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La distopía de las alturas


“Más tarde, mientras estaba sentado en el balcón, comiéndose el perro, el doctor Robert Laing recordó otra vez los hechos insólitos que habían ocurrido en este enorme edificio de apartamentos en los tres últimos meses.”

Por increíble que parezca, el inicio del libro “Rascacielos” es plasmado al pie de la letra al comienzo de la película homónima, entrando sin reservas al mundo distópico que el inglés  James Graham Ballard creó hace 41 años.

“Más tarde, mientras estaba sentado en el balcón, comiéndose el perro, el doctor Robert Laing recordó otra vez los hechos insólitos que habían ocurrido en este enorme edificio de apartamentos en los tres últimos meses.”

Por increíble que parezca, el inicio del libro “Rascacielos” es plasmado al pie de la letra al comienzo de la película homónima, entrando sin reservas al mundo distópico que el inglés  James Graham Ballard creó hace 41 años.

Para quienes hayan visto el cartel publicitario y vean a un impecable Tom Hiddleston personificando al Dr. Laing, antes de que corran al cine a ver la cinta solo por seguir al actor que encarna a Loki en las películas de “Thor”, se les recomienda ampliamente ver el trailer de la película.

A pesar de que la canción “Data Kiss” del músico Com Truise intente seducir con tomas del actor semidesnudo, y quieran alentar al público a desesperadamente abalanzarse sobre la taquilla más cercana para ver “El rascacielos”, es importante prestar atención al contexto de la historia.

Ballard era un escritor de ciencia ficción que al igual que sus contemporáneos, como Anthony Burgess o Philip K. Dick, escribía de realidades paralelas que buscaban una perfección social, y retrataba paraísos que al ser corrompidos por la mano del hombre, se vuelven entropía.

Y así como “La naranja mecánica” o “Blade Runner” fueron escritos por Burguess y Dick, respectivamente y después visionados en la pantalla grande por Stanley Kubrick y Ridley Scott, ahora “El rascacielos” llega a retratar cómo el orden humano cae por un sueño basado en el poder.

El largometraje producido por Jeremy Thomas lleva macerándose desde que Ballard escribió el libro, sin embargo la producción se estancó, y fue hasta 2013 cuando el director Ben Wheatley buscó hacer su interpretación de la historia, por lo que acudió a Thomas quien posee los derechos de la obra literaria.

A través de la ficción se retrata a una sociedad “perfecta” que vive en un rascacielos de 40 pisos de altura. Todas las comodidades y necesidades se satisfacen en el inmueble sin tener que abandonarlo.

Pero la metáfora de la opulencia vertical se hace presente, por lo que quienes permanecen en los pisos de abajo se cuestionan por qué no pueden ir más arriba, cuando todos comparten un solo hábitat, y ahí comienza el caos.

A pesar de que en la cinta no se maneja un año determinado, la realidad se exhibe como si fuera en el momento en el que se escribió el libro, ya que no hay celulares, tabletas electrónicas o uso de Internet. Sin embargo, la temática mantiene a “El rascacielos” como un universo vigente e inclusive futurista.

Anteriormente se lanzó en este mismo espacio la pregunta de si acaso la misantropía no pasaba de moda, la respuesta es que tanto esta aversión como otras condiciones humanas, son las que nos mantienen en una constante, que sin importar el qué o el cómo, el pasado se sigue
sintiendo fresco.

Mientras las ficciones sigan hablando de la naturaleza humana, serán relevantes, porque nuestra condición es la misma desde hace milenios, y si se habla de esa perseverancia del comportamiento, se puede sentir inclusive futurista, porque si así es el presente y así ha sido el pasado, todo indica que seguiremos igual en el futuro.

En el fondo tal vez seguimos siendo animales que buscan un solo propósito, la sobrevivencia.