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El tic-tac de bolsillo

Bienvenidos a esta colección de reflexiones y debates sobre cómo la vida moderna afecta los productos que consumimos y cómo eso nos afecta como seres humanos Tic-tac. Contesta el mensaje. Tic-tac. Observa el meme más reciente. Tic-tac. Checa tu mail, aunque no haya nada en el buzón. Tic-tac. Revisa tus mensajes, cada 5 minutos, para […]

Bienvenidos a esta colección de reflexiones y debates sobre cómo la vida moderna afecta los productos que consumimos y cómo eso nos afecta como seres humanos

Tic-tac. Contesta el mensaje. Tic-tac. Observa el meme más reciente. Tic-tac. Checa tu mail, aunque no haya nada en el buzón. Tic-tac. Revisa tus mensajes, cada 5 minutos, para ver si ya te contestó “esa persona”.

Vivimos en constante movimiento. Adictos a los estímulos, encadenados por un aparato disfrazado de progreso, pero que detrás de los circuitos se manifiesta como un quiebra-hogares, un mata-sueños y, sobre todo, una constante aguja de adrenalina. Momentánea, discreta, pausada. Ataca de forma desprevenida, arrasando poco a poco con la tranquilidad de sus presas.

Salirse del ritmo está bien de vez en cuando. ¿Pero vivir así? ¿Como si siempre esperáramos un vuelo? ¿Una cita? ¿Una salida?

Perdónenme, pero eso no es placer. O por lo menos no al máximo.

Existen muchas cosas más por las cuales quitarnos el aliento. Perseguir un sueño, vivir una experiencia temerosa, pero gratificante o incluso desvelarte por pasión y concentración en una tarea. Pero, ¿en serio estamos viviendo a merced de un aparato electrónico? Supuestamente, los teléfonos inteligentes nos ayudan en nuestras actividades diarias, deberían de ser como una mano derecha de nuestro día a día. Sin embargo, parece como si, al pedirle ayuda, pidiera a cambio nuestra vida social, nuestra alma y nuestra información. Como si exigiera que lo consintieras como a un bebé o a un fiel can, de la camada actual de los perrhijos.

De hecho, hay pruebas contundentes de los efectos provocados por la adicción al celular, incluso en acción de auxiliar al usuario. De acuerdo con información difundida por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) “(…) el uso constante de dispositivos electrónicos genera dependencia, la cual puede ocasionar disminución en el rendimiento de tareas escolares o laborales tratándose de personas adultas”.

La dependencia puede llegar, incluso, a límites fuera de nuestro alcance, todo depende de qué tanta puerta abierta le demos a estos dispositivos. “Tener aparatos eléctricos encendidos cuando no es necesario hacerlo, así como dormir con el celular a un lado, puede contribuir a incrementar estados ansiosos, toda vez que el cerebro no descansa por dichos artefactos (…)”, continúa.

Si tanto nos limita, o tan mal nos hace, ¿por qué sentimos la inclinación de contemplar estos aparatos? ¿Cuál es la necesidad de utilizarlos, de dar la vida por ellos?

Según el mismo texto, el factor de dependencia se deriva de una necesidad de aceptación y para cubrir una inseguridad. El trastorno comienza regularmente a partir de los 13 y hasta los 22 años de edad, de acuerdo con factores neurobiológicos.

A pesar de ser una epidemia más común dentro del público adolescente, esto afecta la rutina de la vida adulta. Cada vez es más fácil encontrar un enchufe dónde conectarse con la basta red interactiva, pero por ende los factores de dependencia se vuelven más frecuentes. Podremos olvidar el clásico suéter, peinarnos de forma galante o lavarnos los dientes, pero ¿dejar el celular en casa? Ni de chiste. Si eso ocurre, corremos hacia él, como si fuera un perro en peligro

“Desconectarse” del mundo cibernético se está convirtiendo en una leyenda.

De acuerdo con el artículo Adicción a Internet y a celular aumenta depresión, ansiedad y sensación soledad, de la página web de La Nación, la constante manifestación de notificaciones o “pendientes” registrados en el teléfono, puede colmar a quienes son propensos al orden y a estar alerta.

Por lo tanto, la adicción al Internet puede llevarnos al descontrol, a volver míseros esclavos de la modernidad a quienes los utilizan. ¿Hay alguna solución? ¿Podemos dar marcha atrás a nuestra dependencia de estos aparatos?

Los invito, en este inicio de año, a reflexionar: ¿en realidad debemos utilizar tanto estos aparatos? ¿Qué tanto afecta nuestra vida personal y nuestras relaciones humanas? Si las respuestas les ocasionan problemas, pongánselo como propósito. Empiecen con esto: no pongan el teléfono al lado de su cama. No todo es urgente. Verán cómo, poco a poco, dependerán menos del aparato.

Como cualquier adicción, es difícil, pero poco a poco puedes disminuir el consumo, y liberarte del incesante Tic-tac.

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