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Jaula de Oro

Don Chuy era un señor que amaba los animales por lo que en su casa tenía varias especies, entre ellas una ardilla a la que mantenía en una jaula. Un día un amigo le comentó: “Me parece extraño que siendo tan amante de los animales tengas a esta ardilla encerrada en una jaula” y Don Chuy respondió: "tienes toda la razón, mañana mismo voy a liberarla". 

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Don Chuy era un señor que amaba los animales por lo que en su casa tenía varias especies, entre ellas una ardilla a la que mantenía en una jaula. Un día un amigo le comentó: “Me parece extraño que siendo tan amante de los animales tengas a esta ardilla encerrada en una jaula” y Don Chuy respondió: “tienes toda la razón, mañana mismo voy a liberarla”. 

Al día siguiente fue a un bosque, abrió la jaula y la ardilla de inmediato salió corriendo, se subió a los árboles y jugó mientras él la observaba. Don Chuy se sintió feliz de haber dado esa libertad a la ardilla. Entonces guardó la jaula en su carro y se dirigió a su casa. En ese momento sucedió algo que nunca imaginó. La ardilla al ver que se iba, bajó corriendo del árbol, brincó al carro y se le trepó en el hombro. 

Don Chuy y la ardilla regresaron juntos a su casa y ella siguió viviendo ahí hasta que murió, pero ya nunca más en una jaula. El señor se dio cuenta que la ardilla estaba con él, no por estar presa en la jaula, sino por el afecto que le tenía, sin embargo, fue hasta que quitó la jaula y la dejó libre que reconoció ese afecto.

Con las personas es igual. Si tu les pones límites, jaulas o cadenas, no sabes si realmente hay una expresión más profunda en su relación contigo o están ahí porque no encuentran otra salida. 

Al actuar tratando a las personas como objeto de tu pertenencia por tu propio miedo a perderlas se le llama egoísmo. No tienes que poner límites, ni jaulas. Lo que es para ti estará contigo y lo que no te corresponde no estará. Pero, ¿cómo vas a saber si te corresponde y está contigo por afecto cuando te la has pasado imponiendo y controlando?

No hay mejor forma para que las personas se vayan de tu vida que celando, controlando, prohibiendo y vigilando. Al limitar su libertad te conviertes en un estorbo, no en un apoyo para la evolución de la persona.

Gerardo Shmedling nos enseña que el verdadero amor no es posesivo sino liberador. No es limitante sino ilimitado. No juzga, acepta al otro como es. Comprende que si hay un error, es una posibilidad de aprender. En lugar de imponer, es servicial. Es conciliador cuando surgen diferencias. No exige, se compromete. No culpa y aprende desde el error. No sufre, goza con la experiencia de la relación y la disfruta. No es egoísta, desea el bien de ambos. 

Es por esto que el amor es lo único que salva verdaderamente a las relaciones cuando entran en conflicto. Piensa en el desgaste que te ocasiona el estar preocupado porque la persona no hace lo que tú quieres. 

Cuando no llega y empiezas a llamarlo sin parar, siempre pensando lo peor, revisando su celular, oliendo su ropa, cuestionándole por todo, prohibiéndole salir o restringiéndole amistades. Tú supones que así lo cuidas para que no se vaya  (te engañas creyendo que lo haces por amor) y lo único que provocas es que se aleje. 

La manera en la que puedes reconocer tu capacidad de amar es midiendo tu capacidad de aceptar al otro y desear su bien. Aceptarlo no es condicionarlo, ni esperar a que piense y actúe como tú, no es aceptar algunas cosas sí pero otras no, es incluir la totalidad de la persona y permitir que se muestre como es; es alegrarte con su felicidad y bienestar. 

Si el aceptar implica para ti un sacrificio entonces no es amor. Aceptar es liberar y al hacerlo te liberas tú mismo. 

Solo desde la confianza en ti, en lo que vales, en el respeto que te tienes, en la aceptación y comprensión de ti mismo y en la seguridad de que no necesitas al otro para ser completo, podrás soltar las dependencias y ataduras; no necesitarás jaulas para retener a nadie y verás que las personas se sentirán felices de estar contigo. ¿Qué mejor compañía existe que la de quien te permite expresar tu ser? Por eso amándote amas y liberando te liberas, permitiéndote a ti mismo vivir mucho más tranquilo y en paz.

Solamente cuando abras la puerta para que se quede contigo quien de corazón así lo elija, tendrás la certeza de su deseo verdadero de estar junto a ti.

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