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¿Estás listo para decirte adiós?

Una de las cosas más importantes en el mundo de los negocios es aprender a soltar y decir adiós… incluso a ti. Hay veces en las que es necesario reconocer cuando una empresa ya dio lo que tenía que dar y ascender hacia el nivel siguiente. El aprendizaje nunca termina y hay que seguir en […]

Una de las cosas más importantes en el mundo de los negocios es aprender a soltar y decir adiós… incluso a ti. Hay veces en las que es necesario reconocer cuando una empresa ya dio lo que tenía que dar y ascender hacia el nivel siguiente. El aprendizaje nunca termina y hay que seguir en el camino. Esta idea va desde lo más sencillo, hasta cuando un amigo o un familiar nos solicita un favor y es difícil negarnos.

Es importante aprender a evitar decir sí a todo y, de vez en cuando, soltar algunas negativas. Hay que aprender a mover la cabeza de un lado para otro y a dejar pasar las cosas.

En mi etapa de estudiante me metí como freelance en una fábrica. En el noveno semestre de mi carrera como diseñador industrial fui a una exposición de displays y pensé en trabajar en una empresa de impresiones. Luego de dos meses, les dije adiós.

En esas empresas, que eran compañías importantes de mi ramo, yo hice de todo, hacía diseño, revisaba la producción, cotizaba. Y pensé: “De estar así, mejor hago mi propia empresa”.

A partir de ese pensamiento, hablé con un amigo, quien después fue mi socio. Él trabajaba para otra compañía del mismo giro de exhibidores de punto de venta. Lo invité a que se uniera conmigo y creamos Kreato hace 21 años, una compañía que me dio tanto, en la que aprendí a redoblar esfuerzos y en la que siempre tratamos de innovar.

Dos décadas después, supe que era tiempo de mirar hacia otro lado, de buscar nuevos horizontes.

Esta empresa fue “la mamá de los pollitos” para muchos proyectos que hoy están presentes y me dejó muchas satisfacciones, pero con la premisa de soltar y dar paso a lo que sigue, decidí cerrar ese ciclo.

Para hacer este primer emprendimiento recuerdo que le pedí prestado a mi mamá 30 mil pesos. El recurso lo utilicé para pagar la renta y adecuar un espacio realmente pequeño para iniciar. Esa es la historia de mi primera empresa.

En los primeros años —sí, años— el crecimiento fue poco a poquito. Pero después aumentó y el fruto del esfuerzo se vio recompensado. Y paulatinamente fui superando mis metas personales.

Después aprendí otra cosa, que en este juego no solo había que hacer dinero. El Jorge de esa época sólo buscaba eso. Le tuve que decir adiós a ese Jorge, y se quedó en el pasado.

Hace cinco años comencé con Foresta International School, sin ningún motivo de negocio, con el fin de darle buena educación a los niños. Teniendo en cuenta un beneficio a nuestra comunidad, al entorno y a la sociedad en general, de ahí en adelante todo lo que hago tiene una finalidad y un beneficio social.

Por ello, creo que todos nuestros emprendimientos tienen que tener un porqué para el bien común. Cuando encuentres eso, definitivamente estarás creciendo y será entonces el momento de decirle adiós a esa persona que ahora eres para darle la bienvenida a una mejor versión de ti.

¿Estás listo?