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El triunvirato de la Izquierda

Nunca antes en nuestra historia reciente había estado tan disputado el liderazgo de la izquierda. De tradición fuertemente caudillista, la izquierda mexicana parecía acostumbrada a montarse en los hombros de un gigante que los llevara lo más lejos posible en las elecciones. Esto significó que por mucho tiempo la izquierda dependió de liderazgos carismáticos que, por un lado, facilitaron el avance de las fuerzas progresistas  más allá de sus nichos naturales, pero por otro, al depender de un solo hombre, la volvieron vulnerable en momentos de ausencia de dicha figura.

Nunca antes en nuestra historia reciente había estado tan disputado el liderazgo de la izquierda. De tradición fuertemente caudillista, la izquierda mexicana parecía acostumbrada a montarse en los hombros de un gigante que los llevara lo más lejos posible en las elecciones. Esto significó que por mucho tiempo la izquierda dependió de liderazgos carismáticos que, por un lado, facilitaron el avance de las fuerzas progresistas  más allá de sus nichos naturales, pero por otro, al depender de un solo hombre, la volvieron vulnerable en momentos de ausencia de dicha figura. Una institución para consolidarse debe trascender a sus figuras, enterrar sus caudillos. El perredismo nunca entendió que el jugador nunca debe ser más importante que el equipo, más bien se dejó llevar por el ímpetu de un caudillismo cómodo que le impidió consolidarse institucionalmente. Sin embargo hay síntomas de cambio. Por primera vez en la historia reciente hay una verdadera disputa legítima por el liderazgo de las causas progresistas. Miguel Ángel Mancera, Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador son tres figuras que representan proyectos distintos y viables dentro de un mismo espectro ideológico. Los tres tienen méritos para liderar a la izquierda rumbo a 2018 y los tres serán actores de suma importancia en los próximos años.  Además de que sus proyectos son plausibles, han demostrado capacidad de convocatoria y, en 2018, compartirán el hecho de haber gobernado la ciudad más grande del país. Bien manejado, este triunvirato de la izquierda nacional puede resultar muy benéfico para la consolidación democrática del país.

Por lo pronto la disputa parece sana en la medida que amplía la oferta progresista y expone variantes a un proyecto común. Sus diferencias los han llevado a separarse, pero si son capaces de aliarse contra los rivales comunes en los momentos claves, tendrán oportunidad de cambiar la historia de la izquierda. Por lo pronto, la agenda progresista cobrará nueva relevancia en los próximos años a través de estas y otras figuras políticas. Una tarea será buscar penetrar más en el norte y occidente del país, dónde los partidos de izquierda no tienen mucha presencia. Dos recientes sucesos vuelven esto más plausible. AMLO ha propuesto convertir a Morena en un partido y Ebrard habla de la refundación del PRD. Por un lado el ala más radical se separará del PRD, aunque evidentemente esto le restará votos, también le otorgará el potencial de crecer en zonas donde el lenguaje radical asustaba el voto. El norte y el occidente del país se volverán entonces territorio mucho más accesibles para una izquierda que se plantee como más moderna e incluyente, y si logra eliminar lastres regionales innecesarios como el de Jalisco, donde la figura de Alfaro parece tener mayor potencial que los anquilozados líderes de la izquierda perredista tradicional de la región, podrá empezar a tener presencia importante en la zona. Cada uno de los líderes tendrá su propia tarea que realizar rumbo al 18; Ebrard debe encargarse de liderar, limpiar y restructurar al PRD, Mancera tendrá que hacer un gran trabajo en el DF y al mismo tiempo distanciarse de su antecesor, y Obrador deberá mostrar su fuerza política fuera del PRD. 

En suma, en la correlación de fuerzas de estos tres líderes reposará el posible éxito o fracaso de la izquierda. Por lo pronto este divorcio amistoso parece ser funcional e incluso pragmático. Dará mas campo de acción a cada una de las partes, que bien aprovechado puede significar más capital político para la izquierda.

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