La más terrible pandemia de salud y la más grave crisis económica

La pandemia del odio

“Activar el miedo es fácil, reunificar un país dividido por el odio puede volverse imposible… Con la polarización extrema la racionalidad pierde valor, las emociones toman control, el fundamentalismo derrota al pragmatismo, la calidad de la política y los políticos es degradada, la inteligencia se convierte en defecto, la incompetencia se vuelve crónica, los acuerdos […]

“Activar el miedo es fácil, reunificar un país dividido por el odio puede volverse imposible… Con la polarización extrema la racionalidad pierde valor, las emociones toman control, el fundamentalismo derrota al pragmatismo, la calidad de la política y los políticos es degradada, la inteligencia se convierte en defecto, la incompetencia se vuelve crónica, los acuerdos se vuelven imposibles, los problemas se quedan sin resolver y el país se va al infierno. En un escenario polarizado la ignorancia acaba siendo norma… Esto puede ocurrir en cualquier parte, a pesar de que haya paz y democracia”.

Joaquín Villalobos escribió este texto en el año 2017 refiriéndose a El Salvador, y señalando también que la polarización fue lo que convirtió una oportunidad en un desastre. Y advertía también a Colombia, sobre la urgencia de “hacer la diferencia, pues activar el miedo es fácil, reunificar un país por el odio puede volverse imposible”.

Hace años un destacado notario no dudó en afirmar que los pleitos con mayor crueldad, beligerancia y odio los había presenciado entre aquellos que algún día se habían amado o habían compartido espacios y territorios comunes en algún momento de sus vidas. Daba cuenta de que algunos divorcios, pleitos por custodias de hijos y disputas por una herencia llegaban a trastocar las vidas de generaciones completas, y los odios y rencores lejos de disminuir encontraban razones de mayor encono, aún cuando los protagonistas del pleito original ya estuvieran muertos.

La historia nos demuestra que las guerras civiles suelen ser las más sangrientas y despiadadas, justamente porque son entre los miembros de una misma sociedad, porque el enemigo a destruir es un compatriota, y no un enemigo externo.

La desconfianza entre los conocidos es tan solo una de las características de la polarización, pues frente a desafíos comunes se eligen dos caminos opuestos y se asume que quien está en el “otro lado” es el enemigo a vencer. En la polarización se va normalizando el odio, e incluso las familias se dividen en posiciones cada vez más extremas y radicales.

En la polarización el centro se borra porque solo es atractivo el extremo, la derrota y la destrucción del “enemigo”, que hasta hace poco, era su vecino y enarbolaban la misma bandera.

La más terrible pandemia de salud y la más grave crisis económica en nuestras vidas se estrellan justamente en la sinrazón de la polarización que crece y se incentiva día con día.

Para muestra las redes sociales que se tiñen con el odio de las palabras y que van carcomiendo las oportunidades de construir diálogos, consensos y acuerdos indispensables.

Así, cualquier espacio termina convertido en un campo de guerra en donde las pérdidas para millones de familias poco importan, si a cambio de eso se logran triunfos pírricos de los grupos más radicales y con mayor poder para traducir su odio en el despojo del otro con la única ley de la venganza y el rencor.

Para enfrentar las otras pandemias urge detener la pandemia del odio, porque para ésta, no existe vacuna que la ciencia pueda darnos y hará perder los sueños, las oportunidades y lo mejor de cada uno de nosotros por generaciones enteras.

Apenas estamos a tiempo, no perdamos esta última oportunidad.

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