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El mundo laboral en la era moderna

Es oficial: la forma como se trabaja está cambiando. Por un lado existe el esquema tradicional de oficina, lleno de tuppers, pasteles de cumpleaños y viernes de tamales. Y el término “godín” es algo básico en nuestra era. No por nada surgen éxitos taquilleros como la comedia mexicana “Mirreyes Vs. Godínez”. Pero por otro, existe […]

Es oficial: la forma como se trabaja está cambiando.

Por un lado existe el esquema tradicional de oficina, lleno de tuppers, pasteles de cumpleaños y viernes de tamales. Y el término “godín” es algo básico en nuestra era. No por nada surgen éxitos taquilleros como la comedia mexicana “Mirreyes Vs. Godínez”.

Pero por otro, existe un nuevo concepto sobre lo que es una oficina. Los espacios, tradiciones y conductas de las empresas se están transformando. Lo que antes eran reglas escritas con tinta invisible ahora se parten, con más libertad de cátedra por parte de los jefes o líderes de las corporaciones.

Ya no hay un esquema tradicional de cómo debe estar constituido un espacio de trabajo, para empezar.

Existen empresas como Google, cuyos espacios tienen todo tipo de excentricidades y comodidades para sus empleados, tales como zona de relajación, videojuegos, sillones con formas abstractas y hasta mesas de futbolito

También están las startups, que tienen mucha libertad en cuanto a dónde se forman o se constituyen: en una casa, en un cuarto de hotel o en un café.

O incluso el esquema freelance hace de cualquier espacio un lugar de trabajo, además de que, para bien o para mal, cualquier horario está disponible para realizar tus acciones.

¿Por qué ahora está cambiando la forma como podemos trabajar?

Existen dos motivos primordiales: uno es el nacimiento del Internet, cuyos cambios se sirven manifesto en la actualidad, y el otro, tal vez anexo al anterior, es el surgimiento de trabajos más creativos y menos automáticos. Esto obligó a las corporaciones a cambiar su esqueleto de operaciones, con el fin de convertir la oficina en un lujo o en un lugar muy amigable, e incrementar la felicidad de sus trabajadores. Porque, de pronto, se cree que un trabajador más feliz será uno más productivo.

El nacimiento del Internet ha provocado, para bien o para mal, la constante conexión del usuario con su profesión. Así, se puede revisar desde cualquier punto donde haya banda ancha el correo, los mensajes del jefe, sus llamadas, etcétera. Del mismo modo, existen nuevas formas de comunicarse con el cliente, más allá de las llamadas telefónicas. Leer los correos electrónicos cada mañana se ha vuelto indispensable, al ser la herramienta de comunicación predilecta para logística de eventos, envíos de archivos u otras actividades de esa índole.

Tal dinámica, además de la existencia de computadoras personales y teléfonos inteligentes, también ayuda a estar más conectado con el trabajo. Si no se ha finalizado un pendiente, a menos de requerir un programa exclusivo de la computadora dentro de la oficina, no importa, porque se puede continuar desde la comodidad de la sala.

Esto también ha abierto las puertas a conceptos como Home office o el de crear perfiles freelance. Incluso hay empresas trabajando totalmente desde fuera, sin una entidad establecida, o donde la mitad de sus empleados se encuentra en el espacio físico y la otra en el ciberespacio.

Por otro lado, las nuevas conexiones han generado otras formas de interacción con los usuarios. Tanto así que, constantemente se crean nuevos empleos y se mueren otros. Como comentaba anteriormente, se le está dando más espacios a las tareas de pensamiento crítico y creatividad. Porque, con los avances de la tecnología, los trabajos de números, estadísticas o de cálculos se vuelven cada vez menos indispensables.

Los trabajos “godín” están entrando en competencia con nuevas formas de conexión emocional e incluso espiritual con el trabajo. Empieza a entrar la concepción de la “chamba” como una idea romántica, fuera de una tarea o deber.

El esquema tradicional se discute con el nuevo. La pregunta es, ¿cuál acabará absorbiendo al otro? ¿La tradición o la revolución?

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