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¡Gracias! A los clientes que se quejan

Cuando una persona abre un restaurante, este se convierte en algo más que eso.

Según la situación del propietario, este se convierte en una extensión de su casa, en un hijo... o prácticamente en su vida. 

Un restaurante es su creación, un reflejo de su persona, un proyecto donde ha sumado muchos esfuerzos.

Lo abre y se muestra libremente a la clientela.

Las puertas están abiertas. No hay nadie que te impida entrar.

Cuando una persona abre un restaurante, este se convierte en algo más que eso.

Según la situación del propietario, este se convierte en una extensión de su casa, en un hijo… o prácticamente en su vida. 

Un restaurante es su creación, un reflejo de su persona, un proyecto donde ha sumado muchos esfuerzos.

Lo abre y se muestra libremente a la clientela.

Las puertas están abiertas. No hay nadie que te impida entrar.

Solo en algunos lugares se exige cierto tipo de vestimenta, como “saco riguroso”, por ejemplo. Y por esta razón, cuentan con sacos para prestar a los clientes que se olvidan del mismo o que no estaban enterados de ese requisito.  

Vale la pena comentar que este tipo de establecimientos se está extinguiendo.

En general la entrada es libre para cualquier persona, de cualquier sexo, edad, inclinación política o religión.

Y estado de ánimo…

Para sus dueños, los restaurantes se convierten en algo más que un medio para sustentar económicamente su vida, muchos restauranteros hasta “los celan”. 

Por ejemplo, no comparten sus proveedores, ni sus “secretos”, ¡mucho menos sus recetas!

Hace poco hubo un escándalo dentro del medio gastronómico en Monterrey.

Donde un restaurante demandó a los trabajadores de otro por haberse “robado” sus recetas.  

No me extraña esta actitud de parte del dueño de un  restaurante. Lo comprendo perfectamente, aunque no lo apruebo del todo.

“Robarte” un trabajador de otro restaurante se convierte en un acto delictivo, en una enemistad duradera, en algo personal.

Ahora entra el dilema, cuando intervienen los clientes, personas con voz y voto.

Son individuos que te hacen ver tus errores, tus áreas de oportunidad.  Y también tus bondades.

Los clientes son críticos constantes de cada platillo que sale de la cocina, de cada esquina del comedor, de los baños y sobre todo del servicio recibido.

A veces los mismos clientes no lo saben describir, pero “sienten”.  

Y se sienten si no se sintieron bien, valga la redundancia.

Como restauranteros tenemos que ser lo suficientemente maduros para tener en claro lo siguiente:

Restauranteros con madurez

1.-El cliente te eligió entre muchas opciones. 

2.-El cliente te hace un favor al tomarse el tiempo y la molestia de darte su opinión.  De quejarse amargamente o de sencillamente darte su punto de vista.

La mayoría de comensales a quienes algo no les gustó, sencillamente callan y no regresan.

3.- No te lo debes de tomar personal, aunque así lo sientas.  Es horrible que te digan que tu casa está sucia o que tu hija hizo mal la tarea. Sé que así se siente, pero no podemos cegarnos.

4.- Estamos para servir.  Para dar lugar a que los clientes se la pasen bien, desde que entran a nuestras instalaciones.  

¡Desde que hacen la reservación!

5.- Vivimos para los clientes y por los clientes.  Por ello debemos crear una genuina actitud de agradecimiento hacia ellos.  Darles su lugar.

Gracias a los clientes que se quejan.  Gracias a los comensales que se convierten en clientes.

Y gracias a aquellos queridos y amorosos clientes que te aplauden y te alientan logrando que se convierta en un gozo y placer atenderlos.

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