Podio negado

Partamos de una realidad: México no es una potencia deportiva. Ni tampoco aspira a serlo. No es que vayamos en los Juegos Olímpicos de Estados Unidos, que cada 4 años confirma su supremacía absoluta de somos-los-mejores-del mundo.

No, qué va.

En Río de Janeiro los atletas norteamericanos rebasaron las mil medallas de oro en toda su historia. Como en la vida, como en la política, en el deporte olímpico hay países que son potencia. Hay otras con generaciones de atletas privilegiadas, pero la mayoría son países chicos y pobres.

Hasta hoy, la única medalla segura es la de bronce conseguida por Misael Rodríguez, quien llegó a Río de Janeiro boteando en las calles 
https://youtu.be/mSgvXWrwR0M

Partamos de una realidad: México no es una potencia deportiva. Ni tampoco aspira a serlo. No es que vayamos en los Juegos Olímpicos de Estados Unidos, que cada 4 años confirma su supremacía absoluta de somos-los-mejores-del mundo.

No, qué va.

En Río de Janeiro los atletas norteamericanos rebasaron las mil medallas de oro en toda su historia. Como en la vida, como en la política, en el deporte olímpico hay países que son potencia. Hay otras con generaciones de atletas privilegiadas, pero la mayoría son países chicos y pobres.

México siempre ha sido de este último grupo. Es una realidad triste, pero al fin realidad. Pero de vez en cuando, los deportistas mexicanos se rebelaban a su destino inexorable y eludían el fracaso y lograban colarse al podio y conseguir que se desplegara la Bandera Mexicana y se escuchara el Himno Nacional. 


Es entrañable la medalla de oro conseguida por Felipe “El Tibio” Muñoz en natación en los Juegos Olímpicos de la Ciudad de México. O cuando el marchista Daniel Bautista cruzó en primer lugar en Montreal en 1976. O más reciente hace cuatro años cuando la selección olímpica de futbol logró la medalla de oro en Londres.

Para los mexicanos, marcados por el derrotismo, esos momentos eran de gloria y de felicidad absoluta.

Los atletas triunfadores se convertían en la nueva versión de los Niños Héroes de Chapultepec, que defendían el orgullo nacional.

En los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, que concluyen este fin de semana, se sellará
una de las peores actuaciones de la historia para una delegación mexicana.

Hasta hoy la única medalla segura es la de bronce conseguida ayer por el boxeador Misael Rodríguez, que llegó a Río de Janeiro boteando en las calles para conseguir recursos para su viaje a Brasil.


No deja de ser inconcebible que un país con más 112 millones de habitantes no sea capaz de generar un campeón olímpico en alguna de las especialidades.


Es un fracaso. No hay ninguna otra palabra que defina la actuación de México en Brasil y, como ocurre en la derrota, los culpables evaden sus responsabilidades y prefieren culpar a otros.

La pobre cosecha de medallas en Río exhibe sin duda al pobre sistema deportivo mexicano y los escasos apoyos que reciben los atletas de alto rendimiento que hay en el país.

Las historias ya son conocidas: el arquero que ganó oro en los Juegos Olímpicos de Londres, pero que tuvo que pagar su hospedaje. Los boxeadores que tuvieron que salir a las calles a botear para conseguir dinero para costear el viaje.

Ganar el oro es complicado, pero hacerlo en las condiciones que prevalecen en el deporte nacional es más que una hazaña.

Los dirigentes deportivos todos están peleados y confrontados: los dirigentes de las federaciones deportivas desde hace años están en confrontación con la Comisión Nacional de Cultura, Física y Deporte.

Hace cuatro años, en los Juegos Olímpicos de Londres, México ocupó el lugar 39 en el medallero con 7 medallas: una de oro, 3 de plata y 3 de bronce.

Si las cosas siguen igual en Río de Janeiro, México caería al lugar número 70 con solo una medalla de bronce obtenida por el boxeador Misael Rodríguez.

Es la peor actuación de México en unos Juegos Olímpicos desde Amsterdan de 1928, donde los atletas nacionales no lograron subir al podio en ninguna ocasión.

Es cierto que no hay suficiente dinero público para financiar a los atletas y el dinero privado sigue siendo escaso. Luego está la corrupción de los dirigentes federativos.

Alfredo Castillo, titular de la Conade, es el principal villano de esta debacle del deporte mexicano. Hasta los diputados están pidiendo su comparecencia urgente en el Congreso para que explique los motivos del desastre.


¿Es el único responsable?

No, para nada.

¿Qué ocurre con el Comité Olímpico Mexicano? ¿Qué pasa con las federaciones deportivas convertidas en cotos de poder de los dirigentes? ¿Carlos Padilla Becerra, presidente del COM, a quién le rinde cuentas?

Sigue leyendo:

“COM, los otros culpables” Por Carlos Salazar