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En estado de alerta

Xóchitl Gálvez es una indígena nacida en el estado de Hidalgo. Hoy es la dueña de la compañía más importante en la construcción de edificios inteligentes en Latinoamérica. Ella formaba parte de una familia muy pobre y tuvo que sobreponerse a diversos obstáculos para estudiar, hasta que por fin logró obtener una beca para asistir a la universidad en la Ciudad de México. 

Para poder solventar sus gastos, tenía que trabajar y estudiar. Prácticamente no dormía, pero a ella eso no le importaba porque quería crecer y superarse.  

Xóchitl Gálvez es una indígena nacida en el estado de Hidalgo. Hoy es la dueña de la compañía más importante en la construcción de edificios inteligentes en Latinoamérica. Ella formaba parte de una familia muy pobre y tuvo que sobreponerse a diversos obstáculos para estudiar, hasta que por fin logró obtener una beca para asistir a la universidad en la Ciudad de México. 

Para poder solventar sus gastos, tenía que trabajar y estudiar. Prácticamente no dormía, pero a ella eso no le importaba porque quería crecer y superarse.  

Para trasladarse al trabajo o a la universidad usaba el metro donde la violentaban con frecuencia. Ella sufría cuando tenía que trasladarse  pues siempre había algún rufián que se aprovechaba de su vulnerabilidad y la toqueteaba. Pero un día llegaron al límite,  pues le intentaron bajar los calzones. Ese día llega a sobrepasar su resistencia y, desesperada, piensa en dejar su sueño de llegar a ser una profesionista exitosa  y decide regresar a su pueblo.  

Cuando ella comparte su decisión con una compañera de clase, ésta le recuerda que es una persona muy brillante,  que no puede desperdiciar su inteligencia, es la mejor de la clase, le dice que no puede permitir que ese tipo de personas que andan en el metro sin ninguna ocupación tiren sus sueños por la borda.  Y le aconsejó que comprara un seguro de los que venden en las mercerías, para que lo traiga en su mano y así la próxima vez que suba al metro, en el instante que alguien se le acerque con malas intenciones, lo pinche con él. Ella siguió el consejo y consiguió un seguro grande para estar preparada por si a alguien se le ocurría volver a abusar y, ¿qué creen? ¡Nunca lo tuvo que usar! 

La enseñanza es que si yo estoy tranquila y segura, completamente confiada y sé que tengo las herramientas para enfrentar lo que se presente, voy a transmitir ese mensaje de manera no verbal a los demás y sabrán que de mí no van a abusar. Si yo lo sé, los demás también.

¿De dónde nace mi necesidad de protegerme o defenderme?

Para renunciar realmente al sufrimiento, lo primero que tengo que reconocer es que el ataque no tiene sentido, porque el ataque siempre es a mí mismo. Mi miedo y mi idea de que soy vulnerable es un ataque a mi misma. La primera persona que se siente mal cuando considera a los demás incorrectos soy yo. Cuando juzgamos o criticamos a los demás, estamos enviando mensajes a la otra persona para que se conecte con su sombra, en lugar de hacerlo con su luz.

Entonces si vamos como Xóchitl en el metro y percibimos a todos como agresores, eso es justo lo que vamos a atraer. Igual pasa con la que piensa que todos los hombres son “cabrones”, siempre van a atraer a quien les confirme su idea de que todos los hombres hacen daño, eso no cambiará hasta que aprenda a percibirlos de manera diferente. La etiqueta que le pongamos a cada persona es la que nos va a mostrar, todos tenemos luz y sombra. ¿Con cuál de las dos te quieres conectar?

Vivimos con miedo porque vemos un mundo amenazador. Creemos que tenemos que estar siempre alertas para defendernos de todos pensando que nos pueden atacar y hacernos daño. Entre más miedo, más armas preparo y permanezco en estado de alerta. No se imaginan el desgaste de energía que provoca vivir así. Crecimos con la idea de que el mundo es cada vez más peligroso, donde cada vez hay más gente mala, que alguien es culpable, que las personas deben recibir su merecido, que si permitimos que alguien nos “gane” porque nos gritó y nos quedamos calladas, o porque nos ofendió y no nos defendimos, pensamos que los demás van a pensar que somos débiles y que también pueden agredirnos. Estas ideas nos mantienen en estado defensivo.

Una mente que ve un mundo amenazador se siente y se vuelve mucho más vulnerable que alguien que se siente confiado y ve el mundo con paz.

Recuerda que el ataque no tiene sentido, que el sufrimiento no es necesario para crecer y que el miedo no nos mantiene preparados. Tu indefensión es tu mayor fortaleza ¿cuál va a ser tu “seguro” para que camines confiado por la vida? ¡Encuéntralo y verás que tu invulnerabilidad será tu seguridad!

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