Los sesgos ocurren cuando los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que la emoción y la creencia personal. Foto: Pexels/Matheus Bertelli

De sesgos y otros ‘defectos’

Todas las personas tenemos distintos tipos de sesgos que pueden modificar el modo en el que consumimos y propagamos información y, sobre todo, en el que tomamos decisiones

En 2016 el prestigioso diccionario Oxford otorgaba al término post-truth (posverdad), la distinción de la palabra del año, y aun cuando el fenómeno ya existe y la circulación del vocablo no ha parado, no es tan sencillo de entender y sobre todo de reconocer.

La dificultad de reconocer la posverdad como “aquello en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”, se debe a que nadie quiere verse como una persona impulsiva en lugar de lógica.

Sin embargo todas las personas tenemos sesgos cognitivos, también llamados “errores de pensamiento”; nos llevan a interpretar el mundo de acuerdo con nuestros propios intereses, e incluso si es necesario distorsionamos la realidad para reforzar nuestras ideas establecidas o ignoramos información importante, o decidimos creer las cosas solo porque “podrían ser”.

Esto sucede por el contexto en el que crecimos, sus ideales, principios, problemáticas, educación formal o informal, medios de comunicación y plataformas digitales. Todo suma.

Algunos sesgos están relacionados con el sentido de pertenencia; como el de arrastre, si varias personas se sienten parte de un grupo y en colectivo se vinculan a un principio específico (espiritual, ideológico o político). Lo que se diga en torno a ello será cierto en medida que sea un beneficio, o errado si se considera un problema.

Uno de los sesgos más comunes es el confirmatorio: dirige nuestro consumo informativo a reforzar lo que ya creemos y se rechaza aquello que lo ponga en duda, incluso a pesar de la evidencia.

Otro que también tiene mucha influencia en la forma que experimentamos el mundo, tiene que ver con el sesgo de experiencia reciente: si hemos vivido un episodio positivo o negativo relacionado con una persona, lugar o cosa, solemos creer que esa es la forma en que las cosas son cotidianamente. Una colonia insegura; un producto en mal estado; una película que nos trajo buenos recuerdos pueden ser un ejemplo de ello.

Estos sesgos pueden modificar el modo en el que consumimos y propagamos información y, sobre todo, en el que tomamos decisiones. Así que la próxima vez que alguna noticia te provoque una sensación específica, nivela tu reacción, analiza tus emociones y piensa unos minutos antes de emitir una opinión o tomar un bando.

 

Twitter: @dameluna

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