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Esbozos de un sueño anacrónico

“Why am I me, and why not you? Why am I here, and why not there? When did time begin, and where does space end? Isn’t life under the sun just a dream?” Damiel – “Las alas del deseo” (1987) Blanco y negro, encuadres estáticos y una narración. Fue lo único que necesitó el cineasta […]

“Why am I me, and why not you?

Why am I here, and why not there?

When did time begin, and where does space end?

Isn’t life under the sun just a dream?”

Damiel – “Las alas del deseo” (1987)

Blanco y negro, encuadres estáticos y una narración. Fue lo único que necesitó el cineasta francés Chris Marker para crear una sobresaliente historia de ciencia ficción hace 55 años, a la que hoy le debemos la inspiración de más películas de este género ahora saturado de efectos computarizados e inverosímiles universos fantasiosos.

Un viajero en el tiempo, el futuro incierto, otro presente post-apocalíptico, un pasado desdibujado. Marker narra en imágenes secuenciadas “La Jetée” (1962), historia de este hombre transportado que ocurre de manera monocromática.

La premisa de este cortometraje de 28 minutos mutó 33 años después en un largometraje más conocido para el cinéfilo.

Terry Gilliam realizó “Doce monos” (1995) y le da crédito a Marker de su idea y en la trama James Cole (Bruce Willis) viaja del 2035 a 1996 para impedir que se esparza un virus letal para la humanidad.

Un pensamiento recurrente viene a Cole en sus sueños: se encuentra en un aeropuerto en el que todo es escándalo y él no se sabe parte de la acción, si es acaso él protagonista de la misma o solo un espectador más del caos.

Este recuerdo y otros son los que Gilliam toma prestados del argumento de “La Jetée”, en el que el viajero se siente aturdido por querer reconocer a una mujer en ese lugar de su pasado, pero que también se vuelve presente, una paradoja convertida en destino.

Ahí en el aeródromo es que tiene latente su infancia y en su regreso al pasado descubre que no puede huir del tiempo, un bucle interminable hacia su último trance convertido en memoria.

El corto puede ser visto en línea, solo basta con googlearlo para poder encontrarlo inclusive con subtítulos en español, aunque si desea adquirirse en físico también está disponible gracias a la colección Criterion.

Después de la cinta de Gilliam se realizó la serie del mismo nombre que empezó transmisiones en 2015 y culminará en 2018 con cuatro temporadas, claramente influenciada en brincos cronológicos llenos de chispas y efectos computarizados, más que en las fotografías fijas que proponía Marker en 1962.

¿Habría que volver a la narrativa básica para seguir teniendo apreciación del arte que ahora resulta efímera y banal? ¿Necesitamos descartar ese cine que aturde visualmente y ya no propone nada? ¿Hay que dejar la fábrica de sueños para seguir produciendo artefactos oníricos de manera artesanal?

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