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De Sayulita a San Pedro

Sayulita es un pueblo con playa situado en Nayarit y a unos kilómetros de Vallarta 

Sus playas aun vírgenes empiezan a sufrir los estragos de ser descubiertas y por tanto la amenaza de la comercialización y del turismo con la llegada de hoteles de talla mundial se asoma. 

Sin embargo, hasta el momento el sentido pueblerino y rústico continúa, y la confianza entre sus habitantes de distintas nacionalidades también.

Sayulita es un pueblo con playa situado en Nayarit y a unos kilómetros de Vallarta 

Sus playas aun vírgenes empiezan a sufrir los estragos de ser descubiertas y por tanto la amenaza de la comercialización y del turismo con la llegada de hoteles de talla mundial se asoma. 

Sin embargo, hasta el momento el sentido pueblerino y rústico continúa, y la confianza entre sus habitantes de distintas nacionalidades también.

Pero dentro de este mundo muchas cosas llaman la atención. En una misma calle coinciden las galerías costosas y los puestecitos de mercaderes hippies o indígenas que venden al mejor postor.  

Pero así como vemos esto tan bello, también aparecen los abusos ante visitantes extranjeros. Ahí a los bancos no se les impone el valor del dólar sino éste lo ponen los comercios locales. 

El valor del billete verde es 11 pesos, pase lo que pase, digan lo que digan y a veces aún menor. De igual forma sucede en la tienda, en el abarrote y en un restaurante, que en las ventanilla de la casa de cambio. 

Podríamos decir que el “mercado” se impone.

Pero contrario a eso, las máquinas despachadoras de dinero también hacen de las suyas y cobran por encima de lo autorizado por la ley en cuanto a comisiones se refiere. 

Pongamos el ejemplo real para obtener 3 mil pesos, se te cobran 90 pesos. Pero igual para obtener más, o menos dinero, con una tarjeta conocida del extranjero.

Desconozco la ley, pero por lo que recuerdo y he comprado debe aplicarse igual en todo el territorio mexicano, con algunas variantes a los derechos y limitaciones a los extranjeros, pero hasta ahí la cosa.

Por otro lado, está el tema de cómo la altura de los edificios estaba topada y por mucho tiempo detuvieron el crecimiento de un hotel. Hasta hace dos años que algo paso y la construcción continuó.

Se permitieron los dos pisos adicionales y detenidos por muchos años.

Es decir, alguien llego al poder y con algún truco maravilloso liberó ese tope y ya descompuso las reglas urbanísticas del lugar.

Con ese hecho no pude dejar de pensar lo que nuestro querido San Pedro vive día con día en este tema y donde administración tras administración se culpa una a otra: “fue el Cabildo anterior quien autorizó la altura”, dicen.

Por ello invito al Cabildo actual y a la sociedad en general a pedir, como se ha pedido a los alcaldes metropolitanos, un inventario de los edificios existentes. 

Es decir, hoy San Pedro exige un padrón de edificios autorizados en esta administración y en los dos anteriores con detalle.

Lugar, propietario, metros autorizados, altura aprobada y área verde obligada.

Es fundamental tener reglas claras y rendición de cuentas en todos los sentidos, de lo contrario caeremos en un ciclo más de un ‘atole con el dedo’ de parte de los gobernantes. 

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