difícil

Porque cualquier ciclista o deportista de alto rendimiento que toque la puerta de alguno de los consorcios o patrocinadores para buscar apoyo, va tener que subir los escalones de uno por uno con una mayor dificultad sabedores que la mancha del que consideramos el atleta prefecto hasta el día de ayer, Lance Armstrong nos traicionó a todos. Y ya movió el tapete y ha derribado las escaleras del ascenso a la fama y los patrocinios para todos los que vienen detrás de él.

El golpe fue casi de muerte,  porque finalmente el deporte y las instituciones serán más fuertes que el individuo.

Y va por los campeonísimos

El Tour de Francia debe salir ahora a dar la cara y honrar a los grandes que ganaron con lujo de limpieza en actos prácticamente heróicos. Comenzando por el enorme Fausto Coppi,  el gran héroe italiano que se levantó a ganar el Tour de 1953 en una bicicleta que hoy no serviría para repartir el pan o que ni siquiera los carteros usarían por pesada y difícil de conducir, pero era la posguerra y no había forma de buscar sofisticaciones.

Un poco más adelante, ya en la década de los 60´s, el francés Jacques Anquetil se alzó con tres títulos (de 1961 a 1964) después de haber ganado con sorpresa el Tour de Francia del 57. Fue el primer héroe del ciclismo francés.

Y qué decir del enorme belga Eddie Merckx ganador también de tres Tours del 69 al 72 entrando ya de lleno a la era de la tecnología y la modernización, para ceder la estafeta a un enorme francés, Bernard Hinault ganador de los Tours consecutivos del 78-79, 81-82 y aquel épico Tour del 85 que le ganó por un pedacito al norteamericano emergente entonces Greg LeMond, quien abriera la brecha para el ciclismo de Estados Unidos.

Después en 1986 se invertirían los papeles. LeMond lograría su primer Tour dejando a Hinault en la segunda posición.

Ésas eran batallas extraordinarias. Luego el norteamericano se llevó los Tour del 89 y 90 para retirarse en forma grande cuando veía venir…

Al gigante de la pistas y las carreteras

El español Miguel Indurain, ganador a partir de 1991 y hasta 1995. Era enorme de tamaño y más grande su corazón.

Fue el primer gran ídolo del ciclismo español quien lograra capitalizar ese apoyo incondicional de los suyos en el título más importante del ciclismo internacional, el Tour de Francia, esta fue la razón por la que el francés Laurent Fignon, aquel del pelo largo amarrado en una coleta, no pudo ganar el Tour sino hasta 1983-84, justo en medio de las batallas de Hinault y LeMond, todavía Fignon vino a México a mostrarnos su grandeza en algunas vueltas ciclistas de nuestro país. Fue entonces cuando…

Apareció armstrong

Y los borró a todos, a estos, a los que no les hicimos caso, a los segundos y terceros lugares, los que ganaban etapas y poca consideración les teníamos porque veíamos en la general emerger al gran Lance con sus grandes apoyos, con su Fundación Livestrong en la lucha contra el cáncer y a los demás les hacíamos poco caso, por esta razón…

Y más para acá

Las dudas que todavía quedan alrededor de Alberto Contador y sus triunfos en 2007 y 2009 con aquel supuesto clembuterol en la carne que hasta hoy nadie ha podido probar, ni que se dopó, ni que la carne tenía clembuterol.

Aunque por ahí y de ‘ladito’ nos ayudó a sacar el tema de nuestros seleccionados que dieron positivo por la misma sustancia.

Y me quedaría con el triunfo de este mismo año del británico Bradley Wiggins, a quien iluminaron a través del telescopio en las pruebas de ascenso y en cada una de las etapas en que debió someterse a un exhaustivo examen antidoping, confiemos por el bien del deporte que el triunfo del británico es tan legítimo como el aire que respiramos.

Porque si el golpe de Armstrong fue casi mortal, el de Wiggins sería fatídico, pero debe estar limpio porque nadie ha sido sometido a análisis con elementos tan sofisticados como este británico.

El legado de Armstrong

Sin duda es triste, humillante.

Es como ser robado en despoblado y no para él sino la consecuencia que sus trampas traen a la credibilidad del deporte, pero al mismo tiempo las instituciones como la Asociación Norteamericana Antidopaje, la AsociaciónMundial Antidopaje, el Movimiento Olímpico, la Unión Ciclista Internacional y todos estos organismos apegados en forma implacable y estricta al reglamento del juego limpio; son los grandes paraguas en los que debemos cobijarnos en pro de la credibilidad del deporte universal.

Si en 1988 el atletismo salió fortalecido por la descalificación prácticamente instantánea del único hombre, Ben Johnson, que hasta ese momento había abatido en una pista al hijo del viento, Carl Lewis, el ciclismo tendrá que hacer lo mismo antes y después de Lance Armstrong.

A final de cuentas que Armstrong se quede con su humillación, un poco menos de dinero en su chequera, pero que el deporte salga fortalecido.

Y a pesar de ser un personaje de tal trascendencia, que se castigue al culpable. Y diría en este momento, ¡salud! una vez más por Jan Ullrich, el gran olvidado a la sombra del tramposo Lance Armstrong…

Así de fácil

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