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El efecto Schrödinger

Cinco conocidos, una casa en ruinas y un gato que los observa en silencio, forman un escenario que podría resultar común para una generación que está saliendo del desapego familiar, pero que todavía sigue teniendo vestigios de una emancipación, porque la emotividad es un lazo que permanece invisible. El experimento imaginario del gato de Schrödinger, […]

Cinco conocidos, una casa en ruinas y un gato que los observa en silencio, forman un escenario que podría resultar común para una generación que está saliendo del desapego familiar, pero que todavía sigue teniendo vestigios de una emancipación, porque la emotividad es un lazo que permanece invisible.

El experimento imaginario del gato de Schrödinger, en el que un felino es enclaustrado en una caja, junto con un dispositivo que podría —o no— activarse para soltar un veneno en cierto tiempo determinado, ofrece El efecto Schrödinger una duda cuántica para el observador al momento de abrir el cuadrado hermético, ¿el gato está muerto o sigue vivo?

Tomando como analogía esta paradoja, es que cinco individuos entran y salen de un domicilio de Guadalajara. El espectador se vuelve cómplice de ellos al interior del inmueble y la ficción funciona como un laboratorio de sus comportamientos que son más ajenos al mundo y se vuelven cada vez más particulares entre ellos.

Así es como se teje el argumento de Los años azules, ópera prima de Sofía Gómez Córdova, que llega a salas comerciales después de haber circulado en festivales nacionales e internacionales.

Para lograr la compaginación de los cinco actores, la directora impulsó que su reparto tuviera una serie de improvisaciones antes de iniciar el rodaje que consistió en tres semanas en la Perla Tapatía, dando libertad creativa a los intérpretes.

“Todos los días ensayábamos todas las escenas del guión. Llegamos a un trazo que nos gustara y antes de ese mes, de manera aislada, con cada uno hubo diferentes procesos”, explica Gómez Códorva, en entrevista.

La maduración de los personajes se da en distintos niveles a cuadro, ya que mientras unos tienen un mayor arraigo emocional con sus padres, otros están más desentendidos de su nicho familiar.

“En mí opinión, creo que es un momento en el que aprendes a ver a los papás no sólo como padres, sino como seres humanos, que también tienen sus aspiraciones, creo que este momento en el que estás dejando de ser un adolescente para convertirte en un adulto joven, en descubrir cómo es que los padres son personas”, comenta Natalia Gómez Vázquez, quien interpreta a Angélica.

Los años azules es un largometraje sencillo, una mirada en la cotidianidad de quienes se aferran a una adolescencia tardía, pero terminan por volverse en adultos, porque la vida sólo ofrece eso, avanzar y salir de la caja, o morir “envenenado” en el pasado de la inmadurez sin que nadie lo atestigüe.

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