El INEGI reveló que para mayo de 2021, 71 por ciento de los desempleados eran mujeres.

El miedo a la agenda vacía

No quería levantarme. Quería esconderme debajo de las sábanas y seguir durmiendo. No pensar. Mis primeros días de desempleado lidie con muchos miedos, pero una de las cosas que más me llenaba de angustia era mirar mi agenda vacía: sin juntas, sin citas, sin tareas por realizar. ¿Te ha pasado? ¿Te suena conocido? Estamos tan […]

No quería levantarme. Quería esconderme debajo de las sábanas y seguir durmiendo. No pensar. Mis primeros días de desempleado lidie con muchos miedos, pero una de las cosas que más me llenaba de angustia era mirar mi agenda vacía: sin juntas, sin citas, sin tareas por realizar.

¿Te ha pasado? ¿Te suena conocido? Estamos tan acostumbrados a vivir corriendo que cuando alguien o algo nos obliga a parar no sabemos qué hacer, cómo reaccionar. El caos se apodera de nosotros. Por lo menos eso sentimos.

Nos hace falta esa adrenalina del estrés, del tiempo que se agota para entregar el proyecto, de sentir que se acaba el día y no hemos terminado. Sin saberlo, nos hemos vuelto adictos a ese ritmo de vida.

“Nos explotamos voluntaria y apasionadamente creyendo que nos estamos realizando. Lo que nos agota no es una coerción externa, sino el imperativo interior de tener que rendir cada vez más. Nos matamos para realizarnos y optimizarnos”, escribe el filósofo surcoreano Byung-Chul Han en un artículo en El País.

Otra cosa que pasó con la pandemia es que la mayoría de nuestras antiguas rutinas se fueron al diablo. Para muchos fue como mirar al abismo de no tener agenda, de no saber qué sería de nuestra vida mañana. Pero como pasa en todas las cosas, esto puede ser una tragedia o una oportunidad para buscar un nuevo balance.

Antes del Gran Encierro muchos de nosotros criticamos la rutina hasta el cansancio: las rutinas matan la creatividad, decíamos. Pero vino la sacudida de COVID-19 y ahora resulta que muchos extrañamos esas rutinas que daban orden y sentido a nuestras vidas: ir a la oficina, comer con los compañeros de trabajo, las juntas interminables, regresar a casa en la tarde-noche…

Lo cierto es que cada uno de nosotros funciona de manera distinta. Por eso cada uno debe buscar su mezcla perfecta de rutina y caos para poder ser productivo y creativo.

“A algunos las rutinas y los rituales nos ayudan a funcionar contra el caos del mundo y, en muchos casos, de nuestra mente”, dice Jason Diamond en su artículo “La pandemia me enseñó a valorar la rutina” en The New York Times.

Coincido con Jason: retomar algunas rutinas me ayudó a transitar estos 18 meses: dejé de andar en pijama todo el día, fijé una hora para levantarme, bañarme y vestirme (con saco y todo), volví a salir a trabajar a un coworking (al menos tres veces a la semana), volví a armar la agenda en el celular y a poner cierto orden.

Aprendí a valorar las rutinas, pero también aprendí a soltar lo que no está en mis manos, a fluir con la incertidumbre y el caos, y a confiar en que con trabajo, disciplina, dedicación y amor nada malo puede pasar.

Y aquí sigo todos los días buscando mi balance ideal entre rutina y caos, tratando de dejar (a propósito) huecos en la agenda para poder respirar, pensar y retomar fuerzas.

Y tú, ¿cómo funcionas mejor: con rutinas rígidas o en medio del caos? ¿Dónde y cómo encuentras ese balance perfecto que te da orden, pero te mantiene creativo y sin angustia?

Genaro Mejía es periodista digital y de negocios con más de 20 años de experiencia y LinkedIn Top Voices 2019

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